Hasta Avengers Endgame, las películas de Marvel tenían una impronta, un sello. No importa su valoración; sí que lentamente ellas fueron adquiriendo una relación que iba mucho más allá del encastre narrativo. Dirigida nuevamente por Peyton Reed, la tercera aventura solista de Scott Lang después de Ant-Man: El Hombre Hormiga y Ant-Man and the Wasp marca un amplio retroceso en ese aspecto, mezclando el futurismo de Tron (de la primera, no de su remake) con un diseño visual estilo Avatar pero más kitsch y una trama centrada en una comunidad dominada por un tirano (Jonathan Banks) que por momentos remite a los enfrentamientos intergalácticos de la etapa contemporánea de Star Wars.
Todo eso, desde ya, sin un ápice de humor, con esos diálogos sobreescritos que nadie parece muy interesado en decir sin que se note que está actuando. En ese sentido, el de Ant-Man and The Wasp: Quantumania debe ser el único caso en que pueden juntarse Bill Murray y Paul Rudd sin que salga algo gracioso, articulado, hecho con un mínimo de ganas.
La película encuentra a Lang convertido en un héroe comunal, autor de una autobiografía centrada en las aventuras con Thor, Hulk y compañía, y viviendo con su pareja Hope (Evangeline Lilly) y su hija Cassie (Kathryn Newton). Hasta que, durante una reunión familiar con Janet (Michelle Pfeiffer) y Hank (Michael Douglas), terminan por error todos atrapados en el Reino Cuántico, un mundo “ubicado debajo del nuestro y sin tiempo ni espacio”, como dice alguien por ahí.
Un mundo con criaturas únicas y un ecosistema propio (como Avatar), pero volcado a lo excesivo: hay, entre otras cosas, unos aliens con algo parecido a un secador de pelo en la cabeza, un ex compañero de Scott con cabeza gigante y patitas chicas estilo Minion, caracoles tamaño humano y algunas criaturas gelatinosas tipo Flubber. Si James Cameron obliga a expandir los límites de lo inmersivo y sensorial, aquí la profundidad de campo está creada sobre un par de fondos dignos de un banco de fotos.
No conviene adelantar demasiado sobre las varias subtramas que presenta Ant-Man and The Wasp: Quantumania. Sí puede decirse que llama la atención el poco esmero para hilarlas con coherencia, así como también la presencia de un tono por momentos sepulcral que confunde lo enrevesado con lo complejo, lo metafísico con el delirio y espíritu de aventura con montaje frenético. Dos escenas post créditos aseguran la continuidad. Que nos sea leve.