Siempre soñé con tener una vida en Salta, comer tamales y pasar mis días en una reposera contemplando los atardeceres en San Lorenzo. Ya desde La Ciénaga de Lucrecia Martel, que tengo una fascinación del sonido siestero, calmo, del norte argentino. Me gusta escuchar en el cine ese dialecto cancino, tonito que me seduce de los salteños. La salteña Badur Hogar de Rodrigo Moscoso (Modelo 73) explota lo mejor de la comedia romántica. Desde El último verano del cordobés Leandro Naranjo, que no sentía esa sensación de mariposas en la panza con una del género de la comedia argenta. Juan es un kidult que vive en casa de sus papas, tiene un trabajo inestable – limpia pileta con otro chango- y esta negado al crecimiento profesional. Sus padres, de una clase acomodada, son dueños de una casa de electrodoméstico “Badur Hogar” que es un mausoleo de artefactos noventosos, el local está cerrado, pero por nostalgia sigue intacto. Pero la vida monocorde de este cuarentón, se ve alterada por el amor de una salteña porteñizada. Juan (Javier Flores) se pega un metejón importante con la bella Luciana (Bárbara Lombardo). Los parajes hermosos de la provincia, y el cuento de “pueblo chico, infierno grande” convierten a la comedia en una screwball comedy, en donde una mentira piadosa, se transformara en un suceso de enredos graciosos. Badur hogar es romántica y tiene todos los clishes hermosos del género: un mejor amigo pata y gracioso, una lindo soundtrack, y el temblor del encuentro y desencuentro que genera ese nudo en el estomago en el espectador, que espera por ver si la parejita terminaran o no juntas
Efecto Haneke Brady Corbet, es director y actor, para revivir la memoria, lo recordaremos como uno de los loquitos que entra a torturar a una pareja y su hijo en de Funny Game del 2007 de Haneke. Corbet tiene una muy buena opera prima que es The Childhood of a Leader, en donde explora el terror psicológico que mamara de la cuna de Haneke. Pero en Vox Lux, su segundo largometraje, las cosas nos son tan fortuitas. La película arranca bien, una voz en off (imposible no reconocer a William Dafoe como orador) nos introduce en una historia que tiene el tono lúgubre no sólo del cine de Haneke, sino también del cine Yorgos Lanthimos. El relato en off, cuenta la historia de Celeste (Raffey Casidy/Natalie Portman) desde su adolescencia hasta su madurez como una cantante pop famosa. Un suceso trágico en su juventud la lleva a posicionarse como una artista megafamosa. El principio nos toma por sorpresa, y eso está bueno, un disparo sorpresivo, convierte la historia en culebrón, la sordidez de los primeros minutos, meten estupor e intriga de los hechos que se sucederán. Celeste, tiene una languidez esbelta, ojos azules y se desenvuelve en escena de manera perfecta (Cassidy es realmente genial), la inocencia de las primera secuencia, pinta bien. Dividida en salmos, la película es un oxímoron sobre la fama no buscada. La metáfora y las promesas oníricas del relato, llevan una historia interesante al delirio. Celeste crece, y aparece Natalie Portman, que nada tiene que ver estéticamente con la Celeste Joven. El histrionismo exacerbado de Portman, hace decaer la película hasta llevarla en picada. Hasta los números musicales son malos, y me cuesta creer que Corbet haya optado por la parodia. Una película que vale sólo por la primera hora.
