Desde su breve pero intensa aparición en la película El Conjuro, la muñeca Annabelle y su historia quedaron arraigadas en el imaginario del espectador, a tal extremo que los responsables de aquel film notaron inmediatamente el potencial para hacer una película en solitario.
A pesar de las críticas negativas, la apuesta favoreció a los realizadores en materia taquilla. Y cuando los números cierran mejor de lo esperado, las secuelas no se hacen esperar. Esta no iba a ser la excepción.
Muñeca Pepona en liquidación:
En 1943, Samuel Mullins (un fabricante de muñecas) y su esposa Esther pierden a su hija al ser atropellada en la carretera. 12 años más tarde, todavía de luto, ellos deciden abrir las puertas de su casa para recibir a las niñas de un orfanato que ha sido cerrado.
Entre las niñas encontramos a Linda y Janice, con un vínculo prácticamente de hermandad que será puesto a prueba cuando la segunda descubra una de las creaciones de Samuel encerrada en un armario: la muñeca poseída en cuestión. A partir de este descubrimiento empiezan a ocurrir una serie de incidentes sobrenaturales a lo largo de la casa para las cuales no están preparadas.
El guión de Annabelle 2 inicialmente muestra promesa y una historia más arraigada en lo emocional. Lamentablemente, a medida que avanza el metraje deja atrás -de a poco- esa sutileza que pudo haberla hecho una propuesta diferente. En cambio elige favorecer los sobresaltos, los inverosímiles, deslindando paulatinamente a las protagonistas de responsabilidad narrativa alguna.
Por otro lado, debe destacarse el endeble intento de hacer asociaciones con las otras películas de El Conjuro, franquicia de donde procede este concepto. Un intento nada sutil, metido con calzador, que no ayuda ni a la película ni a generar expectativa por las siguientes.
Por el costado interpretativo, las niñas protagonistas entregan un prolijo trabajo actoral, igual que Stephanie Sigman (a quien probablemente tengan fresca del inicio de Spectre), quien da vida a la religiosa que está a cargo de ellas. No obstante, debe señalarse que los puntos altos de este apartado son sin lugar a dudas Miranda Otto y, en particular, un sorprendente Anthony LaPaglia, con una labor de pocas palabras y parca expresión.
Respecto de la labor técnica, tenemos una prolija fotografía que responde a las necesidades de clima. Pero es la Dirección de Arte el aspecto que consigue ir más allá, sumergiendo efectivamente al espectador en las dos épocas en que se mueve el film.
Conclusión:
Si bien es efectiva a la hora de crear ciertos climas propios de su género y cuenta con un apartado actoral equilibrado, Annabelle 2 termina fallando como un todo por un guion que hace a un lado sus aspectos más promisorios al elegir jugar a lo seguro. ¿Una evolución respecto de su antecesora? Seguro, pero no necesariamente mejor, ni como secuela, ni como película por su propio derecho.