Este filme es un claro representante de aquello que en cine se establece como marca registrada. J.K.Rowling ya es exactamente eso, mal que me pese, con todo lo malo y lo bueno (que no es mucho, por cierto) que eso signifique.
Es por ello que esta película, producida por la autora de la saga de “Harry Potter”, pero fuera de la franquicia, es más de lo mismo, con el agravante que no es una continuidad.
Ese es el primer problema de los muchos que tiene el guión escrito por la mismísima Rowling, Transcurre casi en su totalidad en Nueva York. En ningún momento se constituye un universo propio, supuestamente lo trae de prestado desde Londres. ¿Por qué razón el espectador tendría que saber esto? ¿Y el concurrente nuevo? Por ende, si hay un verosímil por instalar se lo olvidaron en el viaje.
La historia tiene como personaje principal, nunca bien presentado, menos establecido y mucho menos desarrollado, a Newt Scamander (Eddie Redmayne), es quien llega a la gran manzana, Nueva York, por supuesto, y en barco. Estamos en el año 1924, entre las dos grandes guerras.
Nuestro héroe, que nadie conoce, está de viaje en busca de comprar algo que no está a la venta, a una persona que no existe. Esto se lo informan a los cinco minutos de comenzada la proyección. ¿Se entiende? No. No hay problema, sigamos.
La ciudad está plagada de magos que son proscriptos, perseguidos, lo que se establece como la posibilidad de una guerra entre los magos y los no magos, (cualquier similitud con “X Men” no es pura coincidencia, es un hurto). Toma contacto, persiguiendo algo de lo que trajo en su valija, (los animalitos de Dios y del titulo), primero y de casualidad con Kowalski (Dan Folger), un no mago del que se hace amigo. Ya sabemos lo duro que es estar solo sin conocer a nadie en una gran ciudad, tendrías que ser mago para no sentir angustia. ¿Pero Newt es mago? No importa, es necesario que se necesiten.
Luego entra en escena, Tina (Katherine Waterston), una maga caída en desgracia y que ve en el hecho de descubrir las intenciones de Newt, si las tuviera, su posibilidad de retorno al lugar de los elegidos, entre los magos, por supuesto.
Todo el relato está plagado de personajes, ninguno bien presentado, menos desarrollado, la mayoría sin motivación ni justificación alguna por su presencia, pero constituyendo una posible sub trama que luego se diluye. El más importante de todos estos es Graves (Colin Farrell), un gran mago cuya intención primaria es atrapar a un “obscurus”, que sería algo así como la esencia del mal, para ello necesita de la ayuda de Credence Barebone (Ezra Miller), hijo adoptivo de Mary Lou (Samantha Morthon) la fanática anti magos por antonomasia.
Hay muchos otros personajes interpretados por reconocidos muy buenos actores, que vieron luz, entraron, cobraron, y se fueron, tan rápido como sus figurantes.
Todo el filme esta construido a base de escenas en las que los personajes despliegan acciones para resolver situaciones, a veces utilizando la magia que les pertenece, desde ahí justifican cualquier cosa, otras sin utilizar esa magia, pero sin decir las razones. Libre albedrío, diría uno, más certero seria “laisser faire” (dejar hacer), “vade retro” David Copperfield.
Por lo que toda la narración se vuelve repetitiva, tediosa, para colmo es previsible. Un guión plagado de lugares comunes, clichés de todo tipo para el género fantástico en que quiere inscribirse, sumándole los diálogos superfluos, pueriles, lleno de neologismos sin explicar. Cuando por fin se establece una especie de conflicto (para llamarlo de alguna manera), no es desde el protagonista sino del que debería ser antagonista, y el protagonista pasa a ser antagonista de alguien que no sabe que lo es.
Parece confuso pero no lo es, es tonto. Hasta se da tiempo para plantear distintas historias con (im) posibles romances, apelando otra vez al hurto de infinidad de películas como si el espectador no vaya a darse cuenta. No son guiños, eso queda claro.
Reconozcamos que tiene una muy buena puesta en escena y dirección de arte, magnifica recreación de época, desde el vestuario hasta la escenografía, muy buena dirección de fotografía, lo mismo ocurre con el diseño de sonido y la banda sonora.
Algo parecido sucede con las actuaciones, todas de muy buena performance, claro que hacen lo que pueden con lo que le dieron escrito, salvo Eddie Redmayne, que tiene todo el tiempo el mismo gesto, sonrisa estática, como si no hubiese otra posibilidad de registro que la compuso para hacer de Sthepen Hawking, por el que le dieron el premio de la academia. Bueno, siempre hace lo mismo, sólo que en aquella funcionaba desde la credibilidad, un poco mejor.
Final abierto, una nueva saga que comienza, ya está la segunda entrega en etapa de preproducción, casi con el mismo equipo detrás de cámara Recémosle a Houdini para que, en principio, no funcione demasiado bien la primera, pues esto es otro gran golpe, no mortal, al cine como arte, pero si un camino seguro a derretir cerebros. Si eso no sucede, dupliquemos los rezos para que la tercera además, no la quiera dirigir la Sra. Rowling.