“Una segunda madre”, producción que cuenta con guión y realización de la directora brasilera Anna Muylaert, se apoya en temas de diferencia de clases y los vínculos familiares a través de Val (Regina Casé), una mucama todo terreno que toma su trabajo con mucha responsabilidad, desarrollando sus tareas en el hogar de un matrimonio clase media alta en un barrio acomodado de San Pablo, Brasil. Val es una pernambucana que desde hace varias décadas presta servicios con cama adentro en esa familia, llevando una convivencia amable y casi integrada a sus patrones, habiendo sido también niñera de los chicos a los que ha tratado con cariño maternal, los que ahora, ya adolescentes, la siguen respetando y obedeciendo, lo que, en cambio, no sucede con sus progenitores. Desde la niñez se fue gestando una relación muy estrecha entre Val y Fabianho, el mayor, de amor, complicidad y confidencialidad que no se generó con la madre biológica. Las jornadas se van sucediendo placenteramente en la casa, hasta el día que regresa Jessica, la hija de Val, a la que ésta no ve desde hace 13 años, distanciada desde que quedó al cuidado de la familia en el Nordeste. Con la creencia que su estadía se limitará a unas vacaciones, solicita a la dueña de casa permiso para que ocupe una habitación destinada a la criada. Cuando se entera que en realidad viene con el propósito de radicarse en la ciudad para estudiar arquitectura en la facultad local, sus exigencias, actitudes discordante, y el no acatar las reglas de la casa, pondrán en situación extrema la relación patrona-criada, generando múltiples conflictos tanto entre madre e hija, como de Val y la señora, con el señor como débil y fallido componedor, poniendo al descubierto la inevitable división de clases que, más allá de las apariencias, en su esencia nunca han sido superada Jessica pertenece a la nueva generación y no acepta el manso sometimiento, con ficticia convivencia plena de las clases sociales exigiendo un tratamiento igualitario entre la patronal y sus empleados. Los puntos de quiebre lleva a Val a tomar una decisión, al asumir la realidad ineludible ante una apariencia endeble, para ganar, reiniciar y fortalecer el vinculo con su hija. Interesante propuesta, bien planteada y desarrollada, para ofrecer una mirada, simple pero aguda, a uno de los aspectos de la relación entre estamentos sociales, patrones-criados, y su posible gravitación entre madre biológica y “una segunda madre”. Cálida realización, con apropiado tratamiento técnico, convincente en lo narrativo, con la animación de la historia por intérpretes de buen nivel, con destacado trabajo de Regina Casé.
El director británico Roger Michell es un especialista en comedias románticas, recordemos “Nottin hill” (1999), y en cierta medida, aunque en el contexto de comedia dramática, vuelve a poner de manifiesta su preferencia por estas temáticas. En “Un fin de semana en Paris” instala la historia de Meg (Lindsay Duncan) y Nick (Jim Broadbent), una pareja de británicos maduros, ambos profesionales, quienes deciden celebrar el aniversario de matrimonio pasado un fin de semana en la capital francesa, recorriendo los lugares que disfrutaron en su viaje de bodas tres décadas atrás. Llevan una vida resuelta, aparentemente feliz, con los hijos independizados, pero inmersos en la rutina que termina por estallar en una crisis matrimonial contenida que los asfixia en la relación cotidiana encaminada hacia el distanciamiento y la soledad. El viaje es un intento por superar tensiones y recuperar el amor, la comprensión y el diálogo. Nick pretende revivir aquellos momentos guardados en sus recuerdo, pero al arribar el hotel en el cual se alejaron felices entonces, ahora el estgablecimiento está en decadencia, en paralelo a sus propias existencias Meg no lo soporta, descalifica a su marido y lo lleva a instalarse en un establecimiento moderno, lujoso, en una suite con balcón que permite una bellisima vista de la ciudad de las luces. Nada sale como estaba planeado. Van resolviendo los problemas a medida en que se les van presentando, descubriendo que la relación se encuentra en un pozo negro más profundo de los que podían suponer: él la contempla con amor, en tanto ella lo pone constantemente a prueba lastimando aún más la relación. El encuentro casual con Morgan (Jeff Goldblum), amigo de juventud de Nick, que lo admira a través del tiempo sin que esté muy seguro del por qué, operará como detonante en el conflicto de la pareja al aceptar ésta ir a comer a la casa del viejo amigo, pues en su transcurso quedan a flor de piel la crisis individual y conjunta de los protagonistas, con particular acento en el diálogo que Nick sostiene con el hijo del dueño de casa, el que no tiene desperdicio y es clave para comprender todo el contexto. Si bien el entramado de la narración presenta notorios altibajos, la historia resulta interesante, particularmente para los espectadores maduros, por la temática planteada, la atmósfera que logra imprimirle el realizador a muchas de las escenas, los toques de humor y glamour que se traduce en buenos momentos de los diálogos, las muy buenas actuaciones de Lindsay Duncan, JIm Broadbent y Jeff Goldblum, y, demás está decirlo, las imágenes de un Paris… que siempre es Paris… aún para lo que nunca recorrieron sus calles…más allá de las imágenes cinematográficas.
