31° MDQ Film Fest: “Aquarius” de Kleber Mendoça Filho (2016) “Aquarius” es el nombre de un edificio colonial de la parte rica de Recife, frente a la playa, en un lugar paradisíaco. Allí vive Clara, donde ha vivido toda su vida, donde ha sobrevivido a un cáncer, donde ha criado sus hijos, donde se ha casado y enviudado. Sin embargo, la vida encuentra a Clara como la última habitante de ese edificio, donde todos los departamentos han sido comprados por una constuctora que busca utilizar el terreno para un nuevo emprendimiento. Sin embargo, la mujer se niega a abandonar su hogar. Aunque a priori puede parecer que la película se tratará de la historia de este conflicto, que sirve como común denominador durante todo el metraje; en realidad es una excusa. Se trata de un truco para contar la vida actual de Clara, una suerte de biopic sin demasiado pasado más que las primeras escenas. Es una vida de clase alta, pero además llena de relaciones sociales y familiares. Al contrario que a muchas personas mayores, ella se mantiene activa y no hace caso a ninguna posible limitación. Su decisión de no dejar su departamento es coherente con su estilo de vida. El antagonista viene a ser Diego, un joven arquitecto que lleva adelante el proyecto del “Nuevo Aquarius” y quien insiste en que Clara venda su departamento. Sin métodos legales para sacarla, él intentará diferentes formas de molestarla en pos de ganarle por cansancio. Es un planteo sencillo, que si no se tiene cuidado podría haberse vuelto repetitivo. Sin embargo, maneja los tiempos en que se deja relucir el conflicto principal y los momentos de pura biopic en los que aquello no nos importa. Con los colores brillantes que siempre recuerdan las playas brasileras, con música acorde, en realidad muestra el choque entre dos modos de vida: la mentalidad tradicional y la modernidad. Sin embargo, no se realiza en forma excesivamente contrastada, sino que se maneja con delicadeza. El relato fluye en forma orgánica para que el espectador no se aburra en sus dos horas y media de metraje. La empatía que genera la protagonista es el enganche central de la historia: sin él, toda la narración carecería de sentido. Emotiva y ligera a la vez, resulta una gran muestra de dos lados bien diferenciados de la cultura brasilera.
“Snowden”: el espía rebelde Hace tres años Edward Snowden, informático que trabajaba para la CIA y la NSA, reveló a través de dos periódicos que el gobierno de Estados Unidos monitoreaba las comunicaciones privadas de todas las personas del planeta, justificadamente o no. Este es el disparador de la película en la que Oliver Stone nos contará los sucesos del escándalo. Joseph Gordon-Levitt tiene el protagónico, interpretando al ex espía. La historia comienza con el encuentro de Snowden con los periodistas de The Guardian y The Washington Post, ocultos en un hotel en Hong Kong. Intercalando los flashbacks con la actualidad, irá desarrollando el caso. Es un acierto que la narración se lleve de tal manera que con un mínimo conocimiento del caso nos alcanza para comprenderlo en su totalidad. El director asume que el público recordará algo del escándalo que relata, que no está en una ignorancia absoluta del mismo. Sin embargo, no requiere de grandes conocimientos para comprenderlo. Las idas y venidas temporales hacen que la narración se vuelva más llevadera y a su vez muestra la humanidad y conciencia que llevan a Snowden a confesar secretos de estado. La interpretación de Gordon-Levitt es absolutamente fiel, imitando incluso el tono de voz característico del personaje. Se requiere de una gran habilidad para contar un caso lento, que se desarrolló por muchos años, y que hace uso de lenguaje muy específico para las funciones laborales de Snowden. Además, se trata de una historia cuyo final el público ya conoce. Es un gran logro que la película no resulte ni lenta ni aburrida. El dinamismo está dado en gran medida por la inclusión de la vida personal de Snowden, y en particular los altibajos en la relación con su novia de toda la vida, Lindsay (Shailene Woodley). Alejada definitivamente de “Divergente” y papeles por el estilo, la actriz nos muestra un costado más maduro que sorprende gratamente. Además, se destacan las interpretaciones de Zachary Quinto y Nicholas Cage, que se las arreglan para brillar aunque tengan papeles secundarios. Fiel al estilo cinematográfico de Oliver Stone, el drama está a la orden del día. Se trata de una labor difícil para un director experimentado que demuestra estar a la altura de las circunstancias. Además, la elección del casting no pudo haber sido mejor. Joseph Gordon-Levitt demuestra que es un excelente actor a la hora de retratar a Snowden a la perfección, dejando ver sin necesidad de palabras la transformación interna que le sucede y los dilemas morales que le quitan el sueño. Para ver con cierta paciencia, es una película que invita a la reflexión. Pero si somos pacientes encontraremos un diamante escondido bajo la superficie.
