Luc Besson visitó Argentina en 2017 con motivo del Festival Cómic Con -una de las convenciones de cultura pop de comics, series e historias más grandes de nuestro país-, también con miras a promocionar aquí su, por entonces, flamante film, una aventura de animación titulada “Valerian”, visible en ejercicio experimental que se regodeaba en la parafernalia visual y donde mixturó la acción, la aventura y la ciencia ficción.
En su reciente “Anna” (2019), el prolífico director de acción Luc Besson vuelve a explorar la figura de la heroína que le propiciaría notoriedad en la industria norteamericana a comienzos de los ’90 con “Nikita” y ratificara pocos años atrás con “Lucy”. Besson llevó su precisa maquinaria de acción al cine Hollywoodense, desde su Francia natal, consagrándose con films como “El Quinto Elemento” (1997). Aquí, su enésima protagonista femenina de armas tomar nos coloca en el centro gravitante de un film plagado de acción, intriga y espionaje.
Su nueva y misteriosa mujer fatal esconde un secreto de identidad que la convierte en una implacable asesina (aspecto que se nos develará en intrincados saltos temporales que proveen suspenso a la trama), al tiempo que sus servicios son solicitados por las agencias de inteligencia de las potencias gubernamentales más importantes del mundo. Visualmente subyugante, el cine del francés Luc Besson recurre, con frecuencia, a caracteres femeninos fuertes (“Juana de Arco”, 1999), y a antagonistas que resultan hombres amorales pero honestos “El Perfecto Asesino”, 1993).
Bajo este esquema argumental y haciendo de la fractura temporal su mayor aliada a la hora de suministrar información al espectador, esta probada fórmula sin fecha de vencimiento es la que otorga a “Anna” su identidad fílmica, en la piel de la correcta modelo y actriz rusa Sasha Luss. Besson, que en esta ocasión se rodea de un cast secundario de figuras reconocibles (Cillian Murphy, Luke Evans y Helen Mirren) prefigura sociedades opresivas, mujeres fatales (“Lucy”, 2014), mundos subterráneos (“Subway”, 1985) y uso de armas por doquier (“Nikita”, 1990). Como indudable sello autoral, todos estos rasgos están presentes en una película que posee su inconfundible marca estética y que, aún sin resultar una obra mayor de su filmografía, recupera cierta frescura de antaño.