Con este estreno Marvel tiene la difícil tarea de sobrellevar grandes expectativas como consecuencia de una vara muy alta que dejó Avengers: Infinity War.
Y eso es un error porque estamos hablando de dos tipos de películas diferentes, una es épica y es un evento en sí misma, y la otra es una comedia.
Ahora bien, dentro de esas reglas también hay aristas. Y hay que decir que esta secuela no está a la altura de su predecesora.
No por llevar a cabo al pie de la letra la “fórmula Marvel”, de la cual me he manifestado en contra en más de una oportunidad, sino porque se repite exactamente el mismo esquema que antes, pero sin ningún valor agregado.
El film es bueno, pero tiene gusto a poco. Su gran virtud radica en su ensamble actoral.
Paul Rudd está muy cómodo en ese papel y la química con Evangeline Lilly es innegable.
El personaje Hope Van Dyne está muy bien desarrollado aún con los clichés propios de una comedia que, por momentos, intenta ser romántica.
Michael Douglas está correcto, pero me da la sensación de que aquí laburó a reglamento, y Michelle Pfeiffer está muy bien, pero su participación es breve.
Y hablando de ellos dos, es imposible no volver a aplaudir los VFX que logran rejuvenecerlos 30 años. Esa tecnología no deja de sorprenderme.
Asimismo, el resto de los efectos visuales mantienen un cierto nivel de excelencia, pero sin impacto alguno porque es más de lo mismo.
Peyton Reed vuelve a sentarse en la silla de director y su trabajo está bien dentro del Manual de Estilo de Marvel, pero con un poco de menos potencia.
En definitiva, Ant-man and The Wasp es un film entretenido, pero no mucho más que eso. Es un “hacer la tarea” para los fans, quienes van a estar atentos a las escenas post créditos.