Anina es una nena, tiene diez años, va a la escuela primaria, es soñadora, romántica y fantasiosa, pero por sobre todas las cosas es un dibujo animado.
En una coproducción de Uruguay y Colombia, Alfredo Soderguit dirigió esta película basándose en los clásicos problemas que tienen los chicos a esa edad, tanto en la relación con sus padres, sus maestros, sus compañeros, amistades y gente que no soportan, hasta llegar al punto de pelearse.
Anina es un palíndromo, y su nombre completo es Anina Yatay Salas, así que pueden imaginarse ser el objeto permanente de burlas por parte de sus compañeritos. Porque, como ella misma se define, es capicúa multiplicado por tres.
La protagonista vive permanentemente conflictuada por su nombre, hasta tiene pesadillas con los nombres feos.
Cuando se pelea en el patio de la escuela con una compañera suya llamada Yisel, la directora, como castigo, les da un sobre negro lacrado a cada una de ellas para que dentro de una semana los abran y se informen de la reprimenda que les será impartida.
La intriga y la impaciencia alentada por su mejor amiga, más que por ella misma, para saber el contenido del sobre, le hacen tomar decisiones equivocadas que más tarde pueden llegar a lamentarlas.
La historia es sencilla, mínima, con un relato muy infantil, dirigida para chicos bien chicos, donde siempre mantiene un ritmo constante, haciéndola entretenida y generando la permanente atención del espectador.
No hay nada de originalidad en este film, más allá del nombre y los apellidos que son para leer de ida y vuelta.
Es un cuento bien contado, con todos los ingredientes escolares con los que la gente de todas las edades pueda sentirse identificado, provocando cierta melancolía por el tiempo pasado y que les deja una cierta reflexión para los niños que van a ver a esta película animada.