“La memoria del agua” aborda la historia de amor de una joven pareja que tras la muerte de su hijo lucha por mantener su relación. Esta vivencia los ha fracturado como pareja, y a pesar de lo mucho que se quieren no pueden sobreponerse a la inmensa pérdida. Ello da lugar a una sutil construcción de sus nuevas vidas, y sus movimientos por olvidar lo que fueron como pareja. La posibilidad de un nuevo reencuentro aparece y ellos saben que esa decisión podrá cambiar el sentido de sus vidas para siempre. Se trata de una realización que revela la angustia desgarradora en la que se ven sumidos los protagonistas, e ir siguiendo la narración sobre las vidas de Javier (Benjamín Vicuña) yAmanda (Elena Ayala) luego de la muerte del pequeño hijo en un accidente, hecho que los marcará profundamente sacudiendo los cimientos de de sus relaciones humanamente considerados. Guionistas y director llevan al espectador a transitar con marcada tensión el desarrollo del relato a través de una narración contenida y efectiva en su exposición. Matías Bize, ganador del premio Goya por “La vida de los peces”, en el 2011, logras conmover con apropiado nivel expositivo evitando recurrir a golpes bajos, conduciendo a un elenco que traduce lo sustancial de los personajes que le ha tocado en suerte. En suma, una historia pequeña, pero emotiva, traducida con sensibilidad.
Digna y rica culminación para una historia romántica y emotiva Exquisita, tal la apreciación que me merece "Antes de la medianoche”, la ¿culminación? de la trilogía romántica del realizador estadounidense Richard Stuart Linklater, quien el próximo 30 de julio cumplirá 53 años. Todo comenzó con "Antes del amanecer", su tercer largometraje como guionista y director, una producción de 1995, cuando él tenía 35 años, a la que bien podría definirse como “el encuentro”. Nueve años más tarde estrena "Antes del atardecer", es 2004, y con ella concreta la décima obra en su filmografía, al cumplir 44 años de edad, y bien se la podría subtitular “reencuentro, hacia un futuro probable”. Ahora, nueve años después, a 18 de aquél recordado encuentro casual, cuando su creador tiene 52 años, es retomada la historia a manera de una crónica que realiza la pareja en sus vidas y relaciones de la adolescencia romántica a la madurez en crisis. Lo interesante de esta trilogía es el criterio con que ha sido estructurada la narración de la historia en cada título respecto de los otros, lo que permite que el espectador pueda disfrutarlas en su continuidad si ve las tres producciones (algo que bien puede sugerirse), tanto como aquél que los aprecie aisladamente por la autonomía del tratamiento con que ha sido trabajada cada una de ellas. La singular historia de amor entre el estadounidense Jessy (Ethan Hawke) y la parisina Celine (Julie Delpy) ha sido narrada con intermitencia en su desarrollo, pero con atenta narrativa y coherencia temporal y espacial. Se conocen siendo muy jóvenes en el vagón de un tren que se detiene en Viena, descienden en la pausa del viaje, visitan la ciudad e inician una relación circunstancial para despedirse “antes del amanecer”, y cada cual continuar con su vida. Nueve años más tarde se produce el reencuentro en Paris, en oportunidad en que Jessy, casado, y escritor exitoso, arriba desde los Estados Unidos para promocionar una de sus libros, y Celine accede al acto. Se reconocen y se reactiva el enamoramiento sobre la premisa de que donde hubo fuego, entre las cenizas, brazas quedan, volviendo a seducirse, pero esta vez con amor declarado. Dadas las circunstancia que los rodean vuelven a separarse, esta vez antes del atardecer, pero abriendo perspectivas para un posible futuro en común. “Antes de la medianoche” abre la narración con Jessy