Con la idea de seguir expandiendo el universo de la franquicia El Conjuro, Annabelle 2:La Creación funciona como precuela ideal de la película estrenada en 2014 que coloca nuevamente a la muñeca siniestra como centro de la acción.
Lo más atrapante del film, cuya acción se sitúa en la América rural de mediados del siglo XX y su final linkea directamente con el comienzo de Annabelle , reside en los climas creados por el director David F. Sandberg -el mismo que acertó en Cuando las luces se apagan-, quien recurre a una narración clásica del género que supieron acuñar realizadores como John Carpenter,Joe Dante y George A. Romero, por citar a algunos.
Acá el miedo viene representado en la muñeca siniestra oculta en una habitación cerrada la casa y explica las causas de lo que el público vio en la película original. Un fabricante de muñecas -Anthony LaPaglia- y su esposa, reciben a una monja -Stephanie Sigman- y a un grupo de niñas huérfanas en su hogar, años después de la trágica trágica de su pequeña hija.
El film reelabora el concepto clásico del miedo a través de situaciones que inquietan y perturban al espectador, en un constante juego de figura y fondo, claroscuros y apariciones que van sembrando el terror en los recién llegados al nuevo orfanato.
La presencia de un espantapájaros, la muñeca cubierta con una sábana al mejor estilo Noche de brujas y un viejo aljibe -una referencia a La llamada-, son aciertos del director y de la visión del productor James Wan, que disfrutan del género y entregan un bienvenido producto lleno de sobresaltos con una historia que sitúa a la franquicia varios peldaños -la secuecia de la escalera es muy lograda- por encima del resto de las producciones que se ven últimamente.
Una suerte de tren fantasma en el que no faltan posesiones, muertes, presencias diabólicas que azotan a las niñas que llegan al lugar y situaciones de terror diurno que no opacan la atmósfera lograda a lo largo del metraje. Lo que no es poco.