El origen del mal
Annabelle (2014), el spin-off de El conjuro (The Conjuring), no se acercó ni remotamente a lo que fue esta película de 2013 con personajes interesantes, una nueva mitología, terror del bueno y planos impresionantes. Toda la historia que se podía aprovechar de la muñeca Annabelle que tantos sustos nos había dado, alcanzaba solo para decir que era una película más del montón dentro de un género bastardeado.
La noticia de una segunda entrega ya nos resultaba un poco molesto, pero no causó sorpresas dado los millones recaudados en cines. Finalmente Annabelle 2 llega a los cines de Argentina, y curiosamente resulta esa rareza de que una secuela supera en muchos aspectos a la original.
El film tiene lugar antes de los eventos de la primera película de Annabelle y nos relata cómo la muñeca se convierte en ese oscuro ser. El elemento que da vida a la mitología maligna funciona muy bien, a lo que se le suman personajes atractivos para la historia. Charlotte (Stephanie Sigman) es una monja que le busca un hogar donde quedarse a un grupo de huérfanas. Afortunadamente (o no) un fabricante de muñecas se ofrece a darles asilo, luego que junto a su mujer perdieran a su propia hija en un accidente años antes. No pasará demasiado tiempo cuando cosas extrañas comiencen a suceder y una fuerza maliciosa se dirija a Janice (Talitha Bateman), una de las niñas y la más débil de todas, junto a su mejor amiga Linda (Lulu Wilson).
Las dos pequeñas actrices llevan de forma excepcional sus roles y la química entre ambas hace que resulten creíbles en ellos. Sobre todo Janice, cuyo personaje sufre de polio, pero a la vez la realza mostrándonos que es sumamente inteligente y capaz.
Las participaciones del creador de muñecas (Anthony LaPaglia) y su esposa (Miranda Otto) pasan bastantes desapercibidos en la historia, sobre todo porque prácticamente viven en las sombras de lo que significa su hija fallecida y la propia muñeca. Posiblemente hubiera sido mejor otorgarles mayor acción dentro del film, pero aun así no hay nada malo con sus actuaciones.
En Annabelle: La creación podemos encontrarnos una historia que no juega a ser algo excepcional (incluso mucho de lo que sucede suena previsible) pero se plantea de formas inesperadas, que resulta en que la tensión vaya creciendo. Y los laureles se los lleva también la propia Annabelle, a quien supieron inculcarle lo mejor de El conjuro e incluso de La noche del demonio (Insidious, 2010). David F. Sandberg viene de dirigir Cuando las luces se apagan (Lights Out, 2016) y en esta ocasión plantea unas cuantas escenas que resultan frescas para el género de terror.
Próximamente The Nun nos situará en 1952, en el monasterio de Cârţa en Rumania, donde una monja, un sacerdote y un noviciado investigan un secreto impío y se enfrentan a una fuerza malévola en forma de monja demoníaca. Y luego será el turno de The Crooked Man, el personaje que supo aparecer en la última entrega protagonizada por Patrick Wilson y Vera Farmiga como Ed y Lorraine Warren. Es así que Annabelle: La creación nos da muestras sobradas de que un spin-off es bien recibido cuando hay ideas atractivas y potencial para llevarlo adelante. Y que la saga de los Warren no termina en su conjuro.