en el aeropuerto internacional de Kalamata despidiendo a Hank, su hijo adolescente del matrimonio anterior, quien lo visitó para compartir con él una estadía veraniega en Grecia, y ahora debe regresar a Chicago para continuar sus estudios y la vida junto a su madre. Todo entre ellos denota una relación cordial, pero inconsistente. A poco andar de su regreso del aeropuerto nos enteramos que Celine y Jessy están casados y tienen dos encantadoras hijas gemelas Ella (Jennifer Prior) y Nina (Charlotte Prior). Están en Grecia en un retiro de escritores, hospedados en la pintoresca campiña de un escritor expatriado, Patrick (Walter Lassally). Jesse, entregado al vuelo de la imaginación creativa, encanta a la pareja griega que tan cálidamente los hospeda, pero Celine, cuyo pasado ha jugado un papel protagonista en las novelas semiautobiográficas de él, está quizás un poco hastiada de servir como seductora musa francesa en la exitosa carrera de su marido. Las reuniones son amenas, sostenidas por un diálogo ágil e inteligente no exento de recuerdos, humor, e ironías. A modo de agasajo los amigos griegos les regalan una noche en un lujoso hotel a orillas del mar, mientras ellos cuidan de sus niñas. Ambos parten a pie por la espectacular región helénica. Caminan a través de los médanos y las aldeas disfrutando el momento de estar solos. En ese largo trayecto empiezan las preguntas y respuestas, las bromas, el coqueteo, pero también comienzan a asomar un balance de su vida en común con sus buenos momentos, para ir filtrarse el cansancio, las insatisfacciones, los reproches, las frustraciones. Poco a poco va insinuándose en ella molestias por ser tomada como la protagonista de los libros de Jessy; en él lamentar su notoria preocupación por las cosas que perdió como padre en la vinculación con su hijo, sintiendo culpas por no haberle dedicado más de su tiempo, siempre tratando de encontrar una salida o una razón que lo justifique. En el cuarto de hotel inician un jugueteo amoroso, con seducciones y coqueteos incluidos, en la conquista mutua que culmine en el acto del amor. Un llamado telefónico quiebra la idílica atmósfera para volverlos a sus realidades individuales y de pareja, a las experiencias agridulces acumuladas en 18 años de vivencias que pesan en su momento presente, afrontando la crisis más serie en sus relaciones, no exentas de sueños, inseguridades, reproches, fracasos, bordeando la ruptura, la caída en un precipicio sin fondo o sumergirse en un agujero negro. Celine abandona el cuarto…pero retorna a los pocos minutos con nuevos reclamos, aunque con actitud más contemplativa. El diálogo continúa con sus vaivenes hasta que Jessy lee una carta en la que expresa que en esencia sigue siendo el mismo y que el amor aquél continúa prevaleciendo por sobre cualquier contingencia. La tormenta comienza a desvanecerse para que la historia se abra a la esperanza antes de la medianoche. El sostenido interés narrativo se basa en una sólida estructura apropiadamente tratada en un guión elaborado con inteligencia y prolijidad por la sociedad Linklater-Delpy-Hawke. Las situaciones se van planteando en espacios acotados y resueltas con diálogos, por momentos muy teatrales, que llegan a agobiar al espectador, pero que resultan muy efectivos para traducir la crisis de pareja. Una obra emotiva a la vez que angustiante sobre las relaciones humanas que transita por el amor, la convivencia, el matrimonio, la paternidad y la realización personal, pero sin que la historia pierda el romanticismo que predomina desde su origen. Técnicamente cuenta con buena fotografía, un trabajo de cámara que acentúa los valores de los diálogos y la atmósfera intimista, acentuada por un tema musical cálido y sugerente.