“Farrely maduro” es un oxímoron que en la vida pensé usar en una critica, Peter Farrelly, hacedor, juntos a su hermano Bobby, de películas de comedias disparatadas como Tonto y Retonto, Loco por Mary, Amor Ciego y Stuck on you (mi preferida) entre otras, se puso solemne y deja de lado el slaptick y el humor tontuelo, que manejara especialmente en la década de los noventa, en donde explotaba el humor físico, y el chiste escatológico. Los hermanos Farrelly son de los buenos, son de esas duplas de directores que le hicieron bien a la comedia. Ahora uno de ellos, Peter, se desprende de su hermano y se avejenta de golpe, pero esa vejez, aunque demodé y medio de antaño le sigue haciendo bien al cine. Green Boook, es la película más clásica de las nominadas al Oscar, su plot es simplón: Un tano que vive en el Bronxs, racista, bruto, Tony Lip (Viggo Mortensen) está en un receso laboral de “patova” de un club de matones en Manhattan en los años 50 y es contratado por un excéntrico pianista negro el Dr. Don Shirley (Mahershala Ali), educado, intelectual, un tanto pedante. Shirley se lo lleva como chofer por todo el norte de Estados Unidos, por la Estados Unidos republicana. La road movie, desentraña las miserias del pensamiento xenófobo de una época oscura del país, pero Farrelly nos hace poner toda la atención en las idas y vueltas de la relación entre “jefe” y “empleado”. Lip, mostrándose reaccionario en un principio – ya vimos miles de historietas similares- se le subleva a un personaje solitario, triste al que le cuesta las relaciones amatorias. hMortensen y Mahershala Alí, hace un trabajo descomunal, Mortensen gordo – le quedan muy bien sus kilos de más- tiene la cordura como para no exagerar un personaje que podría haber estado desbordado, pero no y – eso también es mérito de Farrelly- ahí está, firme, demostrándonos que es uno de los mejores y que siempre va a estar abonado a la estatuilla del Oscar, por más que Malek (Freddy) o Bale (Cheney) se lo arrebaten impunemente. Marshala Ali, el que sufre, el que debe poner la mejor cara, con inteligencia, mesura ante el maniqueísmo de los republicanos del norte, es – perdón a Richard Grant de Can you ever forgiveme?- mi favorito para ganar el Oscar como mejor actor de reparto. Pero antentos, este año es sin duda el del pollo frito, en Vice – lease crítica- una de las mejores escenas lo tiene de protagonista y en The Green Book la escena bisagra entre la relación entre el pianista y el tano Viggo, es por un pollo Kentucky Fried Chichen – la road movie pasa por Kentucky- el primero nunca comió pata de pollo frito y el segundo trata de convencerlo que por no hacerlo no sabe lo que se está perdiendo, la disputa por esa pata es el punto de inflexión del relato. Farrelly juega con estos dos opuestos, y si bien todos sabemos de qué trata el cuento, la relación entre ambos es hipnótica. Melancólica y con la intención adrede de que uno llore un poquito, Farrelly dirige a estos dos tanques monumentales. Me gusta el oxímoron he dicho y le pongo Muy Buena.
Christian Bale debería estar preparándose su mejor discurso, tal vez como en los Globos de Oro se lo terminará dedicando a Dick “Satan” Cheney, su personaje maquiavélico, monocorde pero eficaz como una bala en la nuca. Bale se disfraza, engorda, se pone pelucas – lo hizo en Escandalo Americano y El maquinista– y aunque a muchos esto le da fastidio, en esta páginas se celebra. Adam McKay ya lo dirigio en la gran La Gran Apuesta, y se sabe, se entienden a la perfección, además a Mr. McKay también le gustan los postizos: la caricatura de los personajes es el fuerte de este director que para quien escribe, es casi de culto. Empezó con una comedia naif como Ricky Bobby– Will Farrel fue su fetiche por años- llego a su punto culmine con las Achorman y con La Gran Apuesta su comedia hizo un vuelco, la agilidad en su discurso se volvió viperina, el tembleque hermoso de una mano apurada y presurosa, se volvió fugaz pero efectivo, su coro de actores – Bale y Steve Carell lideres absolutos- comenzaron a mostrar personajes trazados por la vorágine del poder. En La Gran Apuesta el mundo de los negocios es descripto de manera impecable, y es la mejor del director. En Vice, se permite todos los deslices y excesos, mezcla el mockumentary, el fund footage, hay un narrador omnisciente que va y viene, hay metáforas y metonimias. El gran “desliz” de McKay le sale bien. Bale es Dick Cheney quien fuera vicepresidente en la gestión de George Bush hijo, el retrato de juventud