Con casi siete millones de entradas vendidas entre seis películas, el universo conformado por los dos films de El conjuro, los dos de Annabelle, La bruja y La maldición de La Llorona se ha convertido ya en una de las franquicias más exitosas del género de terror en los cines de la Argentina. La saga que tiene como eje específico a la inquietante muñeca victoriana del título regala ahora su tercera entrega, que presenta en el planteo inicial y en el cierre al matrimonio de demonólogos conformado por Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson y Vera Farmiga), pero que en verdad tiene como protagonistas a Judy (McKenna Grace), hija de ambos; a la niñera Mary Ellen (Madison Iseman), que tiene la misión de cuidarla en ausencia de los padres, y a la amiga de esta, Daniela (Katie Sarife), que no tiene peor idea que ingresar a la habitación en la que los Warren guardan múltiples objetos con poderes diabólicos, incluida -claro- Annabelle.
Este film dirigido por el debutante Gary Dauberman (guionista de las dos entregas anteriores de este spinoff de El conjuro) tiene algo del terror setentista y otro poco de las clásicas historias de Scream (agraciadas adolescentes deben resistir la amenazante presencia de fuerzas malignas), pero, si bien evita la acumulación sangrienta del slasher, termina apelando durante sus 106 minutos a demasiados lugares comunes tanto en su puesta en escena como en el diseño sonoro y en los efectos visuales. El resultado final no es indigno (el profesionalismo de Dauberman es indudable), pero deja gusto a poco.