“Campaña Antiargentina”: Conspiración y obsesión “Leo J.” es el seudónimo cool de Leonardo Jaramillo (Juan Gil Navarro) un cantante romanticón y excentrico actor de telenovelas, con el ego infladísimo y pedante como él solo. Rodeado de aduladores, su única relación sincera parece ser con su novia, a quien trata con desprecio aunque ella sea bastante tolerante. La vida de Leo cambia cuando recibe un viejo caserón como herencia. Comienza una obra para arreglar esa propiedad hecha polvo y encuentra una habitación escondida en la casa. Allí hay documentos pertenecientes a su padre y generaciones anteriores que los ubican como miembros de la misteriosa Logia Cisneros, junto a un pedido de su padre de continuar con su legado. Intrigado, Leo comienza a investigar los antiguos registros que le han dejado los miembros de la Logia. Exhibicionista por naturaleza, decide realizar un documental donde desenmascare la “Campaña Antiargentina”, una maniobra por la que grandes figuras de la cultura argentina han caído en la miseria, el desprestigio, e incluso la muerte. Se pregunta si fue un accidente la muerte de Gardel, o el hecho de que Borges haya perdido el Nóbel de Literatura, y mil preguntas más. De este modo, en la película seguimos las tareas investigativas de Leo mientras se intercalan escenas terminadas de su documental ya estrenado y que cuenta con testimonios de figuras como Adrián Suar o Andy Kusnetzoff. Durante la primera media hora, la película arranca bien arriba. El planteo es intrigante, la investigación de Leo es convincente, y los personajes nos arrancan más de una risa. No empatizamos con él porque el personaje es un idiota con todas las letras, pero es una excelente maniobra del guión. Sin embargo, a medida que la investigación avanza, Leo comienza a obsesionarse y las cosas dejan de ser divertidas tanto dentro como fuera de la pantalla. Esta segunda parte se torna más pesada y difícil de seguir. Si pudiéramos deducir qué está pensando este personaje quizá se nos facilitaría la tarea. Pero el éxito radica en que estaremos durante todo el metraje preguntándonos si la conspiración realmente existe o si Leo ha perdido totalmente la cabeza. Siempre se agradece que llegue a las salas una película como esta. Es parte de un nuevo tipo de cine argentino que comienza a desbordar los festivales y a llegar a otro público. Es un cine con una identidad propia, que no necesita perderse en el costumbrismo exagerado de décadas anteriores, o en interminables planos secuencia que casi todas las veces tienen que ver con la temática de la última dictadura. No cae en el chiste pavo escatológico del domingo a la tarde ni es como un capítulo largo de una serie norteamericana de criminales. No es una obra perfecta tampoco. Se torna lenta en la segunda mitad, y los personajes no están del todo equilibrados, cargando demasiado peso sobre los hombros de un único protagonista. Sin embargo, siempre es bueno que realizadores argentinos se atrevan a un proyecto tan original cuando estamos acostumbrados a ver una remake tras otra en nuestras carteleras. Es un tipo de cine argentino que necesita pulirse, pero que comienza a encaminarse. Por cierto, es la opera prima de este director. Para estar atentos a sus futuros proyectos.