lo posiciona como un trabajador rural de Wyoming, bastante tosco, de pocas palabras que parecería condenado a una vida sedentaria en el interior de EUA. Pero Chaney tiene a Lynne, la eposa es el cerebro de la pareja, quien construye y delinea a este Vice, Amy Adam brillante por supuesto (queremos que ella gane como mejor actriz de reparto). “Yo no llegaría tan lejos como llegarías tu”, le dice Lynne a Cheney en una conversación marcada por la misoginia de los sesenta, donde no existía la posibilidad de becarias en el capitolio. De ahí Cheney comienza su ascenso hasta llegar a ser el VICE. “El vice espera que se muera el presidente” le dice Lynne a su marido, y en esa muletilla radica la gracia de la película. Pero Cheney, “republicano” por Donald Rumsfeld (Steve Carrel), sabe a aprovechar las situaciones políticas. McKay pone todas las cartas sobre la mesa y deja en pelotas el making off de las estrategias políticas. Hago un stop y con esto me despido: Atentos con la escena en dónde Cheney/Bale almuerza con Bush/Rockwell, pollo frito mediante, Rockweel Bush comiendo como una bestia, con la mirada casi perdida, y Cheney, enfrente, diciéndole que quiere todo el poder, incluso la inteligencia, oh mi dios, por esa escena es que la película se merece el Oscar, los silencios de Bale, las onomatopeyas incluidas, y la sonrisa socarrona de “te estoy engañando”, todo es un combo perfecto para una escena deluxe. Con esto no hago spoiler, al contrario les dejo un alerta porque esa es la ESCENA para el Oscar.
No hay reglas para vivir”, canta Jack (Bladley Cooper) con una carraspera country ante una multitud, el comienzo de Nace una estrella, es potente y entusiasta, ese exordio de recital, breve, describe a este personaje desalineado, mega estrella de la música folk, que canta canciones de amor desahuciado. Ya sabemos desde ese compás de autoflagelación que la película será pesada, dramática. Hubo tres versiones, una primogénita del 1937 del libro de Robert Carson y dirigida por William Wellman, la que bancamos todos, la de Cukor – ¿quién podría manejar mejor el timing del melo?- y la de Streisand que es recordada con nostalgia por los jóvenes que consumieron una década de películas de amor trágico (Love Story, Endless Love). Esta Nace una estrella, la contemporánea, la que tiene seis nominaciones a estatuilla – creemos que sólo va a ganar por Shallow, debería, digo en vos alta- arranca con todo el poder, la presentación de Jack es impecable, esos minutos de Black Eyes, lo redescubren como un eximio cantante – ¿acaso ustedes sabían que cantaba tan bien?- ese pelo encerado, aspecto desalineado mugriento de baladas de bares y excesos, pinta bien Nace una estrella. La presentación del personaje de Ally (Lady Gaga) no es tan afortunado, ella haciendo berrinche por un novio que deja en el baño del trabajo, no otorga al espectador una actuación muy afortunada. Gaga sale como derrotada, aunque no abatida cantando el mejor pasaje de “Somewhere over the rainbow” y ahí con los títulos un poco nos enamora: “Cuando todo es un desorden trágico y la lluvia cae por doquier”. Ally y Jack están en pleno desorden, en ese caos, se encuentran en una ronda nocturna en donde ella canta La vie en Rose, con esa cejas postizas que nos hace acordar el tufillo a burlesque de Cabaret de Bob Fose, se miran y se enamoran (esta escena es lo mejor de Nace una estrella). La mirada naif y la sonrisa bobalicona de Gaga, resulta graciosa, como si su personaje estuviera apoderado de una fuerza cannabica, eso me gusta, menos en ese berrinche de presentación – léase con fuerza el primer párrafo-, Gaga está bien. El romance entre Ally y Jack empieza con fuerza, él la invita a uno de sus shows y cantan Shallow (temazo). Las escenas se suceden, se gustan, se aman, se calientan – muy bien las escenas de sexo- pero las adicciones de él comienzan a delinear el melodrama. Cooper con su inocencia de novato, parecería querer meter toda la carne al asador, la timidez de una mirada la transforma en opulencia, mucho, mucho – ¿cuántas veces nos vas a decir que Gaga es narigona?- y el montaje de Jay Cassidy, -raro porque el tipo es bueno y nos dio muchas alegrías de la mano de David O’ RuselL y Bennet Miller- llevan la película en picada: dos ejemplos imperdonables, la secuencia del compromiso, y el insert final. Juro que esperaba la película y aunque no soy fanática de Gaga, si lo soy de Cooper, aun así, los árboles me permitieron ver el bosque, y aquí me encuentro poniéndole un tímido Bueno.
