Cuántico humor.
Con la introducción de este superhéroe del banco de suplentes de Marvel se daba un desafío en caso de querer insistir con una secuela. Primero porque la característica central del Hombre Hormiga se concentraba en el carisma del personaje, primo no reconocido de Iron man por su locuacidad y humor, que de la mano de Paul Rudd estaba garantizado. En segundo lugar porque el debut y la aventura en tamaño menguante demostraba la poca precisión de guión y la pobreza de la trama.
Sin embargo es de destacar que la segunda película de Ant-man ahuyenta los fantasmas d el la primera y le da mayor protagonismo a su co equiper, la Avispa con un resultado que para los fanáticos es garantía de humor y para el espectador exigente al menos un aprobado en materia de escenas de acción nada grandilocuentes pero ágiles en el ritmo de una trama sencilla, sin vueltas de tuerca, donde quedan establecidos protagonistas, antagonistas y peripecias en el trasfondo del vacío quántico y la chance de recuperar a la esposa y madre de Hope van Dyne (Evangeline Lilly), Janet (Michelle Pfeifer) tras 30 años de ausencia luego de una misión en la que se sacrificó por el bien de muchos y hasta de su esposo (Michael Douglas), científico que hará lo imposible por rescatarla.
Peyton Reed vuelve a tomar las riendas de la dirección, sumamente convencido de la tranquilidad que transmite Paul Rudd nuevamente en el rol del ex presidiario Scott Lang, con prisión domiciliaria y la necesaria nueva alianza con Pym, su hija y su traje que le permite crecer o achicarse a niveles irrisorios.
Dato de color: La antagonista es encontrada en Argentina y vive entre planos cuánticos que le permite aparecer y desaparecer a la vez pero a causa de esa anomalía sufre enormes desequilibrios moleculares y eso la vuelve irritante.
El único problema de la secuela es la desaprovechada Michelle Pfeifer y Lawrence Fishbourne, el resto cumple.