“El contador”: Quien mucho abarca Este drama policial comienza con un planteo de lo más atrapante: Raymond King (el oscarizado J.K. Simmons) es un agente gubernamental que trabaja para el departamento del tesoro y sólo quiere una cosa antes de retirarse en su aburrida carrera: atrapar a alguien que conoce como “el contador”. Para eso pone a su joven becaria a hacer el trabajo duro y tedioso de la investigación. ¿Quién es este enigmático personaje? Un supuesto genio matemático que audita a organizaciones como carteles narco o traficantes de armas para encontrar fugas y robos en sus propias filas. Naturalmente, este hombre tan buscado que últimamente utiliza el seudónimo de Christian Wolff es Ben Affleck. Pero para cambiar de rubro por un rato, Wolff decide tomar el caso de un cliente legal. ¿Por qué lo hace? No parece algo que haría una persona con su forma obsesivamente ordenada de vivir. Es que Wolff padece una especie de autismo que ha desarrollado su inteligencia al máximo pero lo hace incapaz de socializar muy bien que digamos. Siempre es mérito del director escribir un papel inexpresivo para un actor inexpresivo como Ben Affleck. Aun así no nos convence de los problemas psicológicos delicados de Wolff, y acaba siendo una de las peores interpretaciones de su carrera. A medida que avanzamos, descubrimos que el agente King no es el único que busca a Wolff. Un cliente insatisfecho ha contratado un grupo de asesinos a sueldo que rastrean al contador para terminar con su lucrativo negocio. Como para terminar de enredar las cosas, descubrimos que en su infancia fue criado junto con su hermano por un padre cruel que los forzaba a un duro entrenamiento físico. Es una combinación entre Daredevil y Karate Kid. Por lo tanto, el contador también sabe pelear y utilizar casi cualquier tipo de armas, lo que lo convierte en una perfecta máquina de matar además de un genio matemático. Demasiadas cualidades convierten a este personaje en una especie de superhéroe. Respecto al resto de los personajes, destacan por lejos el trabajo de J.K. Simmons y los breves momentos de aparición de Jeffrey Tambor que se roban la pantalla. Es una pena que no se haya desarrollado su personaje más en profundidad. Por otro lado, Jon Bernthal sorprende en su papel de asesino a sueldo. Podría haber creado una réplica de su Punisher y estaría bien, pero en su lugar creó un hombre de acción inteligente y calculador, pero sarcástico y con momentos de humor. Son estos tres los que salvan la película con sus magníficas interpretaciones. Y cabe mencionar el papel de Anna Kendrick que se parece bastante a los papeles que usualmente hace. Una película que arranca muy arriba, con un planteo más que interesante, pero que se va desinflando a lo largo de su extensión. El guión parece haber querido abarcar más de lo posible con su personaje principal, su estado mental y su pasado. Esto lleva a que ninguna cualidad de desarrolle realmente, sino que parece más un rejunte de características que no han logrado homogeneizarse para crear un personaje creíble o humano. La resolución no sorprende ni cierra la historia en forma satisfactoria, por lo que nos dejará gusto a poco. Una excelente idea con grandes actores, pero que se queda a mitad de camino.
“Inferno”: Más de lo mismo Después del éxito que cosechó con sus best seller “El Código Da Vinci” y “Ángeles y Demonios”, Dan Brown estaba lejos de soltar el protagonismo del Dr. Langdon y sus aventuras descubriendo secretos de la historia. Sociedades ocultas, conspiraciones a gran escala, y una historia mundial paralela más verdadera que la oficial; son algunos de sus temas clichés. De este modo la siguiente historia de su serie llega a las pantallas dirigida nuevamente por Ron Howard, quien sigue trabajando con Tom Hanks como lo hizo toda la vida. La historia comienza en Florencia, cuando el Dr. Langdon (Tom Hanks) despierta en un hospital junto a la Dra. Sienna Brooks (Felicity Jones). Ella le informa que fue víctima de un secuestro y recibió un disparo, por lo que ha perdido algunos días de su memoria. Sin darle tiempo de comprender, un falso policía llega para matarlo, mientras que Sienna lo ayuda a escapar. Langdon no llega a comprender demasiado, pero pronto descubre entre sus cosas un proyector que contiene una versión modificada de El Infierno de Dante, de Boticcelli. Como no podía ser de otra manera, debe seguir las pistas por toda Europa mientras escapa de sus perseguidores, quienes intentan que la verdad no salga a la luz. El planteo no es muy diferente que en las películas antecesoras. Difiere un poco en que esta vez Langdon ha perdido parte de su memoria, y no conoce cuál es si nivel de participación en la supuesta conspiración. Por otro lado, esta vez no es con la Iglesia Católica con la que