“Querida, encogí a los niños”
Ant-Man and The Wasp es, con todas las letras, una entretenida comedia familiar cuyo núcleo orbita en el desenvolmiento de los conflictos personales entre los personajes. Quien ha visto la primera Ant-Man, no encontrará nada en esta secuela que la haga memorable o resignifique el tono de su antecesora, de hecho más bien lo contrario. De algún modo el director Peyton Reed ha re-creado, con cierto sesgo conservador, el acertado tono narrativo de la primera duplicándolo aquí casi escandalosamente. Lo único nuevo en sí es la presentación de The Wasp (Evangeline Lilly), a quien dedicaremos un párrafo aparte. Entonces, queda claro que no toda segunda parte debería ser una pieza clave, sin embargo, un tratamiento que permanece idéntico desde un punto de vista compositivo termina agotando cualquier buen recurso.
En oposición a esto, la película goza de un buen ritmo y la acción se desarrolla de manera homogénea. El suceso que se narra y sobre el cual deben luchar los personajes no resulta, en principio, trascedente a un nivel colectivo, pero sí impacta directamente sobre la vida familiar de los Pym. Estos pequeños-grandes héroes están condenados a ser el sideshow de los clásicos gigantes y esto se verifica también en los desangelados antagonistas. La proeza de Janet Van Dyne (Michelle Pfeiffer) que salvó millones de vidas quedó, metafóricamente hablando, en el mismísimo Oblivion, de modo que en la actualidad solo la recuerdan sus familiares directos. En lugar de afectarlos negativamente, tal singularidad les permite potenciar un costado humorístico y dar más lugar al desarrollo emocional de los personajes. El film promueve ingeniosamente esta alteridad, este lado B de la fama, aunque esta cuestión resida exclusivamente en la superficie. Al respecto cabe destacar que la película inicia con Scott Lang (Paul Rudd) haciendo frente a una condena tras las acciones que desarrolló en Alemania durante Capitán América: Guerra Civil (2016).
Ant-Man trae consigo también una atracción por las escenas de acción, que se nos presentan muy particulares. En primer lugar, porque el espacio del desenvolvimiento de la lucha física se halla dentro del terreno de la destreza y no el de la fuerza, como esperaríamos ver en el caso de Hulk, por ejemplo. La espectacularidad aquí pasa por el enfrentamiento entre criaturas que juegan a la esquiva y a utilizar su poder con vértigo e ingenio. Este último resulta un factor imprescindible para Ant- Man (Paul Rudd), ya que debe evaluar permanentemente su capacidad de encogerse o agrandarse midiendo su entorno y las acciones posibles en él. Por ello el acierto es, como dijimos, la destreza en el territorio de Ant- Man, no el mundo puramente tecnológico. De hecho, cuando este último prevalece genera más inconsistencias en el personaje.
Ant-Man and The Wasp continúa con el discurso que Peyton Reed elige en la primera entrega, pero con un énfasis aún mayor. El director se aleja de los cómics en lo que respecta a las llamadas partículas Pym descubiertas por el mismo Dr Hank Pym (Michael Douglas) y elige resignificarlas, generando un problema de incoherencia general. Para no entrar en detalles, diremos que las partículas Pym de los comics funcionan alterando la materia y su hallazgo fue situado en una especie de dimensión alternativa. En la película, la idea de “dimensión paralela” parecía poco convincente para adultos y adolescentes sobreinformados y, en lugar de ello, se introduce la idea de compactar el espacio entre los átomos. Las consecuencias están a simple vista: nunca se explica cómo es que se puede llegar a ese nivel subátomico. Si la masa se conserva pero tiene más superficie, entonces ¿cómo puede mover un camión?, ¿cómo puede levantar la caja de autos?. La necesidad de recurrir a la hipertecnificación para el verosímil termina, en parte, jugándole en contra. Más aún, si el registro de Ant- Man es el de comedia familiar, no vemos con claridad cuál era el propósito de incorporar el discurso científico puro y rudo con ese sesgo tan carácteristico de otros personajes como Iron Man.
La química entre Janet y Hank funciona de maravilla e incluso el gag que involucra a Scott en la escena familiar resulta hilarante. Sin embargo, la presentación formal de The Wasp deja gusto a poco. La heroína posee un intelecto superior, de evidente herencia genética, y está dotada de grandes cualidades de combate. Además, cuenta con ese traje tan espectacular que le permite destacarse pero hasta ahí se agotó todo. The Wasp no desarrolla una singularidad, su carácter podría ser asimilado con el de Natasha Romanoff o Gamora y, en ese sentido, es más de lo mismo. El punto es que, frente a la variedad de poderes y personalidades que tienen los héroes del MCU, existe una unidimensionalidad bastante marcada en la interpretación de las heroínas y esta cadencia se continúa repitiendo en cada entrega con menor o mayor intensidad.
Para concluir, los grandes aciertos del film siguen siendo aquellos pasajes familiares y humorísticos (como el arresto domiciliario de Scott y el papel de la hormiga), la química entre los personajes, el grupo de amigos de la empresa de seguridad y las escenas de acción con toda la vertiginosidad al servicio de los cambios de tamaño.
No se pierdan la “ganchera” escena poscréditos.