Ant-Man y la Avispa es un delicioso bolazo. La historia no va para ningún lado, el encastre en los últimos sucesos ocurridos en el MCU está pegado con saliva (se supone que ocurre apenas unos días antes que Thanos pegue el chasquido de sus dedos y desaparezca a la mitad del universo) (ups), y prácticamente no hay villanos sino individuos mal entendidos. Pero considerando el sabor amargo que te ha dejado en la boca Infinity War, Ant-Man and the Wasp es como un bálsamo que calma las heridas. Es básicamente una comedia tonta con mucha adrenalina y acción filmada de manera inspirada, pero a uno le importa tres pepinos ya que es enteramente disfrutable. Terriblemente disfrutable.
Alejada la sombra de Edgar Wright de la saga, ahora han precisado un equipo de cinco guionistas para armarle una historia a uno de los superhéroes menores del universo cinemático Marvel. Y si bien la historia no es redonda, los mecanismos de la saga funcionan de manera mas aceitada que en la entrega anterior. Los chistes de Paul Rudd desentonan mucho menos (se acuerdan del ¿alguien tiene gajos de naranja?), Evangeline Lilly luce mas desaliñada, salvaje y bella que nunca, y ahora que está en modo bad ass full time hace una dupla notable con Rudd cuando están enfundados en los trajes. Claro, como ocurre con el Hombre Araña, la gracia del personaje reside en los superpoderes que tiene, lo que le permite hacer peleas totalmente distintas (y que por lejos es lo mejor del filme), ya sea Rudd en modo gigante usando un camión como patineta o la Lilly caminando por el filo de una cuchilla que le acaban de lanzar (y dispuesta a patearle el trasero al agresor de turno). Mientras que el original era básicamente una película de atracos, acá es una comedia de enredos: Hank Pym (Michael Douglas, superenvejecido pero con el carisma intacto) tiene un edificio propio donde reside su laboratorio de ultratecnología y, como el mismo se reduce al tamaño de una mochila, lo que sigue es villanos y héroes sacándose de las manos el edificio / paquete, ya que el mismo tiene un túnel que permite viajar al universo cuántico, ese escenario hiper microscópico donde la esposa de Pym se perdiera hace 30 años y que Rudd logró entrar y salir en el final de la película anterior.
Como el túnel tiene múltiples usos – rescatar a la esposa de Pym (Michelle Pfeiffer) o utilizarlo para estabilizar las moléculas de una asesina mutante entrenada por SHIELD llamada el Fantasma, cuyo fenómeno está a punto de entrar en estado critico en cuestión de días y la va a matar – mafiosos, villanos mutantes y héroes trajeados se pasan de mano en mano el edificio miniaturizado. Y no hay mucho mas que eso en la trama. Desde ya está la pandilla de Rudd (con Michael Peña repitiendo sus fantásticos monólogos), la pandilla del malo (Walton Goggins, haciendo un cameo extendido para que los héroes tengan un antagonista), y el Fantasma, la cual es una causa trágica que la locura del libreto termina por desperdiciar: una niña atrapada en un invento basado en una idea de Pym, el cual sale mal y no sólo mata a sus padres sino que la convierte en un ser molecularmente inestable, capaz de materializarse / desmaterializarse a gusto pero a costa de un dolor terrible. El Fantasma está a cargo de Hannah John-Kamen, una morena de ojos claros y expresión salvaje que ya había demostrado su fiereza en Ready Player One. La Kamen da para el estrellato, ya que es mala o frágil según lo pidan las circunstancias, y exuda energía cada vez que está en escena.
Si Ant-Man y la Avispa tuviera un final claro, un villano definido al cual destruir (no ese mamotreto que le dieron a Goggins como papel), hubiera sido un filme superior a la Ant-Man original. Aún así, con todos sus errores cinematográficos, sus desprolijidades y su falta de objetivo, me resulta un placer culpable con el cual me reí mucho y lo disfruté como si fuera un niño.