se mete, sino que gira en torno a la figura de Dante Allighieri. Pero para no perder el componente místico que caracteriza al autor y a su director, Langdon es víctima de sueños enfermizos donde ve de manera muy vívida el infierno como fue descrito por Dante en La Divina Comedia. Es decir, si bien tiene diferencias con las películas antecesoras, sus similitudes son muy profundas, dando la molesta sensación de que no estamos viendo algo original. Existen por otro lado algunos giros que no están del todo explicados, pero tampoco son fáciles de deducir. Es fácil que el espectador se quede boyando sin comprender cómo llegaron a ocurrir las cosas. Quizás se utiliza el recurso para reflejar el estado de confusión del protagonista, pero no logra su efecto si al final no entendemos muy bien qué ocurrió. Algunos otros asuntos, como el repentino romance de Langdon, son por demás forzados y no aportan nada. De hecho al contrario, complican algo que podría estar claro. Pero en otros momentos ocurre lo opuesto: escenas muy predecibles y recursos reutilizados. Esto hará que, por ejemplo, el punto de giro del final en realidad no sea muy sorpresivo. Pero no todo son pálidas. Lo cierto es que las interpretaciones están muy bien. Tom Hanks demuestra que sigue siendo un buen actor, y que ya tiene más que estudiado al personaje, con el que se siente cómodo. Felicity Jones hace un buen trabajo, aunque el problema de su personaje es de escritura: parece que siempre sabe mucho sobre todo, habla todos los idiomas, nunca duda, nunca se enfada, ni siquiera se despeina. No es un personaje muy humanizado, pero la actriz hace lo mejor que puede con el material que tiene. Se destaca en particular el trabajo del hindú Irrfan Khan como ese despiadado hombre de negocios que navega la delgada línea entre ser un héroe incomprendido o un villano inescrupuloso; contrastes que el actor sabe aprovechar. “Inferno” es el cuarto libro de la saga, pero el tercero en llegar al cine. Quizás el director alcanzó una zona de confort en donde parece copiarse a sí mismo. Hasta en las tomas aéreas de las ciudades europeas, que si bien son preciosas, ya las hemos visto antes. “El símbolo perdido”, la tercera entrega de la saga, fue anunciada poco después del lanzamiento del libro con Ron Howard como productor, Mark Romanek como director, y Dan Brown en persona como escritor del guión. Sin embargo, el proyecto fue postergado y reemplazado por “Inferno”, cuyo resultado tenemos ahora en nuestras salas. Quizá, de concretarse la idea, el cambio de director sería una buena opción para darle algo de aire al cierre de la franquicia.
“Escuadrón Suicida”: El segundo intento Después de que DC iniciara una espectacular campaña publicitaria para “Batman vs. Superman” que prometía ser “El imperio contraataca” de esta década, no fue de extrañar la decepción mundial cuando el producto final no estuvo a la altura. Es por eso que la siguiente producción del universo cinematográfico de DC pasó de ser una película relativamente tranquila a ser el centro de todas las miradas. La empresa puso su fe en David Ayer para corregir los errores de Zack Snyder y salvar a Ciudad Gótica de un nuevo bochorno. La presión por hacer las cosas bien esta vez era muy alta. Los sucesos en “Escuadrón Suicida” ocurren inmediatamente después de los hechos de “Batman vs. Superman”. El gobierno comienza a preguntarse qué pasaría si los metahumanos que conozcan más adelante no resultan tan buenos como Superman. Para adelantarse a este hecho, Amanda Waller decide reclutar un equipo de humanos con poderes para misiones que impliquen combatir con sus iguales. Durante la primera media hora, ella explica a sus superiores cómo capturó a cada uno de los miembros del equipo, con la ayuda de cameos de Batman y Flash. La película arranca lenta y la presentación de los personajes es excesiva. Una primera media hora aburrida, que luego levantará rápidamente. El éxito de este disfuncional grupo de villanos radica en los personajes de Deadshot y Harley Quinn. Si bien son personajes muy diferentes, su contraste está bien aprovechado por el guión, como así también el trabajo de Will Smith y Margot Robbie. Él muestra constantemente una moralidad gris de quien no se siente culpable de sus acciones pero sí le afecta el riguroso juicio de una hija que quiere verlo como un buen hombre. Ella, que muestra sus orígenes en el Asilo Arkham, es tan despreocupada como divertida. Está siempre tan fuera de lugar que causa risa por su absurdo, por la constante demostración de que no le importa nada y no hay ningún dilema que le moleste. Por otro lado, es un acierto que veamos muy poco del Joker, para dejarlo desarrollarse como personaje en el futuro, dándonos sólo una probadita de él. Otros miembros del Escuadrón, como Katana