Cuando J.K. Rowling anunciaba la realización de una adaptación basada en su libro Fantastic Beasts and Where to Find Them, todos se preguntaron qué podía salir de una enciclopedia ficticia sobre el universo mágico, al mismo tiempo que brotaba la alegría de los fanáticos por volver a disfrutar, aunque sea del aroma, a Harry Potter. Más noticias llegaron: el guión estaría escrito por la propia autora, el protagonista sería el investigador de criaturas Newt Scamander, se situaría 70 años antes de los hechos conocidos por todos, el terrorífico precursor de Voldemort, Gellert Grindelwald, podría tener cierto protagonismo; y, lo que más expectativa generaba, el relato nos introduciría en la sociedad mágica estadounidense. Si pensamos que todo estaba preparado para que la película triunfara por las remembranzas del famoso mago, nos equivocamos. El film se desliga, obviamente no de forma total, y nos presenta una historia extraordinaria, madura y que vuela por sus propios medios.
Cuando el introvertido y extraño Newt pisa el suelo norteamericano, los problemas ya están a la orden del día. La radical sociedad mágica del país, encabezada por el MACUSA -el homólogo del Ministerio de Magia británico-, se encuentra sumida en una crisis que podría revelarlos ante los no tan escépticos nomaj (equivalente a muggles). Newt viene a representar un problema más, por el escape de sus criaturas. Y frente a todo esto, los magos responden agresivamente para intentar solventar el problemático evento que significaría ser expuestos ante la sociedad no mágica, ya sea por la amenaza de Grindelwald o los accidentes que puedan provocar estas bestias. A diferencia de sus hermanos ingleses, aquí la sociedad vive en completa distancia con el mundo corriente, algo que el film enfatiza de forma constante e inteligente. Los conflictos se van a ver envueltos permanentemente en el peligro que representa el ser descubiertos. Esta problemática funciona como más que un contexto, es el punto de partida a considerar de todas las decisiones que los personajes tomen y que genera en el espectador una incertidumbre subrayada por aquellos lideres nomaj, reticentes y decididos a eliminar cualquier rastro de experiencia mágica.
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Aquí aparece en forma paralela Mary Lou Barebone, la líder nomaj de un grupo fundamentalista anti-magia conocido por el nombre de los Segundos Salemers -en clara referencia a la quema de brujas de Salem a finales del siglo XVI-, que busca concientizar a la sociedad de la hechicería y el peligro que esta representa. Si el film ya acarreaba un tono sombrío desde su introducción, aquí aparece el terror y la densidad representados en la figura de esta cabecilla, capaz de azotar a destajo a sus propios hijos adoptivos. Por el otro lado se encuentra la Presidente de Macusa, Seraphina Picquery, orgullosa pero decidida a dar caza a Grindelwald y proteger a su propio pueblo de una posible guerra bajo cualquier medio necesario, incluso llegando a la muerte, describiendo de forma perfecta el pánico y el extremismo de los magos norteamericanos. A su lado se encuentra un misterioso ¿auror? llamado Percival Graves, quién irá a relacionarse con Creedence Barebone, el hijo adoptivo de Mary Lou.
Si esto no bastaba por si mismo, el escape de las criaturas de Newt vienen a generar otro problema con el cual las dos sociedades, mágica y nomaj, debe lidiar. Independientemente de cómo el mago británico intenta recuperar a sus amados animales fantásticos, la trama se encarga de presentar a grandes personajes que no hacen añorar para nada a Harry, Ron y Hermione. Uno es el propio Newt, extraño pero entregado y cariñoso con aquellos seres por quiénes daría la vida, bien interpretado por Eddie Redmayne. Además están las hermanas Tina y Queenie Goldstein, así como también un nomaj, Jacob Kowalski, que se verá accidentalmente involucrado en la fuga y por tanto en el mundo mágico, convirtiéndose en el comic relief del film. Este cuarteto no solo representa la trama principal, sino el entretenimiento y el humor que no satura la película y atenúa ese tono oscuro y malicioso tan propicio para una Nueva York sumida en el caos.
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Claro que las criaturas no iban a pasar desapercibidas en el relato. Resultan queribles, carismáticas y amplían el universo mágico, dándonos una idea de las maravillas que podría contener y desarrollar en las próximas producciones de la saga. Por supuesto que hay ciertos detalles en estas bestias que apelan directamente a los conocedores de Harry Potter, que harán que estos lo disfruten más, igual que la narración de las otras tramas. De manera acertada estos detalles no forman parte del argumento, por eso mismo la película triunfa por sus propios méritos. Fanático o no, todo es presentado ante nosotros como si fuera la primera vez que nos exponemos ante el mundo mágico. Más aún, hasta los del primer grupo se verán sorprendidos.
David Yates vuelve a la dirección de un film del universo mágico. Se encuentran ciertos rasgos tanto técnicos como narrativos -el final del film exagera por su melosidad-, que caracterizan a las últimas cuatro películas de Harry Potter -más que nada The Order of the Phoenix y The Half-Blood Prince-, pero salvando esto el realizador logra una gran maduración para mantener el ambiente de crisis e incertidumbre en todas las líneas del relato. Esto sería imposible sin el gran trabajo de producción para recrear la Nueva York de las primeras décadas del siglo XX, entre el amalgamamiento entre imagen real y CGI para los planos generales y las criaturas mayormente, manteniendo esta verosímil conjunción que existía en la mayor parte de los films del niño mago.
Rowling debuta con un guión solido, clásico y un plot twist que deja la boca abierta y sienta las bases para la secuela. Fantastic Beasts and Where to Find Them excede a las criaturas que existen en el mundo nacido de la mente de la escritora, es al mismo tiempo un abrazo hacia la naturaleza y una crítica hacia la xenofobia. Como relato, muy profundo, con la presentación y el desarrollo de una problemática que conocíamos por los relatos anteriores pero que realmente descubrimos que trascendió a la sociedad mágica británica y que en sus pares norteamericanos impactó mucho mas profundo, convirtiéndose en el mayor acierto de una narrativa que seguramente, y con esperanza, impregnará y repercutirá en las demás culturas mágicas. Llegando al final de Harry Potter ya habíamos dejado de ser muggles. Aquí hay algo totalmente nuevo, volvemos a mirar a través de los ojos de un nomaj, como en la maravillosa y emocionante escena en que Kowalski descubre el universo que Scamander escondía en su maletín. De pronto caemos en la cuenta de que lo que se encuentra frente a nosotros es solo la punta del iceberg de un cosmos emocionante.