Muñeca brava, y maldita
Esta “precuela” de El conjuro, la película de terror más exitosa de la temporada anterior, se centra en una de las reliquias del mal que provenían del productor anterior, una muñeca capaz de meterle miedo al mismísimo Chucky.
Si se aplicara un viejo dicho campero para definir una de las grandes tendencias dentro de la producción del cine industrial contemporáneo, no estaría mal decir que toda película que camina va a parar al asador de las sagas. Y eso es exactamente lo que pasó con El conjuro, de James Wang, que llegó a los cines locales el año pasado y fue sorpresa. Aunque es cierto que representó lo mejor que se había visto en materia de terror clásico en mucho tiempo, El conjuro no llega a ser una película redonda: mientras más se va acercando al final va dejando de ser una relectura de los grandes títulos del género de la década del 70, para irse convirtiendo de a poco en un remedo, en más o menos lo mismo de siempre. Algo parecido, pero con menos ambición, ocurre con Annabelle, de John R. Leone-tti, una precuela de la historia contada por Wang. La misma se centra en una de las reliquias del mal que la pareja de parapsicólogos que interpretan Patrick Wilson y Vera Farmiga juntaba en el sótano de su casa. Es decir, la muñeca espantosa que da nombre a la película.
Sí las acciones de El conjuro se desarrollaban durante la primera mitad de los años ‘70, Annabelle retrocede un poco más para ubicarse a fines de la década anterior. Y, como ocurría con la otra película, el contexto elegido no podría ser mejor. Una pareja de recién casados que espera a su primer hijo se muda a una casita ubicada en un lindo barrio suburbano. Mientras él se concentra en completar su residencia médica, ella pasa el tiempo dedicada a la costura frente al televisor, medio por el cual el guión introduce macabros toques de época. El informe de un noticiero habla acerca de La Familia, la famosa secta de Charles Manson que todavía no había despanzurrado a nadie. Entonces, el espanto: él le regalará a su mujer una estrafalaria muñeca, porque ella las colecciona, y esa misma noche son atacados por dos fanáticos de un culto satánico. En un interesante giro, esa noche de horror verdadero, de la cual la pareja consigue salir con vida, se convertirá en la puerta de entrada a un terror de otro mundo.
Así como era fácil detectar los antecedentes sobre los que Wang construyó su película, lo mismo pasa con la de Leonetti. Si la presencia de una secta ocultista atacando a una embarazada remite con trazo firme al asesinato de Sharon Tate y a la película que su marido, Roman Polanski, rodaba en ese momento (El bebé de Rosemary), otros detalles como un cura fotógrafo trae a la memoria a La profecía, de Richard Donner. Y la muñeca a su pariente Chucky, de Tom Holland (aunque Annabelle no tenga ni una pizca del carácter paródico que fue tomando la serie del muñeco maldito). En cambio abunda en exitosas escenas de miedo, incluyendo un par que pueden afectar a los impresionables. Pero Annabelle vuelve a fallar en la misma instancia que su antecesora, el tiro del final, donde la idea cristiana del sacrificio vuelve a ser (otra vez) el centro del asunto.