o El Diablo, están aprovechados a medias. Son utilizados para que la historia avance cuando conviene, pero se invisibilizan por completo si no hacen a la trama. Con personajes como Killer Croc, Slipknot, y el Capitán Boomerang ocurre un caso aun más extremo: no se aprovechan para nada, y casi que daría lo mismo si no estuvieran. Por fuera del equipo sobresale el personaje de Amanda Waller, interpretado por una Viola Davis completamente desalmada que hará que hasta los villanos parezcan moralmente correctos. Sin embargo, cuando se tiene un elenco coral como en este caso, no puede haber tanta desigualdad. No es un completo desastre, por supuesto, pero tampoco se aprovecha tanto como podría. Punto aparte para la música, utilizada en forma inusual para la ambientación. Aprovechada al máximo y ubicada en cada momento justo, actúa como un personaje más en la trama. No teme interrumpirse o cambiar de golpe, descartando los conocidos fades. Es uno de los grandes aciertos de la película. Los efectos son impecables, como no podía ser de otro modo, además de recurrir a un estilo que no suele verse en el cine. Descartando la lentísima primera media hora, el resto de la película nos mantiene bien arriba, con una escena de acción atrás de otra; incluyendo sólo unos minutos de tranquilidad entre actos para darnos un respiro. Por otro lado, esta película es una adaptación muy libre de los comics, con una historia prácticamente original que aprovecha los personajes de las viñetas. Esto corrige uno de los errores de Snyder: al no ser excesivamente referencial al comic, deja que tanto lectores como no lectores puedan entender una historia que termina bien cerrada. No deja completamente de lado esas referencias, sino que modera su uso. “Escuadrón Suicida” no es un bochorno, ni otra decepción de DC, pero tampoco es “El Imperio Contraataca” de esta generación. No es perfecta, pero desde el principio tampoco pretendió serlo. Con una estética entre sucia y psicodélica con algo de retro, mucha acción, y un equipo aprovechado de a partes. Es entretenida y divertida, cumpliendo con todo lo que se espera de un blockbuster pochoclero. Denle una oportunidad antes de salir a la caza de brujas. Parece que DC comienza a aprender, aunque todavía le falta un poquito. Pero nadie nace sabiendo, y podemos quedarnos relativamente contentos con las mejoras que lograron.
El bueno y el torpe Corren los setenta, y un Russell Crowe que llegó a cierta edad muy mal mantenido se armó un negocio poco convencional. Sigue a tipos que son básicamente pedófilos para golpearlos, y cobra por eso. Uno de sus trabajos es a pedido de Amelia, una joven que tiene algunos acosadores. Sin dar más detalles, nuestro protagonista Jackson Healy se topa con el segundo protagonista, Holland March (Ryan Gosling). Pero March no es un acosador normal, sino un detective privado bastante malo a quien contrataron para buscar a la muchacha. Atando cabos sueltos, Healy y March deciden que si buscan lo mismo, entonces pueden trabajar juntos por un rato. Esta comedia es de principio a fin un homenaje a las series de los setenta que utilizaban esta dinámica del policía torpe al que le salen bien las cosas más de casualidad que por habilidad. Si han visto “Starsky and Hutch” o “La pistola desnuda”, ese es el estilo de comedia, además del estilo visual. La ambientación es perfecta, desde los autos hasta los vestuarios y la música; nos sumergen por entero en el mundo del escándalo y el glamour con su parte oscura. En este primer caso del dúo detectivesco, todo comienza a girar alrededor de una estrella del porno que acaba de morir en un accidente. Pero ese es sólo el principio, y cuando todos los involucrados en su última película comienzan a morir, nuestros muchachos saben que algo raro ocurre. Se destaca además el personaje de Holly, la hija de March, quien sigue a su padre en la investigación sin que él pueda evitarlo. Gracias a ella hacen la mayor parte de los avances, es la voz de la razón pero no deja de comportarse como una niña. Eso hace al personaje creíble, rompiendo el cliché del niño que actúa como adulto. De este modo, aunque comienza como una historia típica, luego va rompiendo los clichés que nos presenta, para sorprendernos con los giros de la trama. Es una historia de risa fácil, donde el humor se genera por sentirnos identificados con lo que le pasa a estos personajes. Rompe el estereotipo de la acción y nos muestra a dos tipos comunes tratando de representar una de acción, con resultados hilarantes. Una comedia fresca y entretenida, en especial para los amantes del género. Si tienen la edad suficiente como para haberlo disfrutado en los ’70 y ’80, este es el perfecto homenaje aunque sin repetirse. Un rescate correcto para un género que no se veía hacía tiempo.