Como un libro pop-up la película de Diego Lublinzky (Hortensia) muestra la efervescencia adolescente de jóvenes de un pueblo. Su última película Amor Urgente, describe, como si fuera un bricolaje dadaísta, la historia de amor de Agustina (Paula Galnello Herzog) y de Pedro (Martin Covani). Ella es la nueva en el colegio y él es el “Napoleón Dinamita” (rememorando la energía del personaje de la película de Jared Hess) de la escuela. Con un andar letánico y con una discurso de adulto de noventa años, Pedro intenta perder su virginidad haciendose el amigo “pata” de la jovencita. Los chistes inocentones resultan graciosos pero con un timing lento que le quita ritmo a una comedia que funciona de a ratos. La cancioncita en italiano que resulta graciosa en una escena inicial resulta un tanto intensa en el devenir de la historia. Agustina quiere a Pedro pero no se decide, mientras Pedro libra un plan para que su amiga piense que ha perdido la virginidad con él. Los malos entendidos, y la comedia desopilante, ponen en jaque la inocencia de estos estudiantes que parecerían sumergidos en épocas de antaño. Estos adolescentes son “pavotes” y eso está bueno, las conversaciones monosilábicas caen en la risa y el tecnicolor potencia el paisaje coloreado de pueblo. Con un final cuyo fotograma es impecable Amor Urgente es una película que vale la pena explorar. La película es un coming of age de pibes de pueblo que intentan sobrevivir a la adolescencia.
Ante la oleada inconmensurable de películas del maintream argentino, necesitaba sentirme libre y burlar la obscena publicidad de algunas películas en cartel, necesitaba postrarme de manera calcina en un cine sereno, sin el estridente ruido del pochoclo mascullado con rapidez y alevosía. También deseaba sentirme conmovida por la familiaridad de las imágenes. Me dispuse entonces a emprender mi viaje cinéfilo hacia el cine Gaumont. Entrada la nochecita, horario del vermú y el copetín, me rendí ante una película en donde Manuel Puig es el protagonista de las misceláneas de un pueblo. Regreso a Coronel Vallejos de Carlos Castro, revela la contienda pueblerina ocurrida en torno a dos grandes novelas de Puig, La traición de Rita Haywort y Boquitas Pintadas. La infancia de pueblo, le sirvió al escritor para crear la fantasía literaria que conllevaría sus primeras dos novelas, los amores de zaguán y el enamoramiento del folletín, se desprenden de los días en soledad del niño “Coco” (así lo llamaban) quien pasaba sus tiempos en el cine y en alguna tertulia al que lo llevaría su madre. Castro, pone sus ojos en el chisme desventurado (y absolutamente maravilloso) que recorrió Coronel Villegas y usa de manera emotiva la voz en off de la narradora de la historia. Patricia Bargero, una erudita y una fiel seguidora de la obra de Puig describe con pesar el enojo del pueblo sobre la inspiración que haría el escritor sobre Villegas y sus habitantes. Sus palabras retumban como melodía en una película en donde se mezcla el espíritu chismoso de Villegas, la historia personal de Bargero y la construcción onírica de dos historias apasionantes emanadas de la literatura. “El pueblo decía que Echevarne era Danilo Caravera”, el gigoló de familia “bien” que lograba enamorar a tres mujeres en Boquitas Pintadas. Caravera un vecino de Villegas, al igual que el personaje de la novela de Puig había muerto de joven de tuberculosis y su belleza había fascinado a un jovencísimo Puig. El pueblo señalaba la profecía literaria del escritor como herejía, incluso Bargero cuenta con asombro la prohibición que sufriera sus libros. Castro construye una película fascinante, un puente entre Coronel Vallejos, el mito que creo Puig en sus fábulas, y General Villegas el lugar en donde supo nacer. Regreso a Coronel Vallegos es la pausa, ese reparo nesario, ante las batallas del cine mainstream. La película ademas dispara la relectura de la primera etapa de Manuel Puig, esa etapa de novela folletinezca, de historias de galanes, estrellas de cine y solteronas enamorada