En la historia de la cinematografía internacional podemos encontrar producciones que encaran, directa o colateralmente, temáticas relacionadas la salud humana física o psíquica, más allá de hacerlo con fundamentos médicos o a partir de meras fantasías. Puede citarse en el aspecto psíquico, por ejemplo, el psicoanálisis en “Cuéntame tu vida” (1945), el estudio psicológico de las relaciones humanas en “Gente como uno” (1980), el autismo en “Rain man” (1988), o la catatonía en “Despertares” (1990). Ahora se suma “El lado luminoso de la vida” que tiene como eje un personaje afectado por el trastorno bipolar, también conocido como trastorno afectivo bipolar, y antiguamente como psicosis maníaco-depresiva. Considerado como el diagnóstico psiquiátrico que describe un trastorno del estado de ánimo caracterizado por la presencia de uno o más episodios con niveles anormalmente elevados de energía, cognición y del estado de ánimo. Clínicamente se refleja en estados de manía o, en casos más leves, hipomanía junto con episodios concomitantes o alternantes depresivos, de tal manera que el afectado suele oscilar entre la alegría, la tristeza y la agresividad de una manera mucho más marcada que las personas que no padecen esta patología. La intencionalidad de esta realización no es la de encarar esta problemática con un firme, incluso polémico, sustento científico, sino tomándolo como base para narrarnos una historia lineal, entretenida, bien estructurada –aunque con progresiones muchas veces previsibles- y animada por un grupo de intérpretes que aportan solidez y calidad al relato. La delicada temática en este caso tuvo en el guión un tratamiento serio, para un planteo desarrollado en tono de comedia dramática que, por momentos roza lo excéntrico, donde no está ausente el toque romántico. La historia está centrada en Pat (Bradley Cooper), un hombre que ha perdido todo: casa, trabajo, esposa. Luego de pasar ocho meses en una institución, donde estuvo internado víctima de un trastorno bipolar, ahora retorna a la casa de sus padres. Su objetivo es reconstruir su vida manteniendo una actitud positiva y recuperar a su esposa, pero deberá enfrentar incluso choque generacional con su padre, un obsesivo del béisbol, fanático de Philadelphia Conocer a Tiffany (Jennifer Lawrence), quien se propone ayudarlo en el cometido, le significará una relación que le permitirá apreciar que ante situaciones conflictivas finalmente siempre habrá un lado luminoso, que se puede tener una segunda oportunidad. El protagonista y su entorno familiar viven cambios continuos tensos y confusos, no exentos de humor, sobre todo, por ejemplo, en la elección del baile como solución a los conflictos emocionales. La narración denota un tratamiento correcto desde lo técnico, el que genera apropiado marco para el trabajo de una buena selección de intérpretes, comenzando por un Bradley Cooper, medido en la composición de Pat, y una Jennifer Lawrence que aporta consistencia al logrado perfil de Tiffany. A la par de ellos encontramos el valioso aporte de dos reconocidos intérpretes como soporte de los protagonistas, Robert De Niro como el padre obsesivo y cabalero, y Jacki Weaver como su esposa y madre sumisa y paciente, a quienes se suma Anupam Kher en su personificación del psiquiatra Dr. Cliff Patel. Esta producción aguarda la entrega de los Premios Oscar con expectativa, ya que cuenta con nominaciones en ocho de los rubros.
