Sólo puedo escribir esta crítica desde mi lugar: el de (algo así como “ex”) fanática de Harry Potter que, actualmente es una aspirante a editora audiovisual. Estas dos formas de mirar, una desde la nostalgia y otra desde la cinefilia actual, entraron en tensión a lo largo de las dos horas de visionado de Animales Fantásticos y dónde encontrarlos. Llegué hasta el día de la avant premiere sin haber visto ni un trailer; quería que todo fuera sorprendente.
Esta primer película de la nueva saga parece recuperar el estilo naif de las primeras películas Potter, cuando Harry tenía tan solo 11 años, y sus lectores también. Creo que Animales Fantásticos está pensada ante todo para acercar a los niños al universo Potter; en esa búsqueda se pierde un poco la profundidad que había alcanzado el final de la saga, algo que a los viejos (también en edad) fanáticos nos puede decepcionar un poco por ser un retorno hacia una simplicidad cuya superación habíamos agradecido. De todas maneras hay una coherencia en la construcción del conflicto, de gran relevancia en estos tiempos, por lo que Animales Fantásticos puede ser vista como una crítica a la xenofobia.
Como aspirante a editora audiovisual (o simplemente como cinéfila) no pude evitar notar una cierta torpeza en la narración, sobre todo en el manejo general del clima del film. Hay una hibridación de géneros (el policial negro, la comedia de enredos y el slapstick) que resulta incómoda, forzada. El manejo de las múltiples tramas oscila entre lo confuso y lo molesto por su heterogeneidad de registros y por la cantidad de personajes secundarios que tardan en cobrar relevancia. Quizás cada historia funciona por separado si se la ve linealmente, pero hay algo en el montaje alterno entre ambas que, en vez de potenciarlas, las entorpece y las hace sentir digresivas, aunque sobre el final comprendamos que afortunadamente no lo eran.
Puede sonar contradictorio, pero rescato a la vez la efectividad interna de las secuencias cómicas, que hacen que el nivel de explicación que tiene el film por momentos no se haga agobiante.
Como fanática de Harry Potter, y sospecho que para los no-fanáticos también, lo que nunca deja de ser un placer es la posibilidad de meterse en el maravilloso universo de J.K. Rowling. Ya sólo escuchar Hedwig’s Theme (el leit motiv más conocido, compuesto por Williams) al ver el logo de Warner me hizo sentir una emoción enorme, que realmente valoro. Animales Fantásticos nos sumerge en un universo que es el mismo y otro a la vez: coherente con lo anterior y lleno de novedades, con un montón de detalles, incorporando figuras arquetípicas de la Nueva York de 1926 y su idiosincrasia, además de la amplia variedad de criaturas mágicas que van desde lo adorable hasta lo ingenioso o lo grandioso.
Quizás La Piedra Filosofal (2001) y Animales Fantásticos sólo son sostenibles desde la nostalgia, pero censurarla en nombre del purismo cinematográfico es no comprender el enorme peso que tiene la emocionalidad y el placer en el séptimo arte. Elijo, consciente del esfuerzo que implicó por momentos, mirar Animales Fantásticos como un regalo, tardío e inesperado, de unas horas más en este universo y como una promesa de un desarrollo en profundidad a futuro.