Una joya del cine romántico
Es sobre le vida, el amor, el paso del tiempo, la fugacidad de la existencia, los claroscuros de la convivencia, el deseo, los sueños. Un filme que emociona, una película inteligente, intensa, con dos actores memorables que desnudan sus ganas, sus dudas y sus recelos con conmovedora naturalidad. Jesse y Celine vuelven después de nueve años. Los habíamos abandonado en aquel final inolvidable con un avión (el amor) que los esperaba para emprender juntos un viaje lleno de turbulencias. Y ahora en su tercer encuentro, nos muestran que se reencontraron (¿para siempre?), pero que la convivencia es un rompecabezas que también exige aceptación, goce y negociaciones. Están en Grecia y las ruinas parecen ser premonitorias. No está el arrebato romántico de los dos primeros filmes. Los años han deparado un nuevo vínculo, no se fantasea con el mañana, hay que enfrentar el hoy. Jesse sigue soñando y a ella le pesa la nueva carga hogareña. La realidad impone su tono, su relato, sus exigencias. Y claro, entre la mutua admiración y el deseo, aparecen los reproches, las dudas, el fantasma del cansancio. Jesse y Celine nos avisan que eso es el amor, un largo decir que nunca se agota y que a cada paso reclama nuevos intérpretes y nuevas cadencias. Un filme tocante, diáfano y también amargo, que nos habla del pasado y del futuro y que en un conmovedor almuerzo nos deja ver las caras diversas del amor, su desgaste y sus ilusiones, su fragilidad y su olvido. Todo cambió en este tercer capítulo. Hasta la puesta en escena: antes, Jesse y Celine aparecían en planos generales, como si el mundo los necesitara juntos, uno al lado del otro; ahora (sobre todo en la escena en el cuarto) hay planos y contraplanos, uno sale de cuadro, ella se va, como para mostrarnos el verdadero rostro de una convivencia que necesita confrontar y verlos unidos y separados, desearse y enojarse, criticarse y necesitarse. Está apoyada en la nobleza de dos personajes entrañables, tiene diálogos sustanciosos y una dirección fresca, sugerente y sensible. Un filme magnífico, que para ser disfrutado en plenitud necesita de las otras dos partes, una pieza romántica que cautiva por su fulgor emotivo y apela a nuestra subjetividad y nuestra complicidad, una obra de engañosa sencillez que, como el río de la leyenda, nos atrae, nos transporta y nos refleja