La temática que refiere “Al borde del abismo” se puede resumir como la lucha de un condenado por la justicia acusado de un hecho criminal del cual es inocente y su intento por demostrarlo. Asger Leth es un reconocido documentalista del cual hemos detectado dos trabajo en tal condición (“De fem benspaends”, como guionista, 2003, y “Ghosts of cité Soleil”, guionista y codirector, 2006), para quien “Al borde del abismo” es su ópera prima de largometraje como realizador de obras de ficción. Ante todo, para memoriosos e investigadores, cabe aclarar que el título de esta producción, en lo temático y narrativo, nada tiene que ver con “Al borde del abismo” que en 1946 dirigió Howard Hawks, inspirada en la novela “The big slepp” de Raymond Chandler, segunda producción protagonizada por la inolvidable pareja fílmica (y en la vida real) Humphrey Bogart y Lauren Bacall. Hecha esta aclaración veamos de qué se trata. Nick Cassidy es un ex policía que se encuentra cumpliendo una condena a 25 años, acusado de haber sido el responsable del robo de un valiosísimo diamante perteneciente al millonario David Englander, hecho respecto del que desde siempre a sostenido su inocencia. A raíz de la muerte de su padre las autoridades autorizan su asistencia al acto del entierro, por supuesto que bajo correspondiente custodia policial. Al acto también asiste su hermano Joey con quien aparentemente las relaciones no son las mejores, a punto tal que se produce un violento incidente entre ellos que genera una gresca generalizada, lo que posibilita a Nick emprender la huida. A partir de ese momento comienza una sostenida persecución, en tanto Nick comienza a ejecutar un plan que estima le permitirá descubrir al, o los, verdaderos culpables del hecho delictivo que le imputan. El propósito tiene como eje su ingreso al Hotel Roosvelt, de Nueva York. Solicita una habitación que da a la calle en un de los últimos pisos. Después de una cena con champaña, abre la ventana, sale al exterior y se para en la cornisa a más de 60mrtros de altura con intención de arrojarse al vacío. Detrás de esta peligrosa maniobra Nick tiene planes absolutamente impredecibles que el espectador tendrá que ir descubriendo a medida que se va desarrollando la historia. En la calle los transeúntes se reúnen de inmediato, por curiosidad o morbo. Cuando llegan los detectives exige la presencia como negociadora de la psicóloga de la policía Lydia Spencer (Elizabeth Banks), quien recientemente había fracasado estando a cargo de disuadir a un suicida en su intención. De allí en más el espectador irá descubriendo un entramado de traiciones y corrupción .Se trata de un filme interesante que cuenta con un guión bien desarrollado, tratado por una realización muy profesional, técnicamente equilibrado con una compaginación que gradualmente acentúa el ritmo de la progresión narrativa. Un buen elenco cubre los distintos personajes con solvencia, destacándose la presencia de un actor como Ed Harris que asume el suyo (David Englander) de taquito. Sin ser original le brinda al espectador lo suficiente como para que lo disfrute.
Steve Carrell (“Virgen a las 40” -2005-, “Pequeña Miss Sunshine”-2006-) llega nuevamente a la pantalla, en esta ocasión dirigido por Glen Ficarra y John Requa (“Una pareja despareja”, 2009). En esta producción interpreta a Cal casado con Emily (Julianne Moore), su gran amor desde el secundario. Después de 25 años de matrimonio su mundo se desploma cuando ella sorpresivamente le pide el divorcio, confesándole que lo ha engañado con David, un compañero de oficina, encarnado por Kevin Bacon, actor desaprovechado en esta oportunidad por los realizadores. Cal se refugia en un bar, en cuya barra se desahoga todas las noches repitiendo su historia a quien se le ponga a tiro, producto de la crisis que lo deprime. Una de esas noches conoce a Jacob, corporizado por Ryan Gosiling, muy buen interprete como lo demostró en "Diario de una pasión"(2004) y “Blue Valentíne” (2010, un seductor al que le gustan todas las mujeres y la buena vida, quien se ofrece para asesorarlo a fin de que cambie su imagen nada seductora para el sector femenino, colaborando con sus consejos para que recuperar su masculinidad y olvidar a su ex mujer. Cal acepta la propuesta y comienza el cambio que ni él mismo se lo cree. Empero en su soledad sigue ligado a Emily sin manifestárselo, con algunas visitas nocturnas a la casa de su ex sin acceder a su presencia, por ejemplo, cortando el cerco o regando el jardín, observarla a ella y los hijos a la distancia y en silencio. Con la base de un guión correctamente estructurado, la historia, sin ser original, se va desarrollando a través de una narración que mantiene el interés por la trama, más allá de dejar en el aire algunos personajes y subtramas, con algunas situaciones de humor bien jugado, en atmósfera que identifica la típica familia estadounidense, sus valores y sueños, revelado mediante diálogos punzantes. El resultado es positivo para los espectadores que disfrutan la comedia norteamericana, fundamentalmente por el plantel de intérpretes, con Marisa Tomei, como la profesora Kate, Jonah Bobo, quien animan a Robbie, que por su ternura y espontaneidad se hace acreedor a ser observado en sus trabajos futuros. El toque romántico del relato lo aporta Emma Stone, personificando a Hannah, hija de Cal y Emily, que sorprenderá al espectador al ser revelada su alma gemela. En lo técnico, se destaca la fotografía y la banda de sonido.
