Alex Garland: director y escritor de culto. Todas las obras en donde metió mano son inteligentes, lo que no implica que sean totalmente redondas. Por cada 28 Days Later hay un Sunshine, Alerta Solar, en donde el brillante desarrollo termina tirado por la borda sobre el final. Algo se eso ocurre con Aniquilación, un filme excelente en muchos sentidos, en donde el clímax no satisface. No es indescifrable, pero era de agradecer algún pequeño speech que explicara lo que había ocurrido, o diera una opinión sobre la naturaleza del fenómeno. Sin reflexiones ni conclusiones, la película baja la persiana y te deja con una sensación incómoda, como si hubiera que esperar a una futura secuela para obtener algunas respuestas. Y considerando que el público yanqui la odió – qué se puede esperar de un pueblo que vuelve taquilleras las películas de Michael Bay y Tyler Perry, eso sin contar al cromagnon de jopo rubio que pusieron en el sillón presidencial – y terminó siendo adquirida por Netflix a precio de ganga apenas dos semanas después de su estreno, olvídese de que haya un segundo capítulo. Una lástima, considerando la altura que Garland había demostrado en Ex-Machina y que quizás despuntara aquí, si le hubieran dado 90 minutos mas de metraje…
Yo tengo la firme opinión de que todo director de calibre quiere despacharse, en algún momento de su carrera, con su propia 2001 – una obra de ciencia ficción pensante que te haga tambalear tus creencias; un filme existencial que dé pie a debates intelectuales durante años -. Danny Boyle quiso hacerlo con Sunshine, Alerta Solar (con libreto de Garland), y Darren Aronofsky hizo la prueba con La Fuente de la Vida. El único que logró algo parecido fue un tipo que estaba fuera del sistema, el ruso Andrei Tarkovsky, con obras maestras como Solaris y Stalker – La Zona. Precisamente Aniquilación absorbe muchas ideas de estos dos filmes: la idea de una zona dominada por anomalías fuera de lo comprensible (y que la transforman prácticamente en una zona alienígena), y la idea de una entidad pensante que afecta la vida de una pareja de amantes y se dedica a crear (real o mentalmente) clones de ellos. Acá el concepto es mas ambicioso: un meteorito ha caído en un pueblito de Estados Unidos y ha creado una zona plagada de mutaciones, rodeada por una neblina espesa y cuyos limites se expanden de manera constante día a día. Y si no detienen / averiguan la naturaleza del fenómeno, quizás en un par de años absorba al resto del país y, mas tarde, al mundo entero.
Y si la idea es desactivar ese fenómeno, donde se queda corto Aniquilación es al restringir la visión del relato a la pareja protagonista. La fría científica que compone Natalie Portman, y el soldado de élite que interpreta Oscar Isaac (¿cómo estos dos pudieron enamorarse?). Ver a la Portman teniendo un amante explicaría el desapego de Isaac y el deseo de aceptar una misión suicida como es internarse en “El Resplandor” (como le llaman a la zona)… pero cuando llega el final, la reacción de Portman resulta incomprensible. (alerta spoilers) Si no lo amaba, si lo dañaba al estar con su amante, si la cosa que ha regresado de la zona es un clon no demasiado maduro de su esposo… ¿por qué aferrarse a él?. ¿A esa pálida imagen de un ser querido que, para colmo, carece de personalidad?. Eso sin contar que ella misma está contagiada con el virus mutante alienígena. (fin spoilers). Terminamos dejando de lado el destino del mundo – o la naturaleza del fenómeno, su último significado – para darle bola a una pareja de amantes desgastados.
Lo cual es una lástima porque el resto del desarrollo de Aniquilación es fascinante. El meteorito despierta todo tipo de mutaciones bizarras y es, en cierto sentido, un tumor que viene a absorber toda la vida del planeta Tierra tal como lo conocemos. Garland no escatima en golpes de efectos, algunos de ellos espeluznantes como el oso mutante que absorbe la naturaleza de las victimas que devora – y que genera la secuencia mas inquietante y sangrienta de todo el filme -, o la vivisección de un soldado infectado, el cual muestra que sus intestinos han cobrado vida propia…. oh, sí, Aniquilación está plagado de momentos que te erizan los pelos de la nuca.
El problema con todo esto – los excelentes shocks, las conclusiones científicas brillantes, las buenas perfomances, el suspenso, la sofisticación del misterio – es que termina desinflándose en los últimos cinco minutos del filme. No se trata del clímax del faro sino de lo que ocurre después, que se alterna entre lo deprimente y lo inexplicable, y que te deja una sensación incómoda. Garland se despacha con un final pesimista – las obras maestras están plagadas de ellos, ese no sería el problema – pero te deja con la palabra en la boca. Me resulta imposible imaginar lo que ocurriría después con toda esta gente, amén de seguir sin saber si el meteorito era una simple infección de procedencia alienígena que llegó a la Tierra de manera fortuita, o si realmente hay un propósito superior detrás de todo esto. Preguntas que lamentablemente quedarán sin respuesta a menos, claro, que uno termine adquiriendo el resto de los libros que escribió Jeff VanderMeer sobre el tema, una necesidad acuciante para aquellos a los que nos gustó la película.