La niña capicúa
Basado en un libro para niños, AninA (2013) es una tierna y simpática película de animación infantil centrada en la heroína de diez años Anina Yatay Salas y el “lío de novela” en el que se ha metido. El director, Alfredo Soderguit, es quien ilustró el libro original, y aquí importa el mismo estilo simple y naif de sus dibujos a través de un proceso de animación similar al Flash. Es una co-producción uruguaya y colombiana, pero está hecha y ambientada en Montevideo.
Las penurias de Anina se remontan a su nombre, que es fuente de muchas burlas en la escuela y amerita el sobrenombre “Capicúa” (“Tengo un nombre que es un chiste!” se queja a su padre, que tiene una extraña obsesión por los palíndromos). Una pelea durante el recreo envía a Anina y a “la elefanta” Yisel a la dirección, donde se les administra un castigo inusual: cada una recibe un sobre sellado con lacre que deberá entregar intacto dentro de una semana.
¿Qué hay dentro del sobre? Anina y su mejor amiga Florencia encabezan la trama, intentando descubrir sus contenidos sin violar los términos del castigo. Pero la historia es suelta y dispersa, y admite varias subtramas que se relacionan apenas vagamente una con la otra: la infatuación que Anina siente por su compañero Yonathan, la severidad de una maestra cuyo lema es “La letra con sangre entra” (lo cual termina convirtiéndose en un pesadillezco número musical) y la caprichosa relación que tiene con sus padres son algunas de las líneas narrativas que la película sigue.
Estas historias mínimas llevan a las típicas, sanas conclusiones de película infantil: hay que valorar lo que uno tiene, con la violencia no se aprende, no hay que juzgar a los demás por las frivolidades de su nombre o su aspecto, y lo más importante de todo, hay que atesorar aquello que nos hace especiales. En el caso de Anina, se la pasa absorta en la peculiaridad de su nombre, que dice le ayuda “a ver las cosas de ida y de vuelta” (otra forma de decir “reflexionar”).
AninA no es muy diferente a otras películas para niños que pueden tener más gags, más risas y una mejor animación, pero es impermeable al cinismo que está presente, en mayor o menor medida, en todas las cintas que Disney y Pixar producen hoy en día. No necesita de golpes bajos para ser entrañable.