Hemos visto el universo según Charlie Kaufman varias veces y sabemos, más o menos, en qué consiste. En sus guiones llevados al cine por Spike Jonze (QUIERES SER JOHN MALKOVICH?, EL LADRON DE ORQUIDEAS), Michel Gondry (ETERNO RESPLANDOR DE UNA MENTE SIN RECUERDOS) o por él mismo (SYNECDOCHE, NEW YORK), entre otros, los protagonistas son seres solitarios y emocionalmente fracturados que continuan traumados o alienados por alguna situación que no han podido resolver de su pasado. Por lo general, sus filmes se estructuran como complejos mecanismos tanto metalignüísticos como narrativos para llegar finalmente a conclusiones parecidas, casi siempre ligadas a la posibilidad –efímera, pero valiosa– de un momento de felicidad que justifique el sinsentido y la amargura que atravesamos durante buena parte de nuestras vidas.
Esto último no ha cambiado en ANOMALISA, pero lo que sí es distinto es todo lo anterior: la estructura narrativa del filme es la más simple y concisa de su carrera y es, además, su primera película de animación, codirigida por el especialista en la materia Duke Johnson. Tratándose de Kaufman, claro, no es que tampoco ANOMALISA sea completamente simple, pero sus juegos y sus trampas estructurales y narrativas son pocas, consistentes y muchas veces se limitan a sueños y pesadillas del protagonista.
En cierto sentido, ANOMALISA recuerda más a películas como ELLA o PERDIDOS EN TOKIO, dos filmes realizados por gente cercana a Kaufman (Jonze y su ex esposa Sofia Coppola) pero cuyos guiones no fueron escritos por él. El protagonista se llama Michael Stone y es, ¿cuándo no?, un escritor un tanto deprimido. Su gran éxito es un libro de consejos empresariales titulado “¿Cómo puedo ayudarte a ayudarlos?” que se ha vuelto una Biblia en el mundo de las ventas de productos o servicios. El inglés Stone (la voz es del británico David Thewlis) viaja a Cincinnati por una noche a dar una conferencia y para en un hotel bastante elegante (llamado Frégoli, nombre que no es casual). Como le sucede a Louis CK –o al menos al personaje que encarna en su serie, LOUIE— a Stone esos viajes lo deprimen muchísimo y casi todas las personas que se cruzan por su camino lo incomodan, aburren o molestan.
Un importante truco de la película es que todos los personajes tienen la misma voz (Tom Noonan) y el mismo rostro, solo modificado por el largo del cabello o peinado en caso de ser hombre o mujer. Durante la primera parte del filme vemos a Stone seguir la rutina de un viajante profesional: el paso por el aeropuerto, la conversación de rutina con el taxista, las preguntas de rigor del botones, las confusiones con el uso del teléfono del cuarto –con el correspondiente llamado a casa para avisar que uno llegó bien–, lo complicado de entender cómo funciona la ducha, el bar del hotel, etc. Stone tiene, sin embargo, la intención de quebrar esa monotonía reencontrándose con una mujer a la que dejó, muchos años atrás, y que vive allí.
Pero la sorpresa finalmente llegará para Stone por otro lado y será cuando escuche, en el pasillo de su piso, a una voz que suena distinta a todas. El la buscará y se topará con dos amigas que han venido a Cincinnati a escuchar su conferencia. Una de las dos, Lisa, no habla como los demás (la voz es de Jennifer Jason Leigh) y si bien parece tratarse de una simple y entusiasta empleada/fanática del autor, a Stone ese descubrimiento logra sacarlo de esa depresión que trae desde el principio del relato. De allí en adelante, su relación con esa “anomalía” llamada Lisa (sí, el título va por ahí) será el centro del relato.
La animación en stop motion es, a la vez, realista y estilizada. Tanto el hotel como los objetos y los cuerpos de los protagonistas están hechos siguiendo cierta lógica realista, pero sus rostros tienen las marcas de las marionetas, poniendo sobre la mesa ese otro tema que el filme sostiene: esa idea de una “cultura americana” profunda que es falsamente amable, vacía, hueca de sentido, un lugar donde libros como el que Stone escribió funcionan porque dan consejos de comportamiento que buscan que sus lectores sean exitosos. “How May I Help You?” es quizás la expresión más reiterada en toda la industria de servicios en ese país…
Pero Lisa no es del todo así. Su rostro tiene marcas y sus sueños son más humanos. Sonríe y ama la canción de Cyndi Lauper “Las chicas solo quieren divertirse” porque habla de querer “caminar bajo el sol” y pasarlo bien. Tiene algo del prototipo “chica simple e inocente que reordena la vida de hombre torturado”, pero luego las cosas probarán ser un poco más complicadas que eso. ANOMALISA tiene escenas de sexo llamativamente realistas para el género, una historia de amor con momentos conmovedores y humor en los momentos menos esperados. Pero como las previas películas de Kaufman –y las otras citadas– su dejo de amargura, depresión y soledad no la abandona jamás.
Una Lisa como la de ANOMALISA es una anomalía en la vida de las personas, parece decir el filme, vidas que por lo general se vuelven repetitivas y tediosas, acercándonos siempre al borde de la angustia existencial. A Stone, su presencia le desarma el discurso que tiene preparado pero Kaufman no quiere, o no puede, permitirle al personaje cambiar radicalmente su forma de ver el mundo. Hay una amargura que recorre el filme siempre y esa especie de paranoia que el personaje tiene (googleen “Síndrome de Frégoli”, que es el nombre del hotel y sabrán de dónde viene la referencia) no es algo que se cure de un momento a otro. Pero en este anomalía cinematográfica –bella y triste, apagada y oscura, pero también con momentos livianos y diáfanos– siempre existe la posibilidad de que algo parecido a la felicidad se nos cruce por el camino. Y nos haga caminar, aunque sea un rato, por la vereda del sol…