La historia comienza cuando Beatriz (Beatriz Spelzini), reconocida traductora, se encuentra dedicada a los preparativos para ir a buscar a su marido Luis (Luis Luque), profesor universitario, a una clínica neuropsiquiátrica, donde fue dado de alta después de haber sido tratado de un brote psicótico muy violento e imprevisto, consecuencia de considerar que su amigo y colega le había robado un proyecto en el cual venia trabajando desde hacía mucho tiempo. Cuando llega a su casa Luis busca a Donatello, su gato negro, para jugar con él, pero éste, imprevista y extrañamente, lo rechaza, lo ataca arañándolo. Cuando en los días siguientes lo busca para tratar de desentrañar su misteriosa actitud, comprueba que el minino ha desaparecido sin causa aparente. El matrimonio inicia una búsqueda por el barrio consultando a los vecinos, colocando volantes, pero el susodicho Donatelo no aparece. Beatriz, de frágil personalidad, temerosa, asustada por algunas actitudes inusuales de Luis, también asume reacciones por las que el espectador llega a preguntarse si realmente el estado psicótico no los afecta a ambos. Más allá de ir acentuándose una atmósfera gradualmente densa en la relación matrimonial, Beatríz propone con entusiasmo realizar un viaje a Brasil, con la esperanza de que se produzcan cambios auspiciosos a la situación planteada. Como guionista, Carlos Sorín estructuró un relato interesante, con una mirada entre juguetona e irónica, más allá de algunos hilos sueltos que no terminan de cerrar, con diálogos medidos que van acentuando el desconcierto en Beatriz, en tanto dejan interrogantes respecto a las actitudes de Luis. Como realizador, maneja con seguridad la resolución audiovisual de las escenas y el ritmo de las acciones, con encuadres muy elaborados para una estética casi de obra de cámara, mediante planos medios y primeros planos concebidos en un espacio interno muy amplio, debidamente utilizado. Respecto a la marcación de los personajes, reafirma su dominio en la dirección de los intérpretes. De allí las muy buenas actuaciones de Luis Luque y Beatriz Spelzini, quienes marcan transiciones y acentúan ajustadamente la progresión de las acciones, incluso en los toques de humor, y la espontaneidad lograda por todos los integrantes del elenco. Carlos Sorin denota una vez más buen oficio, sensibilidad y ternura, aunque sin llegar a repetir los resultados logrados en sus tres mejores realizaciones: “La película del rey” (1986), “Historias mínimas” (2002) y “La ventana” (2009).
La historia gira alrededor de la familia. Brewer (Susan Sarandon y Pierce Brosnan), cuyas vidas sufren un giro imprevisto con la muerte del hijo mayor (Bennett) en un accidente automovilístico. El padre, la madre y su hermano enfrentan el hecho de manera distinta asumiendo el duelo de manera muy diferente. El padre no lo vuelve a mencionar y trata de llevar la vida sin que ello gravite en los días siguientes; la madre busca respuestas respecto a conocer todo los detalles de los últimos minutos de su hijo; el hermano menor se droga y busca refugio en un grupo de autoayuda. Hay tanto dolor reprimido, en cada uno de ellos manifestado a su manera, que los vínculos van adquiriendo sucesivos grados de desesperación. Al tenso clima familiar se agudiza tres meses más tarde cuando llega a la casa Rose, informándoles que está esperando un hijo de Bennett. Se integra a la familia buscando conocerla más, y tratando de hablar con cada uno de ellos. Se van sucediendo una serie de situaciones, a partir de la obsesión de la madre, que culmina en un estallido emocional del jefe de familia y el reconocimiento del hermano al poder asumir que lo extraña y lamenta roces circunstanciales que los habían distanciado. Rose, con la confirmación del haber sido amada por Bennett y el nacimiento de la hija, abre nuevas esperanzas a este grupo humano. El dolor perdurara siempre, pero el amor ayudará a que, grupal e individualmente, podrán seguir adelante con sus respectivas existencias. Drama intenso correctamente desarrollado en el guión y emotivamente tratado en la realización, más allá de algunas marcaciones acentuadas en demasía, rayanas al melodrama. Buenas actuaciones, con sólidos aportes en el protagonismo asumido por Susan Sarandon y Pierce Brosnan, con un aporte adecuado de los distintos rubros técnicos.
