Tal vez “Annie” sea uno de los pocos musicales en el que no aplica cuestionarse por la necesidad de revisitarlo, porque ha ocurrido un par de veces, desde su creación en 1976, tanto en cine como en TV (sin ir más lejos acá Cris Morena transformó la historia en un mega-éxito), y ni hablar del teatro en todo el mundo, algo similar a lo que sucede con “Los Miserables”. En todo caso está más cerca de la pregunta, y ¿por qué no?
La fórmula funciona bien: Annie (Quvenzhané Wallis) es una huerfanita simpática (hasta cuando la retan sonríe) que anhela el regreso de sus padres, creyendo que estos van a volver algún día a partir de conservar la mitad de un medalla. Supuestamente ellos tienen la otra, por eso día a día va y se sienta a esperarlos en el cordón de la vereda frente a un restaurante. La niña tiene una "reclusión ambulatoria” en la casa de Hanningan (Cameron Díaz), una (pretendidamente) ex estrella de la música pop venida a menos, necesitada de la subvención del gobierno por albergar a ésta y otras niñas en la misma condición. En el interín de su espera se "topa" con Will Stacks (Jamie Foxx), un millonario con cierta aversión hacia los niños y a cualquier acto de bondad, aunque accede a realizarlos públicamente pues, además de cínico, está impulsando su carrera por la intendencia de la ciudad, rodeado de asesores no menos inescrupulosos (Rose Byrne y Bobby Cannavale). Quedará ver cómo el costado noble de su corazón es conquistado una vez más por la protagonista.
Es un musical para toda la familia, o sea que es de esperar una impronta bien lavada y liviana de semejante dramón. Con lo dicho no hay nada que esperar en un género muerto y casi enterrado por la mala praxis de los últimos realizadores, con ejemplos poco felices como ”Nine” (2009), “Hairspray” (2007), casi toda la última versión de “Chicago” (2002), y ni hablar de “En el bosque” (2014), estrenada hace poco, demostrando que Rob Marshall es capaz de subestimar a cualquier público.
Cómo será de chato y superficial el nivel que, por contraste, “Annie” sale bastante airosa en términos generales, y en varios rubros en particular. El primero, y más importante, es la dinámica narrativa. Will Gluck no permite que las canciones hagan decaer el relato, fundamental como premisa para aggiornar un género que, salvo por “La novicia rebelde” (1965), y un par de ejemplos más, no resisten el paso del tiempo. Luego, lo mejor de esta producción es no pausar la acción real en desmedro de los cuadros musicales. “Annie” fluye y se parece mucho, en el buen sentido, a la de 1982 dirigida por John Houston. El director se permite licencias que funcionan bien, aunque al principio parezcan meros golpes de efecto. Por ejemplo, el hecho insoslayable de tener una protagonista negra en lugar de la pelirroja; justificado en un gag muy bien insertado al comienzo en el cual, en plena clase una maestra, pide por “la otra Annie”.
Los otros aciertos, con menos contundencia, pero no menos importantes, son: por un lado, la música propiamente dicha, con los dos o tres temas clásicos que se suman en versión "pop-Glee" a los nuevos y hace todo más “FM para chicos” del siglo XXI, en lugar de optar por la grandilocuencia tradicional. Por el otro costado está el elenco que si bien no brilla, se acomoda bastante bien a la protagonista, más allá de la sobre actuación de Cameron Diaz, y el poco talento de casi todos para cantar o moverse, pero en todo caso ni Albert Finney, ni Tim Curry, ni Carole Burnett cantaban bien tampoco. Era (y es) un elenco adulto girando alrededor de la frescura infantil, lo cual funcionaba bien por contraste puro. Como hace más de treinta años con Aileen Quinn, la frescura atorrante de Quvenzhané Wallis, nominada al Oscar hace dos años por “La niña del sur salvaje” (2013), es el eje por el cual se deja ver el atractivo inicial de la película y que por suerte se sostiene hasta el final.
Lo dicho, el género está prácticamente condenado a los libros de historia, pero si hay una luz de esperanza esporádica habría que darle al realizador un guión original para a ver qué pasa. Mientras, ésta “Annie” entretiene bien.