La muñeca de James Wan
Anabelle probablemente sea la muñeca más fea y terrorífica jamás fabricada, a tal punto que nadie en su sano juicio se la regalaría a un niño a menos que le desee el mal. Esta fealdad/maldad tan obvia es el primer ataque contra le verosimilitud del film y el primer escollo que debemos sortear como espectadores si nos interesa seguir viéndola. La película de John R. Leonetti, quien tiene una intrascendente experiencia como director aunque una larga trayectoria como director de fotografía, es un intento de ampliar el universo de El Conjuro de James Wan, contando el origen de la maldición que arrastra consigo la dichosa muñeca.
James Wan
Los últimos cuatro años han sido más o menos mediocres dentro del cine de terror: salvo excepciones puntuales (Oculus, por ejemplo), se estrenan una cantidad de películas repetitivas, sin garra, y lo peor, hechas sin el más mínimo amor por el género. Las películas de James Wan son una excepción dentro del promedio que se filma todos los años. Porque, más allá de haber dirigido la que quizás sea la única entrega de El juego del miedo que valga la pena (la única que no festeja el fascismo terminal de Jigsaw), ha iniciado desde Silencio del mas allá (2007) una búsqueda que apunta a aquellas fuentes del relato terrorífico, cuyos temas son lo oculto, lo sobrenatural y lo demoníaco. Su sorpresa fue La noche del demonio (2010) pero en perspectiva quizás su mejor película dentro de esa búsqueda sea El conjuro (2013). Películas basadas en un guión decidido, que no desisten a la facilidad de burlarse de sí mismas sino que empujan hacia adelante con su propuesta, actitud que se agradece. Aunque habría que dejar en claro que ninguna de las anteriormente mencionadas son obras maestras ni mucho menos, pero comparten la virtud de estar un poco por encima de lo que se viene filmando.
Muñeca
Con Annabelle, Leonetti comete el error de querer calcar el estilo de Wan, lo que no termina de salirle del todo. Aunque se le puede rescatar el diseño de algunos sustos que entran dentro de la categoría de bellos por la destreza con la cual están filmados y también el manejo exasperante que hace de la tensión. Además, hay que mencionar que no le hace demasiado caso a esto que llamamos guión, porque Annabelle está construida bajo el mismo molde de una 200.000 películas sobrenaturales.
Si somos generosos, podremos descubrir por ahí ciertas reminiscencias de El bebé de Rosemary. Y si directamente somos Bono o algún otro campeón del altruismo, diremos que Annabelle es directamente una reescritura de aquella joya de Polanski. No me atrevo a optar por ninguna de estas afirmaciones, soy un tibio como Annabelle, que se parece al gobierno de Pepe Mujica: queda bien con los que tiene que quedar bien y de pasada entretiene.