En el 2015 fuimos testigos de la presentación de uno de los últimos personajes en sumarse al Universo Cinematográfico de Marvel (MCU), el no tan popular Ant-Man. El film contó con algunas controversias luego del despido del realizador británico Edgar Wright (“Baby Driver”), alegando que querían reescribir su guion sin él. Finalmente, la dirección cayó en las manos de Peyton Reed (“Yes Man”), quien logró hacer un trabajo más que decente por más de que siempre nos preguntemos qué hubiera pasado si la película hubiera sido dirigida por Edgar Wright, ¿Estaríamos hoy ante la mejor aventura de Marvel?
Dejando de lado las especulaciones y los supuestos, el gran acierto de aquel largometraje pasó por un casting perfecto y varias secuencias que toman el concepto del micro universo del superhéroe a la perfección. Paul Rudd (“40 Year Old Virgin”, “I Love You Man”) supo agregar su propia impronta y carisma al protagonista y junto con Evangeline Lilly (“Lost”) y Michael Douglas (“Wall Street”) consiguieron generar la química necesaria para que estos personajes resulten ser bastante atractivos para que el espectador pueda sentir empatía por ellos.
Tres años más tarde, se nos presenta esta secuela titulada “Ant-Man and the Wasp”, que viene a ofrecer lo que se nos sugiere al final de la primera cinta: una compañera para nuestro héroe. Lilly será la encargada de calzarse el traje de la Avispa con el objetivo de tratar de recuperar a su madre, Janet Van Dyne (Michelle Pfeiffer), del vacío cuántico en el que se encuentra perdida hace 30 años. Por su parte, Scott Lang (Rudd) lidia con las consecuencias de sus elecciones como superhéroe y se encuentra cumpliendo una condena de arresto domiciliario por los eventos ocurridos en “Captain America: Civil War”. Al mismo tiempo, deberá seguir cumpliendo con su rol de padre desde el cautiverio en su propio hogar. Mientras lucha por mantener un equilibrio entre su vida hogareña y sus responsabilidades como Ant-Man, se enfrenta a Hope van Dyne y al Dr. Hank Pym con la nueva misión de ir tras Janet, ya que es el único individuo que fue capaz de volver de aquel extraño plano a nivel subatómico. Scott deberá aprender a luchar junto con La Avispa, mientras el equipo trabaja en conjunto para descubrir secretos del pasado.
Lo interesante de este relato, a diferencia de las otras decenas de productos que nos viene ofreciendo Marvel a nivel audiovisual, radica justamente en la escala del mismo. No solo es una propuesta que explota menos la espectacularidad que otras obras marvelitas sino que, además, las historias de Ant-Man son más terrenales, en el sentido de que presenta un universo más compacto. Eso le permite a este largometraje dedicarle más tiempo al humor y las situaciones cómicas, pero no de la manera agotadora a la que nos tiene acostumbrado el MCU, sino que se valen del talento de Paul Rudd, Michael Peña (“The Martian”), T.I (“Identity Thief”) y David Dastmalchian (“The Dark Knight”) y de las características inherentes al personaje principal que le permiten bromear con las escalas, la perspectiva y una infinidad de recursos. Esto también admite que se pueda explotar el costado relacionado con los efectos visuales que están sumamente logrados.
Argumentalmente, esta secuela es bastante simple, algo que beneficia al MCU, ya que luego de la complejidad planteada en “Infinity War” y la colosal escala expuesta, era necesario una aventura un poco modesta. No obstante, hay cuestiones que le pueden jugar en contra a la trama. La villana de este asunto, Ava/Ghost (Hannah John-Kamen), se ve en primera instancia como un personaje atractivo y con motivaciones más claras que las que suelen tener los villanos unidimensionales de estas películas, sin embargo, con el correr del metraje se van diluyendo esas estimulaciones. Quizás falta un contexto mayor para sus razones, al igual que un mayor aprovechamiento del trasfondo del personaje de Hank Pym y su pasada relación con el doctor Bill Foster (Lawrence Fishburne), el mentor y tutor de Ava. Igualmente, la sólida interpretación de Hannah John-Kamen hace que Ava sea una digna adversaria de nuestros protagonistas. A su vez, la otra contraparte antagónica está representada en Sonny Burch (Walter Goggings) y su grupo de secuaces que venden material tecnológico en el mercado negro. Estas dos fuerzas opositoras alimentan el espíritu de comedia de enredos, ya que van desencadenando varias secuencias de persecución.
El mayor logro de esta secuela radica en el personaje de Hope Van Dyne. Hasta la fecha Marvel no presentó ningún personaje femenino de peso, a diferencia del exitoso resultado obtenido por DC con “Wonder Woman” (2017) en esta cuestión. Wasp representa una gran mejora en este sentido, ya que no solo comparte el título del film con Ant-Man, sino que además presenta su propio peso para sostenerse en el relato. Cabe destacar, que incluso es ella quien hace avanzar la trama debido a que es la que recluta y rescata a Scott Lang para ir en busca de su madre perdida. La misión que tiene este dúo protagónico afecta más a nivel personal a Hope que a Scott. Por otra parte, está muy bien trabajado el vínculo entre Scott y Hope, y también la relación del protagonista con la pequeña Cassie Lang (Abby Ryder Fortson).
“Ant-Man and the Wasp” es una secuela más que entretenida, que ofrece más de lo que vimos en la primera parte. Funciona gracias al asentamiento de cada actor con su personaje y por darnos aquello que necesitaba esta aventura, una heroína que pueda demostrar el potencial que tienen los personajes femeninos bien desarrollados y aprovechados narrativamente. Se destaca el espíritu comiquero de la historia y los creativos efectos visuales.