Christine (Nicole Kidman) tiene 47 años y después de un grave accidente ha perdido la memoria. Toda la información que acumula durante el día, se le borra cada noche. Y cada mañana escuchará a su marido y a un psiquiatra que la obliga a registrar el día día en una cámara. El film pivotea sobre estas tres realidades: la de ella, que se evapora y queda en el diario, la de ese hombre que dice ser su esposo y le da recuerdos frescos y la que obtiene desde su cámara. Una historia sugerente y prometedora. ¿Qué tal despertar cada día como un ser nuevo? Pero el buen planteo de a poco se va evaporando detrás de un relato que se retuerce sobre sí mismo para sumar confusiones. Christine está perdida. Sus recuerdos llevan la marca engañadora de una mujer tramposa y trampeada. El final aclara casi todo, pero hay tantos cabos sueltos (¿dónde estaba ese hijo, cómo se pudo mantener semejante secreto tanto tiempo?) y es tan reiterativa y manipuladora, que sólo la violenta escena final le agrega un poco de vivacidad a tanto falso recuerdo.