En 1990 Luc Besson estrenó la película Nikita. El perfecto elenco estaba integrado por Anne Parillaud, Tchéky Karyo, Jeanne Moreau, Jean-Hugues Anglade y Jean Reno. La estética de esta historia policial y su tono agridulce la convirtieron en un verdadero clásico. Besson había llegado a su punto más alto y su siguiente film de ficción, El perfecto asesino, terminaría de darle prestigio y fama mundial. Luego tendría varios éxitos con películas populares, pero ninguna volvería a estar a la altura de Nikita.
Las heroínas ambiguas de Luc Besson, que llegó a incluir a la mismísima Juana de Arco en su lista, se le suma ahora Anna, la protagonista de su nueva película. Anna es una chica joven y bella que de su vida marginal con aspiraciones de ser agente termina convirtiéndose en modelo. El mundo absurdo bien de la década del noventa y propio del cine de Luc Besson. Bueno, termina siendo modelo y agente, más específicamente asesina de la KGB.
Anna tiene una jefa experimentada interpretada por una gran actriz, Anna tiene dos intereses románticos y Anna es la mejor asesina posible. Y Anna, que logró salir de una vida de autodestrucción, también tiene dilemas morales, además de ser una máquina de matar con la belleza de una modelo. Anna, es Nikita. Toda la película no es otra cosa más que una revisión del clásico de Luc Besson.
Pero Nikita es una obra maestra y Anna es una estilizada adaptación con tono del siglo XXI. Es entendible que Luc Besson quiera volver a su film más logrado, pero de ahí a que lo logre hay una gran distancia. El entretenimiento funciona hasta que en las escenas finales se derrumba por culpa de una pérdida de ritmo producto de un edulcorado cierre. Lo mejor que tiene el film es recordarnos que existe Nikita y que tal vez sea hora de volver a verla.