LA NOVIA DE CHUCKY
El universo terrorífico de WB se sigue expandiendo, para bien o para mal.
Mientras varias secuelas se desploman, y otros tantos universos cinematográficos extendidos se estrellan incluso antes de despegar, James Wan y su modesto conjunto terrorífico siguen sumando porotos, cierta coherencia y un estilo de terror más clásico que logró captar la atención del público.
Lo que comenzó con “El Conjuro” (The Conjuring, 2013) y las historias basadas en hechos reales protagonizados por los Warren, fue creciendo de a poquito para convertirse en una nueva franquicia expandida que suma spin-off de otros objetos y criaturas macabras. No hablamos de lo mejor del género, ni lo más taquillero, pero la relación presupuesto/ganancia reditúa y, de vez en cuando, las críticas acompañan.
Pronto tendremos “The Nun” (2018) y “The Crooked Man”, desprendimientos de “El Conjuro 2” (2016), pero antes llega “Annabelle 2: La Creación” (Annabelle: Creation, 2017), segunda entrega centrada en esa muñeca maldita que conocimos en 2013.
El sueco David F. Sandberg se hace cargo de esta precuela que cuenta los orígenes de Annabelle. El realizador debutó con bastante suceso de la mano de otra historia de sustos –“Cuando las Luces se Apagan” (Lights Out, 2016)- y pronto probará suerte con el género superheroico gracias a “Shazam!” (2019), una de las pocas producciones del DCEU que ya están confirmadas y en marcha.
“Annabelle 2: La Creación” es una película más del montón, aunque bien filmada a pesar de su escueto presupuesto de 15 millones (ya superó los 217 palos en todo el mundo); no puede evitar los lugares comunes y los perores clichés del género, pero rescata ese espíritu narrativo más clásico tan propio de la década del setenta, mucho mejor utilizado por Wan que por sus compañeros de franquicia.
Igual, Sandberg logra dar un paso más adelante en relación a “Annabelle” (2014), viajando al año 1943, específicamente a la granja de los Mullins donde Samuel (Anthony LaPaglia) -un fabricante de muñecas-, su esposa Esther (Miranda Otto) y su pequeña hija Bee viven felices y sin preocupaciones a la vista. Todo cambia cuando la nena fallece en un accidente, empujando a los Mullins al dolor y el aislamiento.
Doce años después, en 1955, deciden abrir las puertas de su casa para acoger a la hermana Charlotte y a un grupo de seis huerfanitas que se quedaron sin hogar. Apenas ponen un pie en la vivienda, cosas extrañan comienzan a ocurrir, pero es durante la primera noche donde todo se desata. Janice, una de las nenas (lisiada a consecuencia de la polio), escucha ruidos fuera de su habitación. Así llega hasta la habitación de Bee, ahora misteriosamente sin llave, donde descubre a Annabelle encerrada en un armario empapelado con páginas de la biblia. Sin saberlo libera a un espíritu maligno que empezará a acosar a los habitantes, especialmente a la frágil Janice, quien podría convertirse en el cuerpo anfitrión que tanto anda necesitando.
No hace falta que les contemos nada más porque pueden imaginarlo. Acá no hay muchas sorpresas ni giros inesperados, pero Sandberg igual se las ingenia para crear buenos climas de suspenso y algunos sustos; y no molesta tanto (bueno, sí) que los personajes hagan todo mal porque, al fin y al cabo, estamos lidiando con pequeñines ingenuos. Esta es la única justificación de la película para caer en tanto cliché narrativo. A su favor podemos decir que no se inmuta a la hora de torturar (física y psicológicamente) a sus protagonistas más jóvenes (que logran conmovernos con sus actuaciones), aunque sin llegar al extremo del gore o el “exploitation” de otras sagas terroríficas.
“Annabelle 2: La Creación” cumple con lo mínimo y necesario, sin aportar nada nuevo al género. Más bien sirve como una buena excusa y un aglutinante para esta franquicia exitosa que sigue creciendo y logra encadenar cada una de sus historias, tal vez un poco agarradas de los pelos, pero de forma efectiva y, sobre todo, con poca inversión y riesgo para un Hollywood que no está pasando su mejor momento.