ESPERADA TERCERA PARTE, CONVERTIDA EN GEMA CINEMATOGRÁFICA
Y finalmente llegó lo que muchos esperábamos desde hacía 9 años: Jesse (Ethan Hawke) y Celine (Julie Delpy) están juntos en el cine otra vez. Desde “Before sunset” (2004) que no sabíamos nada de ellos y era imperativo para muchos saber qué había sido de sus vidas, como si ellos vivieran realmente fuera de la pantalla a lo largo de esta (casi) década. Es que resultaron ser unos personajes tan creíbles y verdaderos, que desde “Before sunrise”, en 1995, cobraron vida dentro y fuera de la (ahora) trilogía cinematográfica de Richard Linklater.
Para los que no conocen a Jesse y Celine, ellos se conocieron a los 23 años, a bordo de un tren por Europa, y se bajaron juntos en Viena, por insistencia del joven, porque se habían caído muy bien y se sentían cómodos charlando. Y así transcurría “Antes del amanecer”, con el norteamericano y la francesa visitando lugares en la capital austríaca y hablando de sus vidas, sus amores, sus frustraciones, sus deseos, sus sueños... También compartirían besos, caricias y una noche romántica. Parecía que una historia de amor había comenzado, sin embargo, debieron despedirse para seguir cada uno con sus vidas, prometiéndose un próximo encuentro.
Nueve años después, en “Antes del atardecer”, de 2004, nos enteramos que ese encuentro prometido no se produjo, y Jesse, devenido en treintañero escritor, había creado una novela que contaba su historia romántica en Viena, y la fue a presentar a París, donde se volvió a cruzar con Celine. Allí, ambos tomaban juntos un café y recorrían el Sena, enterándose que ninguno de los dos estaba conforme con sus vidas: él casado y con un hijo (pero no enamorado de su esposa); y ella, en una relación con un fotógrafo corresponsal de guerra, que se la pasaba más lejos que cerca de su novia. Y así, quedaba en suspenso la historia entre ambos, luego de que Celine le manifestara a Jesse su amor, cantándole un vals que ella misma había escrito. El final quedaba abierto, pero se suponía que ambos podían llegar a concretar su deseo de estar juntos.
Ahora, en 2013, con “Antes de la medianoche”, Jesse va a despedir a su hijo adolescente al aeropuerto de Kalamata, en Grecia, quien regresa con su mamá, a la vida en los Estados Unidos, luego de pasar sus vacaciones junto a su padre, que ahora ha formado una nueva familia junto a Celine. Finalmente, los ahora cuarentones, están juntos desde aquel atardecer parisino de 2004, y tuvieron mellizas que, en la actualidad, tienen 7 años. La familia está pasando unas vacaciones en Grecia, en la casa de un importante escritor, y tienen la posibilidad de pasar la noche en un hotel, los dos solos. Allí aflorará una charla que deviene en discusión sobre el deseo de Jesse de vivir más cerca de su hijo, acerca de la carrera de ella, acerca de la convivencia de todos los años juntos.
Los reproches entre ambos surgen como una respuesta a una frustración: Jesse por no vivir en su país de origen y cerca de su hijo; Celine por no sentirse acompañada en la crianza de sus hijas por falta de cooperación. Se sabe que una relación suele empezar con un proceso de enamoramiento que hace que se creen expectativas muy altas entre los miembros de la pareja. Pero el paso del tiempo y las dificultades propias de la convivencia hacen que aparezcan las crisis y una sensación de desencanto, porque no se están cumpliendo las expectativas que se habían creado, entonces surge la tentación de culpar al otro de esta situación. Jesse y Celine no le escapan a esto, y se han convertido en víctimas de su propia relación. El tema a dilucidar será si pueden seguir juntos o todo está terminado…
La calidad y realismo de los diálogos conservan el excelente nivel logrado en las dos partes anteriores. La crudeza con que se reprochan uno al otro en ese cuarto de hotel los sulfura hasta hacer peligrar la continuidad del matrimonio. Todo el romanticismo alcanzado en los filmes de 1995 y 2004, aquí parece no existir, o aparece a cuentagotas. La situación de los personajes es otra esta vez: han acumulado años juntos y la idealización de uno hacia el otro ya no está. Ello, de alguna manera, genera mucha identificación en el espectador (adulto especialmente), pero por otro lado se aleja de la emoción que había en los filmes antecesores, donde la imposibilidad de los protagonistas de concretar su amor proporcionaba mayor vibración en la platea.
Al margen de este detalle, este tercer filme de la saga está a la altura de las dos primeras. Hawke y Delpy resultan formidables y conservan una enorme química, tanto entre ambos como actores, y también la tienen como co-guionistas junto al director, conformando un terceto creativo de lujo, que nos regalan esta joya cinematográfica que, de quedar en trilogía, conformará un magnífico pack triple, así como existen el de “El padrino” o el de “Volver al futuro”, por citar dos diferentes. Aunque ojalá que, cada 9 años, tengamos noticias de ellos y sus destinos, para seguir madurando junto a Jesse y Celine como (muchos) venimos haciendo desde aquella charla espontánea en un tren a Viena.