Redescubrir con una melomanía excitante clásicos sesentones que nunca hubiese explorado en mi diminuta vida musical, verme bailando de manera irrisoria con exaltación Corazón Contento de Palito Ortega o tarareando la versión argenta del tema La casa del sol naciente – la original es The Animal- cantada por un Palito hermosamente lisérgico -usada como telón de una escena de amorío y fantasía entre dos rateros- o aún más extraño, poner en el podio de mis temas preferidos en habla hispana El extraño de pelo largo de la Joven Guardia. Me volví fana de la playlist de Billy Bond, la que escucho con insistencia gran parte de mi día. El Angel, de Luis Ortega, hizo que haga doblete con una película argentina – rara vez lo hago en el cine- y que me vuelva animosamente melómana. Al principio me hice la viva y bardeé un poco el tráiler, el hedonismo romántico me daba cierto temor por presenciar el endiosamiento de un asesino serial, después me tranquilicé y recordé que otras películas de facineros como Dahmer de David Jacoson o Monster de la gran Patty Jenkins también han usado un tono novelero para retratar a un criminal que termina por seducir al espectador. Esos rulos mágicos de Carlitos (Robledo Puch) comienzan a moverse desde la primera escena y desde ahí nos paramos ante a este torbellino: con su polera roja de jersey y su pantalón pata elefante se sacude con movimientos agogo con el clásico El extraño de pelo largo. Luis Ortega maneja como los dioses la cámara, hace actuar bien hasta una tarántula, sabe dirigir. Lorenzo Ferro, principiante, tiene una fotogenia divina (hablemos de voluntad), el pibe es un novato que contruye un asesino que comienza a delinquir con cierta inocencia, para transformarse luego en un malhechor despreciable. El coqueteo de Ortega con la cámara, me rememoró ese flirteo esplendoroso de Sofía Coppola en Adoro la Fama, también una película de jóvenes delincuentes (basada en hechos reales). El Angel tiene algo de Coppola: la forma de narrar, esa opulencia elegante de Sofia – además del uso que hace de la banda sonora- con esos paneos hermosos y ese transitar musicalmente popero. Carlitos se enamora de manera platónica de Ramón (Chino Darin) un compañero de la “escuela técnica”, lo busca primero a para irse a las manos y luego para convertirlo en su primer compañero de robo. La histeria y la tensión entre Ramón y Carlitos se muestran de manera lúdica toda la película, se buscan de manera inocente y el deseo se transforma en un estado salvaje de violencia. “Yo quisiera que sepas que nunca quise así, que mi vida comienza cuando te conocí” bailan juntos en una fantasía onírica que cinematográficamente es perfecta y describe el estado idealista de la relación. Ortega es inteligentísimo y se la juega por el título noticioso de la época en donde mostraban a El Ángel como un “invertido” y plantea un ida y vuelta entre Carlitos y Ramón que fluye y atrae. Carlitos es reflejado en el espejo de una joyería, un plano difícil de hacer, allí juega a ser Evita, ese segundo de escena se vuelve lo mejor de la película, los ojos humedecidos de un Puch femenino con aretes de perlas, transforman al joven en una vamp. Ramón lo apoya por detrás y el soliloquio del el ángel se trasforma en una ventana en donde se muestra la comunión de amor de entre una pareja de bandidos. Pero ese esplendor comienza a volverse sórdido y oscuro y el instinto criminal delinea el final fatídico de unos de los asesinos más sanguinarios de la Argentina. Y la entelequia del criminal propuesta por Ortega baila y se mueve al estilo boogie woogie con la música de la joven guardia de fondo y la revitalización de El extraño de pelo largo comienza a apoderarse del espectador, una vez mas. Valoración: Muy Buena
