Todos somos lo mismo
Michael Stone es un exitoso especialista en atención al cliente, esposo y padre, que debe dar una conferencia de prensa en Cincinatti. Él había vivido allí años atrás, y no resiste la tentación de llamar a su ex. Sin embargo, las cosas no salen bien y Michael parece desolado hasta que de casualidad conoce a Lisa. La premisa parece simple: un hombre casado en busca de una aventura de una noche. Sin embargo, con este planteo típico, el director y guionista Charlie Kaufman nos hace preguntarnos un poco más profundo.
En primer lugar, es un acierto que se haya recurrido al stop motion para contar una historia sobre la naturaleza humana. Con una técnica impecable, constituye un metalenguaje en sí misma: desde el punto de vista de Michael todos tienen los mismos rasgos físicos y la misma voz, todos son práticamente iguales. Es así hasta que conoce a Lisa, la anomalía en su vida, la única que es diferente. Llevado a un extremo, cuando las personas no nos despiertan interés, ¿las vemos a todas iguales? Es una soledad que viene dentro de un mundo global en el que nada es extraordinario sino que todo parece estandarizado. Hasta que conoce a alguien que no lo es.
Sin embargo, no es una historia de amor. Todo nuestro relato dura poco más de 24 horas, y al final nos dejará más tristres y frustrados que una típica comedia romántica en la que todo sale bien fácilmente. Nos preguntamos por qué Michael se comporta así, qué rige sus sentimientos, qué es el amor y si es posible enamorarse en tan poco tiempo. Es una historia de angustia y de insatisfacción por la vida de un hombre en la crisis de la mediana edad. El aspecto morfológico de que las caras de los personajes de ensamblan por piezas, lo que él descubre en un momento de lucidez o debilidad, destaca incluso más la idea de que todos son iguales cuando poco nos importan.
Una historia bizarra como todas las de Kauffman (“Being John Malkovich“, “Ladrón de Orquídeas“), y que nos dejará pensando o tendremos que ver más de una vez. Aunque es un guión sencillo, tiene mucho en lo que explorar; sólo nos pide que nos tomemos el tiempo para hacerlo. Las acciones se ven más realistas incluso que con actores de verdad, de una forma que por momentos es incluso cruda. La fotografía que deriva del stop motion es hermosa, cuidada en cada detalle desde el más pequeño adorno en el hotel y hasta cómo la luz entra por las ventanas. Esto le valió la nominación al Oscar a mejor película de animación, totalmente justificada.
La obra de Kauffman parece sencilla porque el planteo lo es, pero no es simple en absoluto. Es una película para dejarnos pensando y entrar en el verdadero mensaje que busca transmitir con reflexión y paciencia. Pero no desesperen, vale mucho la pena y encontraremos un raro diamante escondido en lo que al principio parecía una típica comedia romántica.