Regreso con gloria Ya pasaron trece años desde que un pez payaso con una aleta más pequeña se perdiera y su sobreprotector padre cruzara el océano para buscarlo. Sí, leyeron bien, ya pasaron trece años de “Buscando a Nemo” y aún así Disney tenía una deuda pendiente: conocer la historia de Dory y darle una familia que le dé el amor que su encantador personaje se merece. Pero ¿cómo podían contar el origen de un personaje que pierde la memoria cientas de veces por día? Los hechos en esta nueva aventura ocurren un año después de la reunión de Nemo con su padre Marlin. Dory se ha quedado a vivir en el arrecife con ellos y sus vecinos, haciendo nuevos amigos, y todo parece ir bien. Sin embargo un día, un pequeño hecho despierta la memoria de Dory, quien tiene un flash de imágenes mezcladas de su familia y su hogar. Por supuesto este recuerdo mezclado y confuso le dura lo que un suspiro, y sólo puede sacar en limpio una frase; que luego veremos hace referencia a un parque acuático al mejor estilo “Mundo Marino”. Allí es donde ella intentará llegar, siendo acompañada por Nemo y Marlin, aunque este último no vaya de muy buena gana. En un momento de la industria donde todo parece ser secuela o remake, o demás fórmulas para evitar comenzar una idea de cero; la secuela de una película que ya tiene más de una década tiene un gran desafío enfrente. La historia tiene que ser buena y necesaria para explicar cabos sueltos de la primera parte, pero a su vez debe ser orgánica, sin que acabe convirtiéndose en un añadido demasiado artificial. Es un gran desafío, y esta película lo cumple al 100%. Ninguno de los personajes ha perdido la esencia, lo cual es un gran logro. Además, a los nuevos no podemos más que amarlos. Es ejemplo de esto Hank el pulpo, un duro que es tierno en el fondo, pero resulta mucho más que un típico cliché al estilo Disney. Por otro lado, también debemos hacer mención aparte a la animación. Es bien sabido que el agua es lo más difícil de animar por computadora, y probablemente por eso la gente de Pixar tardó tanto en animarse a esta secuela. El agua se mueve en formas tan impredecibles que es un dolor de cabeza para cualquier animador. Sin embargo, es otro desafío que pasa con un sobresaliente. Si observamos la primera parte, veremos que la diferencia en la animación es abismal: ha mejorado muchísimo en relativamente pocos años. Esto lo notamos particularmente en la gama de texturas diferentes que han creado, lo que hace que el ambiente sea muchísimo más realista. Lo mismo ocurre con la iluminación, cuyo efecto no tiene nada que envidiarle a los reflectores reales. Este es sin duda el tanque de Disney para estas vacaciones de invierno, y no va a decepcionar. Se han embarcado en un desafío enorme, y no sólo cumplen sino que superan las expectativas. Es divertida, tierna, y emotiva, con los personajes entrañables de siempre y otros nuevos. Una secuela absolutamente necesaria para darle a un personaje tan querido como Dory el reconocimiento que se merece.