Invitacion de Boda es una comedia en donde la realizadora palestina Anne Marie Jacir retrata a través de la vida familiar los problemas culturales y sociales del pueblo palestino. Un padre arraigado a las viejas tradiciones se confronta con un hijo cuarentón, arquitecto, que vive en Roma y viene con todos los vicios de la ciudad cosmopolita. La reunión se da en torno a la boda de la hermana menor. Padre e hijo deben entregar las invitaciones a todo el círculo familiar: el reencuentro con los viejos y la gracia que deriva de ello construyen un panorama cómico, espontáneo que resalta lo mejor y lo peor de la vida en familia. Wajib (asi su nombre original) es graciosa, pero también describe una situación social complicada y esto es interesante, porque el vínculo de familia nos acerca y nos hace conocer un mundo y una cultura diferente. Mohammad Bakri interpreta a Abu Shadi, el padre, que se posciona como el “contrera” de un hijo marrano que ha decidió viajar por el mundo y alejarse de la tradición familiar. Bakri es un actorazo y construye un personaje gracioso, ácido que se pasea con frases irónicas y chicanas para con su hijo. El vodevil le da a la comedia un espacio de improvisación que resulta jocoso. Padre e hijo suben y bajan por los diminutos pasillos de Nazaret, pero también lo hacen por las emociones del encuentro. El viejo profesor universitario se confronta con su hijo “profesional” crítico absoluto de la pugna sociopolítica de la franja y el padre, un caudillo nacionalista, le hace frente con humor. Lo genial de Wajib es que es una película sincera en donde la gracia deviene absolutamente de la riña: padre e hijos pelean, pero inmediatamente, y ahí esta otro punto a favor en la película, acompañan a la hija que se va a casar a probarse el vestido de casamiento y se sientan frente a ella como dos tias encantadas, dejando el rencor. La contienda en ese momento se transforma en ternura. Invitación de Boda ganó el galardón como Mejor Película en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
Película de seleccionado sub setentonas, Cuando ellas quieren es ideal para la doña. La ópera prima de Bill Holderman se mete en la comedia y pone el foco en cuatro grosas: Jane Fonda (Vivian), Diane Keaton (Diane), Candice Bergen (Sharon) y Mary Steenburgen (Carol) se presentan como un grupo de amigas veteranas que se reúnen una vez por mes en una especie de club de lectura. Las señoras se pondrán cachondas con la inclusión en su “tarea para casa” del best seller Cincuenta sombras de Grey y harán un pacto para volver al mundo de las conquistas. Lo genial de la película es que es sincera, no busca ser ostentosa y en muchos de los pasajes, se nota la poca monta que se le da a la técnica. Un collage desprolijo muestra los rotros jóvenes de estas bellezas en el idilio de la juventud y va presentando en los títulos de apertura a cada personaje: La soltera millonaria que le huye a los compromisos (Fonda eterna), la esposa enamorada de su marido pero que la rutina ha envejecido su atractivo amatorio (Steenburgen), la “jefa” y mi preferida, recientemente divorciada y jueza de la nación (Bergen, sí la malísima de Miss Simpatía) y la amiga flipada, idealista, descontracturada, que acaba de enviudar y se le presenta un programón llamado ANDY GARCIA en su vida (el galán esta mejor que en los ochenta). Todas actúan bien, y el guion, se apoya en la idea de “seducción” en la madurez de la vida. La frívola imagen y hermosa, de estas MILFS exitosas, proporcionan un escenario en donde animan a las señoras a redescubrirse. Por eso, cada una tendrá su historia con algún veterano que le arrastraran el ala en toda la película. El romanticismo, y la comedia funcionan bien en esta película en donde en algunos pasajes parecería primar la improvisación. Las señoras se ríen de las situaciones y en ningún momento hay tiempo para el drama. Además pasan en un momento casi crucial de las película el temón I’d Do Anythings for love de Meat Loaf. Nada puede salir mal en Cuando ellas quieren. Holderman, se divierte y muestra lo mejor de estas chicas, hermosas que sueñas como pimpollos en encontrar un compañero de vida. Como fan de la pavota Nueva Comedia Americana, entre a ver la película de la “doña” con todo los prejuicios, pero salí encantada porque celebro que se incluya a la mujer madura en las comedias y que hablen de sexo tan abiertamente. Ya no son segundonas, son las protagonistas. La doña chocha y yo también.