Digna y rica culminación para una historia romántica y emotiva
Exquisita, tal la apreciación que me merece "Antes de la medianoche”, la ¿culminación? de la trilogía romántica del realizador estadounidense Richard Stuart Linklater, quien el próximo 30 de julio cumplirá 53 años.
Todo comenzó con "Antes del amanecer", su tercer largometraje como guionista y director, una producción de 1995, cuando él tenía 35 años, a la que bien podría definirse como “el encuentro”. Nueve años más tarde estrena "Antes del atardecer", es 2004, y con ella concreta la décima obra en su filmografía, al cumplir 44 años de edad, y bien se la podría subtitular “reencuentro, hacia un futuro probable”. Ahora, nueve años después, a 18 de aquél recordado encuentro casual, cuando su creador tiene 52 años, es retomada la historia a manera de una crónica que realiza la pareja en sus vidas y relaciones de la adolescencia romántica a la madurez en crisis.
Lo interesante de esta trilogía es el criterio con que ha sido estructurada la narración de la historia en cada título respecto de los otros, lo que permite que el espectador pueda disfrutarlas en su continuidad si ve las tres producciones (algo que bien puede sugerirse), tanto como aquél que los aprecie aisladamente por la autonomía del tratamiento con que ha sido trabajada cada una de ellas.
La singular historia de amor entre el estadounidense Jessy (Ethan Hawke) y la parisina Celine (Julie Delpy) ha sido narrada con intermitencia en su desarrollo, pero con atenta narrativa y coherencia temporal y espacial. Se conocen siendo muy jóvenes en el vagón de un tren que se detiene en Viena, descienden en la pausa del viaje, visitan la ciudad e inician una relación circunstancial para despedirse “antes del amanecer”, y cada cual continuar con su vida. Nueve años más tarde se produce el reencuentro en Paris, en oportunidad en que Jessy, casado, y escritor exitoso, arriba desde los Estados Unidos para promocionar una de sus libros, y Celine accede al acto. Se reconocen y se reactiva el enamoramiento sobre la premisa de que donde hubo fuego, entre las cenizas, brazas quedan, volviendo a seducirse, pero esta vez con amor declarado. Dadas las circunstancia que los rodean vuelven a separarse, esta vez antes del atardecer, pero abriendo perspectivas para un posible futuro en común.
“Antes de la medianoche” abre la narración con Jessy en el aeropuerto internacional de Kalamata despidiendo a Hank, su hijo adolescente del matrimonio anterior, quien lo visitó para compartir con él una estadía veraniega en Grecia, y ahora debe regresar a Chicago para continuar sus estudios y la vida junto a su madre. Todo entre ellos denota una relación cordial, pero inconsistente.
A poco andar de su regreso del aeropuerto nos enteramos que Celine y Jessy están casados y tienen dos encantadoras hijas gemelas Ella (Jennifer Prior) y Nina (Charlotte Prior). Están en Grecia en un retiro de escritores, hospedados en la pintoresca campiña de un escritor expatriado, Patrick (Walter Lassally). Jesse, entregado al vuelo de la imaginación creativa, encanta a la pareja griega que tan cálidamente los hospeda, pero Celine, cuyo pasado ha jugado un papel protagonista en las novelas semiautobiográficas de él, está quizás un poco hastiada de servir como seductora musa francesa en la exitosa carrera de su marido.
Las reuniones son amenas, sostenidas por un diálogo ágil e inteligente no exento de recuerdos, humor, e ironías. A modo de agasajo los amigos griegos les regalan una noche en un lujoso hotel a orillas del mar, mientras ellos cuidan de sus niñas. Ambos parten a pie por la espectacular región helénica. Caminan a través de los médanos y las aldeas disfrutando el momento de estar solos. En ese largo trayecto empiezan las preguntas y respuestas, las bromas, el coqueteo, pero también comienzan a asomar un balance de su vida en común con sus buenos momentos, para ir filtrarse el cansancio, las insatisfacciones, los reproches, las frustraciones. Poco a poco va insinuándose en ella molestias por ser tomada como la protagonista de los libros de Jessy; en él lamentar su notoria preocupación por las cosas que perdió como padre en la vinculación con su hijo, sintiendo culpas por no haberle dedicado más de su tiempo, siempre tratando de encontrar una salida o una razón que lo justifique.
En el cuarto de hotel inician un jugueteo amoroso, con seducciones y coqueteos incluidos, en la conquista mutua que culmine en el acto del amor. Un llamado telefónico quiebra la idílica atmósfera para volverlos a sus realidades individuales y de pareja, a las experiencias agridulces acumuladas en 18 años de vivencias que pesan en su momento presente, afrontando la crisis más serie en sus relaciones, no exentas de sueños, inseguridades, reproches, fracasos, bordeando la ruptura, la caída en un precipicio sin fondo o sumergirse en un agujero negro. Celine abandona el cuarto…pero retorna a los pocos minutos con nuevos reclamos, aunque con actitud más contemplativa. El diálogo continúa con sus vaivenes hasta que Jessy lee una carta en la que expresa que en esencia sigue siendo el mismo y que el amor aquél continúa prevaleciendo por sobre cualquier contingencia. La tormenta comienza a desvanecerse para que la historia se abra a la esperanza antes de la medianoche.
El sostenido interés narrativo se basa en una sólida estructura apropiadamente tratada en un guión elaborado con inteligencia y prolijidad por la sociedad Linklater-Delpy-Hawke. Las situaciones se van planteando en espacios acotados y resueltas con diálogos, por momentos muy teatrales, que llegan a agobiar al espectador, pero que resultan muy efectivos para traducir la crisis de pareja. Una obra emotiva a la vez que angustiante sobre las relaciones humanas que transita por el amor, la convivencia, el matrimonio, la paternidad y la realización personal, pero sin que la historia pierda el romanticismo que predomina desde su origen.
Técnicamente cuenta con buena fotografía, un trabajo de cámara que acentúa los valores de los diálogos y la atmósfera intimista, acentuada por un tema musical cálido y sugerente.