El cine se ha vuelto un juego de franquicias, lo que de todos modos no implica que las películas sean buenas o malas. Basada en el universo de Harry Potter, esta película traslada la acción de Gran Bretaña a los Estados Unidos y narra las aventuras de Newt Scamander en busca de animales fantásticos. En Nueva York algunos escapan, aparecen los problemas y hay que ir, magia en mano -la magia en este mundo es una ciencia exacta, por otro lado- a resolverlo. Es decir, estamos en una película de aventuras más o menos clásica que aprovecha aquello que sabemos de un universo que se volvió de literario en fílmico. El resultado es dinámico y simpático, los personajes generan empatía y hay espectacularidad suficiente como para que el divertimento valga la pena. Pero la pregunta del millón consiste en saber si quedará en nuestra memoria, y allí el asunto no es tan sencillo. Tenemos un bastidor bien realizado, una historia bien contada y un mundo más o menos consistente, pero carecemos de un tema, de algo que vaya más allá y que fije sus imágenes como parte de nuestra experiencia. Sí, quizás son muchas palabras rimbombantes para decir que es “una película más”, pero alguna vez había que explicarlo. Se la pasa bien, pero no más que eso.