El detective de época Veinticinco años después de estrenar su obra más popular, “Robin Hood: Príncipe de los Ladrones”, Kevin Reynolds vuelve a contarnos otra historia de época. Con el mismo director traído de vuelta de entre los muertos, intentará darle una vuelta de tuerca a un hecho harto conocido por judíos, católicos, y el público general: la historia de la pasión de Cristo. Pero esta vez recurre a contarla desde los ojos descreídos de Clavius (Joseph Fiennes), un tribuno apostado en Jerusalén en el año 33, quien a pedido de Pilato debe desentrañar quién robó el cuerpo del proclamado mesías. Así, la historia comienza como un policial del año cero. Junto a su asistente Lucius (Tom Felton) comienzan los interrogatorios y la investigación para desmantelar un plan que parece hecho para desestabilizar el débil gobierno de Pilato. Es una película hecha para el creyente poco sofisticado o un público en general que no es muy religioso. La idea es original, un costado que no había explotado antes de una historia contada cientos de miles de veces. Sin embargo, todo cambia cuando Clavius encuentra finalmente y luego de un gran rastrillaje a los apóstoles. No quiere decir que Clavius se convierta en creyente de la noche a la mañana, pero sí abandona su papel de policía investigador para convertirse en un dudoso seguidor. Entonces la narración se vuelve arrítmica y en cierto punto contradictoria. Por un lado, se muestra el amor, cariño y camaradería de Jesús con sus seguidores. Es acertado que se haya recurrido a destacar este punto en lugar de centrarse en el contenido específico de la religión. Sin embargo, por otro lado, los milagros y otras demostraciones se narran tan desprovistas de emoción que resultan poco creíbles. Sobre las interpretaciones no tenemos nada que objetar. El trabajo de los protagonistas es correcto, destacándose muy por encima el personaje de Joseph Fiennes. Lleva a la pantalla las dudas de su personaje, lo que no es tarea fácil cuando se ve enfrentado a observar cosas que no puede conciliar: sus creencias de toda la vida y sus experiencias de los últimos días. Otros personajes como Lucius, Pilato, o el mismo Jesús no están escritos en forma tal que demuestren conflicto alguno. Pero es un error de guión, no del trabajo de los actores. La película se apoya sobremanera en una figura pero descuida las demás, logrando que sus personajes resulten vacíos. Es por eso que no logramos explicarnos la decisión crucial que Lucius toma hacia el final, que no es natural sino forzada. Además, aunque Lorenzo Senatore tenga en su curriculum la dirección de fotografía de otras películas de época como “300: El nacimiento de un imperio” o la espantosamente criticada “Hércules“, esta vez parece quedarse corto. Quizá debido a un déficit presupuestario, pero los escasos momentos de CGI están tan mal utilizados que hasta parecen vulgares en una historia que pretende ser seria y solemne. Hilando fino, lo mismo nos ocurre con el personaje de Bartolomé, el descargo cómico de una película que no debería tenerlo. Una película que aprueba con lo justo, que puede defenderse y que al menos se ha sincerado sin mostrar grandes pretensiones de reinventar la rueda con una historia que el público ya conoce de antemano.
30° MDQ Film Fest: “Tangerine” de Sean Baker Una película que retrata un día (desde la mañana a la noche) en toda su extensión y que está filmada solamente con cámaras de iPhone no puede ser nada tradicional, eso lo tenemos claro. “Tangerine” sigue la historia de Sin-Dee, una prostituta transexual que acaba de salir de la cárcel tras sólo un mes. Cuando se encuentra con su amiga Alexandra, se entera que su ¿novio? ¿proxeneta? la estaba engañando con otra. Así comienza una carrera frenética por la zona para averiguar quién es para luego molerla a palos. Por otro lado, seguimos a Razmik, un taxista armenio que trabaja en la misma zona de Los Ángeles donde la droga y la prostitución son moneda corriente. Un hombre que ha aprendido a lidiar con llevar borrachos, delincuentes y drogadictos; y quien a pesar de tener una familia muy tradicional, también gusta de las prostitutas trans. Estas dos historias, aparentemente separadas en la misma zona, no harán más que entrecruzarse en forma cada vez más cercana hasta lograr una ebullición. La puesta en escena no es demasiado cuidada, pero esa es la idea ¿verdad? Cámara en mano, pero con buen ritmo. A veces reconocemos los filtros de iPhone con colores saturados, planos quemados, planos de figuras irreconocibles a contraluz. La película conforma una cinematografía donde todo se ve algo sucio y aun así bello. El guión, por otro lado, es bastante simple. Dos historias lineales que a veces se entrelazan, y siguen a sus protagonistas por menos de 24 horas. Por lo demás, muestra un mundo crudo y extremadamente cruel de estigma y discriminación, además de verdadero peligro. Muestra el lado humano, con todo y tabú: todos tienen sus sentimientos y miedos. Pero no recurre a los golpes bajos ni a la lástima. Tiene momentos de comedia, momentos violentos y emotivos. Incluso podemos sentirnos identificados con estos personajes que en apariencia son tan diferentes a nosotros. Una película que tiene poco de tradicional y nos recordará que a lo trágico le encantan los momentos de comedia y violencia. Además, es interesante que recurra a actrices trans en lugar de sólo tomar un actor masculino y vestirlo de mujer. De este modo, se siente más auténtico. Aunque sigue siendo una ficción, tiene aires de documental. De hecho la protagonista también trabajó en esa zona como voluntaria en prevención del VIH. Una comedia dramática de estética inusual, guión sencillo, y un ritmo crudo y vertiginoso. Ideal para sacarse varios prejuicios de encima.