Annabelle viene a casa (Annabelle Comes Home), es el nuevo capítulo del universo expandido de El conjuro (The Conjuring) y la tercera película centrada en la muñeca más creepy del siglo XXI, quien en esta edición cuenta con la ayuda de un cuarto infectado de pesadillas listas para interpretar meticulosamente todos los sustos que hicieron exitosa la saga.
Comparada con sus predecesoras en la trilogía, esta película, trabaja con una fórmula similar a las protagonizadas por los Warrens: es animada, entretenida y logra que nos tomemos el tiempo de simpatizar con sus protagonistas.
La película comienza con la primera aparición de la muñeca en la vida de los Warren, reintroduciendo a Patrick Wilson y Vera Farmiga, una vez más interpretando a los famosos “demonólogos” y reconocidos Ed y Lorraine Warren. Quienes luego de una breve introducción en la cual nos demuestran que la muñeca no es poseída como creíamos, sino que es un poderoso conducto que atrae a todos los espíritus a su alrededor.
El universo de El conjuro siempre giró sus historias alrededor de los encuentros sobrenaturales de los Warren, la película se encuentra situada, entre el prólogo y la narrativa principal de El Conjuro, el momento en que el matrimonio traslada a la muñeca Annabelle hasta su casa para encerrarla en su colección privada de objetos malditos.
En esta oportunidad aprovechando el debut como director de uno de los co-escritores de este universo, Gary Dauberman, centra su enfoque en Judy Warren (interpretada por McKenna Grace), la hija de Ed y Lorraine, quien es mucho más parecida a la madre de lo que las otras películas habían dictado. La película responde la pregunta que todos nos preguntamos desde El conjuro 2: ¿Qué tipo de vida puede llevar una niña al crecer en una casa donde se guardan innumerables objetos poseídos, regularmente bendecidos por un sacerdote, detrás de una puerta con 4 cerrojos y cerrada con llave?
Para la sorpresa de nadie, Judy lleva una vida extraña y solitaria. Se acerca su cumpleaños y aparentemente nadie puede pasar por su casa porque los padres de sus compañeros de clase no quieren que sus hijos se asocien con la hija de los exorcistas, así que parece que la lista de asistentes sólo incluiría a sus padres y su niñera, Mary Ellen (Madison Iseman) aunque el día anterior al festejo, sus padres deben abandonar la casa por trabajo, dejando a la niñera a cargo de cuidar a Judy por la noche, y junto a ella se auto invita su mejor amiga, obsesionada con fantasmas, Daniela (Katie Sarife).
Mary Ellen es la niñera más responsable de Hollywood y sabe que no debe husmear en la casa de sus jefes y Judy sabe lo suficiente como para dejar esa habitación maldita sola. Sin embargo el plot de la historia surge gracias a la mórbida curiosidad de Daniela quien logra que en poco tiempo las protagonistas queden atrapadas en una casa llena de espíritus poco amigables. Y el verdadero problema se desenvuelve una vez que la niña libera a Annabelle de la caja y todos los artículos que tocó se vuelven en su contra. Hay una televisión encantada, un vestido de novia encantado, una armadura de samurai encantada, un juguete de mono golpeado de platillos (Stephen King entendió esa referencia) y, para la desgracia de Mary Ellen, hay un fantasma con monedas que cubren sus ojos que va a ser su pesadilla personal.
E incluso hay un hombre lobo, porque, ¿porqué no?
La saga creada por James Wan no escatimó nunca en métodos originales para hacer que los fantasmas nos hagan saltar del asiento, sin embargo, Dauberman agregó diversidad. Hay muchos tipos de fantasmas, y ha logrado meter a la mayoría de ellos en unos 100 minutos de película.
Annabelle viene a casa es la mejor de la trilogía de la muñeca, ya que además de ser entretenida como todas las de su universo, logró que el cambio de protagonistas sea positivo, incluyendo el guiño que Judy es igual a Lorraine. Y quien dice que no podría seguir el mismo camino que siguen sus padres….
El único detalle con el film, es que peca de inconsistente, como la aparición de “personajes” que parece que van a ser importantes a la trama y no lo son o no vuelven a aparecer. O la falta de escenas de tensión que no recurrieran al scare jump, que el conocedor de las películas ya puede predecir. Se viven momentos de tensión, pero no con la adrenalina que se desencadenaba en las primeras películas de la saga. Atrás quedaron los días donde un simple aplauso podía hacernos recordar con cariño a los padres del productor.