Continuación previsible y obvia
Uno de los grandes éxitos de crítica y público de 2013 fue El conjuro, la historia de una casa embrujada en la que aparecía una aterradora muñeca llamada Annabelle. Rápidos de reflejos para capitalizar el fenómeno masivo y antes de la secuela que llegará recién en 2016 -otra vez de la mano de James Wan- los productores concibieron este spinoff dedicado a Annabelle. El resultado, lamentablemente, es mucho menos logrado que en la película que le dio origen.
Todo aquello que brillaba en El conjuro (los personajes, las actuaciones, los climas, la economía de recursos, la construcción de suspenso, el uso austero de los efectos visuales) se vuelve mediocre, obvio y previsible en Annabelle, film que rodó sin ningún destello particular John R. Leonetti, habitual director de fotografía de Wan.
La acción transcurre en 1969 cuando Annabelle llega como regalo de un joven marido que está a punto de recibirse de médico (Ward Horton) para su bella esposa, que está con un avanzado embarazo (Annabelle Wallis), quien la incluirá en su colección de muñecas en una casa de Santa Mónica.
Como bien indicaron varios críticos, el film tiene algunos puntos en común con El bebé de Rosemary, de Roman Polanski, y -en ese sentido- la aparición de imágenes televisivas y situaciones ligadas al clan Manson (cuyos integrantes mataron a Sharon Tate, esposa de aquel realizador) parece una decisión bastante torpe por parte del guionista Gary Dauberman. Las múltiples referencias religiosas tampoco se escapan de los lugares comunes de este subgénero de fuerzas sobrenaturales y posesiones diabólicas.
Si en El conjuro Wan "dialogaba" con los admirados directores de la generación del 70 (John Carpenter, Brian De Palma, William Friedkin o el apuntado Polanski), aquí parece como si los realizadores no confiaran en sus propias capacidades. Annabelle está sostenida por una música ampulosa y, sobre todo, por efectos de sonido que acentúan todos y cada uno de los picos de tensión. Si bien hay unos cuantos sustos y situaciones bastante logradas, la película nunca consigue la fluidez ni la intensidad de su predecesora. Mientras en Hollywood ya planean una "cruza" entre Annabelle y otro muñeco famoso del género como Chucky, habrá que esperar al regreso de Wan con El conjuro 2 para recuperar todo lo que aquí se ha perdido.