“Un despertar glorioso” es una comedia que tiene su desarrollo en el particular mundo de la televisión estadounidense, pero no difiere en mucho a la argentina. El relato se inicia describiendo el ámbito, las tensiones y los intereses en juego que gravitan en el armado y sostenimiento de una programación. La historia tiene como eje a uno de los personajes clásicos que gravitan en todo programa con salida al aire: la productora ejecutiva. Todo el peso de la historia que se narra recae sobre Becky Fuller (Rachel Mc Adams), productora ejecutiva de un canal de segunda línea, quien es despedida por falta de presupuesto, y baja audiencia, sin atender sugerencias para una reactivación del programa en cuestión.. Después de inundar con curriculum a los directores de todo canal posible, finalmente logra ser aceptada para integrar un noticiero matutino, “Draybreak”, en Nueva York, de poco rating, responsabilidad que asume como un desafío para sacarlo adelante. Propone la incorporación como co-conductor al veterano profesional Mike Pomeroy (Harrison Ford), en la actualidad venido a menos, que gozó de gran protagonismo televisivo, siendo varias veces galardonado como cronista de importantes acontecimientos mundiales, además de agudo entrevistador), a quien el canal lo mantiene contratado aunque sin aparecer en pantalla por desacuerdo en cuanto al tipo de programa en el cual quieren incluirlo. Admirado por Becky, la emprendedora productora ejecutiva libra sus batallas para convencerlo a fin de que acceda a retorar a la pantalla chica, objetivo que logra merced a una cláusula contractual que lo obliga a participar en temas que no le interesan, tales como cubrir moda y cocina, no aceptando, además, compartir cartel en la co-conducción con Colleen Peck (Diane Keaton), una celebridad en programas matutinos. A esta altura comienza la segunda parte del relato, enfrentamientos y guerra de egos como, por ejemplo, quien dice la última palabra de cierre de cada emisión, el último “adios” de la jornada en pantalla. Todo se convierte en una pesadilla para la protagonista, donde priva la presión de su jefe Jerry Barnes (Jeff Goldblum), quien le anticipa que de no mejorar la audiencia el programa serálevantado. Beeky negocia la situación, acordando una semana más de tiempo, incluido el minuto a minuto, para alcanzar un determinado rating para permanecer en el aire y de esa manera que todo el equipo conserve su trabajo. No falta el toque romántico, con Adam Bennett (Patrick.Wilson), otro productor del canal, que llega a comprenderla por lo que está pasando y le enseña a tener vida propia, aún desde el pequeño todo de humor de guardar el teléfono celular en la heladera para disfrutar los momentos de intimidad con él. En suma, se trata de comedia bien planteada y desarrollada en un guión dinámico con situaciones y diálogos que, sin ser originales, resultan simpáticos, sustentando un ritmo muy apropiado para el género. Rachel McAdams denota estar bien dotada para el juego de comedia al cubrir con solvencia a la protagonista, columna vertebral de la historia, afirmándose en el recuerdo de su labor en "El diablo viste a la moda" (2006). Por su parte Diane .Keaton asume con autoridad un personaje al que el guionista no supo extraerle mejor partido, aun así supo aprovechar aportándole una buena cuota de humor. En Harrison Ford se nota el paso de los años, pero conserva su perfil, ahora como galán maduro, moviéndose con comodidad como el periodista algo ermitaño, de mal genio, afecto a la bebida, decepcionado y con voz impostada. El elenco se completa con una muy apropiada selección de intérpretes para cubrir los personajes secundarios y circunstanciales. El realizador de origen sudafricano (nació en Pretoria, hace 61 años) Rogel Michell, con carrera teatral, televisiva y fílmica desarrollada en Inglaterra, ratifica ser un realizador dueño de un sólido oficio, de quien el título más representativo para el espectador argentino es “Un lugar llamado Notting Hill” (1998).