Annabelle

Crítica de Lucas De Caro - Toma 5

SEIS SALTOS Y UNAS SONRISAS

Cuando se piensa al cine como género, los creadores de películas se permiten seguir un camino estructurado para la obtención de su obra. De esta manera, las actuaciones, los elementos, los diálogos y los argumentos se repiten escena tras otra, creando así una película meramente de terror, por ejemplo. Y eso es lo que sucede con “Anabelle”, por lo que termina siendo una pochoclera que da miedo.
Siendo precuela de la exitosa “El Conjuro”, que contó con la dirección de James Wan (creador de “Saw” e “Insidious”) parecía obvio que iba a haber una cantidad importante de público esperando este estreno. Por suerte para algunos, la ansiedad se terminó en gran parte y ya se están cortando tickets y vendiendo más pochoclos con esta nueva película en cartel. Acá se nota la poca mano de Wan, quien aquí hace de productor y parece ser que sí dirigirá la verdadera segunda parte para 2016, y los antiguos personajes casi ni chistan.
En esta ocasión, tenemos al director de “Efecto Mariposa 2” y a una pareja joven yanqui en la pantalla. John y Mia Gordon (Ward Horton y Annabelle Wallis) deciden comprarle una terrorífica muñeca a quien va a ser su primera hija y la acomodan en una repisa junto a otras. Partiendo de la base, sabemos que nadie jamás le regalaría ese espanto a su bebé recién nacida. Luego, una noche muy fea, unos locos satánicos invaden la casa, aumenta la tensión y vuela sangre. Todo se justifica con que ‘los locos hacen locuras’ pero todos sabemos bien que la muñeca es mediadora de un demonio. A partir de ahí, será una misión alejar al diablo de sus almas.
Adentro de la sala, los espectadores se encontrarán con una muñeca que no hace ni una mueca pero se mueve por arte de magia satánica y verán carteles de ‘Exit’ como los del hotel de “El resplandor” y un carrito para la futura criatura como el de “El bebé de Rosemary”. Elementos que ya conocemos se pasean por la pantalla.
Y como en todas las de terror, el protagonista se enfrentará estando solo en la casa de noche a los ruidos misteriosos que vienen de otra habitación, en vez de salir corriendo y llamar a la policía, y los diálogos se mantendrán al 50% de la velocidad normal para generar mayor suspenso. Verosímil o no, los recursos funcionan. El miedo podrá invadir por momentos sus pieles y los hará saltar varias veces de sus butacas, aunque por otro lado, en algunos pasajes la película se ridiculizará a sí misma y quizás hasta les saque alguna que otra sonrisa.
En resumen, nos encontramos con una creación forzada más dentro del cine de terror, uno de los géneros más difíciles de trabajar sin que el relato se convierta en una fantasía. “Anabelle” venderá gracias a lo que fue “El Conjuro” y algunos podrán satisfacer su necesidad de enfrentar al miedo adentro de una sala de cine. El que quiera un poco de eso, vaya. Al que no le interesa, siga tranquilo con su vida. Hay cosas mejores.