Sólo dos estrellitas para la secuela de la precuela de El Conjuro. El filme está flojo de ideas.
Un grupo de niñas huérfanas se va a vivir a la casa de una pareja que hace varios años perdió a su hija en un accidente. El hombre se dedica a hacer muñecas y entre sus creaciones se encuentra Annabelle. Mientras pasan los días, en la casa comienzan a ocurrir sucesos extraños que ponen en peligro a las recién llegadas y a los propios propietarios.
Annabelle 2 vuelve a poner en pantalla a la muñeca poseída y desarrolla un poco más el universo de El conjuro, que incluye dos películas elogiadas por la crítica y el público. Es una precuela de Annabelle, que a su vez es precuela de El conjuro.
Esta nueva entrega, que cuenta el surgimiento del juguete diabólico, no sólo resulta tan decepcionante como la primera sino que además debilita las expectativas de cara a lo que viene (hay programados más filmes con El conjuro como disparador).
Para empezar, las escenas que pretenden dar miedo llegan muy avanzada la historia. Y cuando ocurren, tampoco resultan aterradoras. Los sustos son predecibles, los recursos muy trillados y la muñeca menos espeluznante de lo que se podría suponer.
De cualquier manera, el filme se las arregla para mantener la tensión hasta el final. Además, para los seguidores de la saga, hay varios elementos que remiten a las otras películas, como una breve aparición de la monja de El conjuro 2. Y también se presentan potenciales hilos para próximas cintas: ¿se viene la película del espantapájaros?
Entre los puntos fuertes de la película se puede mencionar el elenco. La pareja que da asilo a las niñas (Miranda Otto y Anthony LaPaglia) tienen oficio de sobra, aunque quizá no esté explotado al máximo, y Talitha Bateman se roba la película como una niña que padece polio y sufre el acoso del espíritu de la muñeca.
Por otro lado, la estética retro que caracteriza tanto a Annabelle 2 como a todo el universo creado por James Wan, le brinda un plus a la hora de recrear la atmósfera de terror.
La casa, el paisaje desolado y el vestuario son para destacar, pero no alcanzan para contrarrestar un guion pobre y sin grandes ideas.