Chucky en el podio: Los bienaventurados seguidores de las películas de juguetes se pegaron un metejón con la posibilidad de ver una película cuya protagonista fuese la muñeca de las trenzas doradas. Se viene a mi cabeza de fan absoluta del género de terror, la imagen del muñeco más maldito del cine: el pelirrojo y pecoso Chucky. Desde que me soplaron por la cucaracha que se estrenaba la nueva película de Annabelle, también otros tantos muñecos aterradores viene na mi cabeza: el payaso del bonete azul, sí el de Poltergeist, Billy la marioneta que anda en bicicleta de Saw o, si nos vamos treinta y seis años atrás el muñecote que se revela de su amo ventrílocuo – una especie de chirolita y Chasman- protagonizado por un jovencísimo Anthony Hopkins, en la gran Magic, todos memorables y evocables. Muñecos diabólicos atrae, sí es una fija, pero la mala experiencia con Anabelle en el 2014, condicionó un tanto mi visionado de esta precuela. Pero comencemos por el principio, por Anabelle 2014 el spin off que se desprende El conjuro.
¿Dónde está la muñeca?: Había muchas fichas puestas en el spin off de la muñequita Annabelle, idea surgida del prólogo de una de las mejores películas de terror de los últimos diez años, El conjuro, y de yapa, en el tagline de la gráfica mencionaba – como inspiración- a otro peliculón Insidiuos –acá estrenada como La noche del demonio– ambas películas del gran director malasio James Wan. El conjuro, ambientada en los esplendorosos setentas – el trabajo de la imagen para lograr crear una ambientación de época es genial- realmente mete miedo, una pareja de investigadores de sucesos paranormales, se adentra en la casa de la familia Perron. Los Perron, un matrimonio con cinco hijas, – la gran Lili Taylor, una actriz bien indie, interpreta a la madre de la familia- padecen sucesos inexplicables, aterradores, y todo indica que un espíritu yace en la casa.
El homenaje a las películas grandiosas de los 70 – quizás la década que mejores películas de terror nos dejó- se siente en todo el metraje, Wan crea un clima en donde la sugestión es el leit motiv. Un acontecimiento sucedió en esa casa, que se devela promediando la película, este misterio mantiene al vilo al espectador. El exorcismo del final, uno de los mejores del cine de los últimos años, deja al público temblando un buen rato y voy a confesar – generalmente nunca admito que una película del género me impactó y me perturbó- que las última secuencia del El Conjuro, ese plano fijo – inmenso- de esa cajita de música me traumó bastante. Annabelle no es la segunda parte, es sólo un desprendimiento narrativo del El conjuro, los productores vieron potable cortar sola a la muñeca y hacer una peliculita sobre la posesión de Annabelle uno de los objetos exhibido en el mausole de los Warren. “Muñeca que mete miedo” siempre funciona para los amante del género. Pero las expectativas por Annabelle 2014 se desvanecieron ya en los primeros minutos de metraje.
Annabelle 2014, al igual que El conjuro, es situado en los 70, la muñeca, que sólo es protagonista en la gráfica y en los títulos iniciales, es el regalo de Jhon a su encantadora esposa Mia– coincidencia o estrategia de venta, pero la protagonista también se llama Annabelle- quien está embarazada de algunos meses, Mia es coleccionista de muñecas antiguas y la blonda muñeca de la sonrisa siniestra va a parar a su vitrina. Los primeros planos de Annabelle, son buenos, y si la historia se hubiese centrado en la muñequita correteando con poderes malignos hacia Mia y hacia Jhon y hacia la bebe – lo mejor de la película sin dudas- todo hubiese funcionando, pero, el guion se centra en los miembros de una secta que en un intento de evocación espiritual, interrumpen en la plácida casa de Mia y John. La pareja de espiritistas son interceptados por la policía y la mujer, llamado Annabelle, toma posesión de la muñeca.
Las secuencias que siguen y que se disponen en toda la película, intentan dar cuenta de este hechizo, sin mostrar demasiado a la muñeca, el protagonismo lo tiene el espíritu de la verdadera Anabelle – y de otros entes- que atormentan a Mia y a la bebe sin siquiera meter un sólo susto. Quizás hay una secuencia que está bastante bien lograda y fue la única que me produjo una leve, muy tibia, sensación de pánico: Mia se dispone a ir a la azotea del edificio a sacar la basura, de noche, sola, y un ente diabólico la ataca, la persecución y la torpeza de la muchachita por hacer funcionar el ascensor y bajar rápido genera un clima tenso que moviliza, pero no altera. ¿Y la muñeca cuando mete terror? es la pregunta obligada en toda Annabelle, NUNCA, – el spoiler es adrede- la muñequita de las mejillas rozagantes, aparece como parte del decorado, y si bien, tiene algunos planos, y en el final aparece inerte – uno de los peores finales de películas de terror- irónicamente ELLA no es “la” protagonista de su película, convirtiéndose sólo en un cameo.
Anabelle: La creación: El gancho son las niñas: Pasaron tres años y la insistencia por Annabelle regresa, esta vez con mayor dignidad pero con los mismos defectos que su secuela. David Sandberg (light out), le pone un poco más de emoción a esta precuela y la vuelve un melodrama que por momentos funciona. La historia se centra en la familia Mullins. Samuel y Esther han perdido a Bee su hija en una accidente y la desolación ha invadida la casa de estos artesanos de muñecas, el misterio se presenta como una amenaza. En el comienzo se muestra a una Annabelle sentada, como siempre, en su mecedora. Sandberg juega el mismo juego que Leonetti (director de la primera) pero le sale mejor. Impone a una Anabelle estéril, despojada de vida (la posesión la otro) pero pone en escena a un grupo de niñas (las que temerán y la pasaran mal) que actuan bien y que le dan fuerza al género.
Los Mullins, doce años después de la pérdida de su hija, reciben en su hogar a un grupo de huérfanas, quienes se meterán en este laberinto de figuras fantasmagóricas e imágenes siniestras. Janice (brillante Thalita Bateman) la chica en silla de ruedas, comenzará a sentir la presencia del mal en la casa. La sordidez de la atmósfera que logra crear Sandberg por momentos mete miedo, esa casa particularmente aterradora, en el medio del campo, y con esa cancioncita folk en loop que asusta tímidamente, promete evoca por un rato El conjuro 1 y 2.
Pero la insistencia por mostrar a una Anabelle quieta, llevan a que el espectador se sienta aburrido. Si la muñeca hablara o se mostrara enérgicamente diabólica (como Chucky o Tiffany por ejemplo) pienso que el spin off funcionaría. Hay un detalle que le suma bastante a la película y es el final, no voy a adelantar la trama, pero el epílogo refuerza la idea de precuela, y le da un vuelco creativo a último minuto. De todas formas, la película de la muñequita se queda a medio camino, viejas épocas quedaron cuando los muñecos metían miedo y nos hacían soñar de noche con ellos. Esperemos la llegada este año del tanque El culto de Chucky en donde el muñeco más resultón vuelve con elenco original.