El pasado nos espera
18 años después de que Jesse y Celine se conocieran en Antes del amanecer (Before sunrise, 1995), el director Richard Linklater vuelve a reunirlos en Antes de la medianoche (Before Midnight, 2013). Una película que cierra una trilogía única y mantiene su romance con la platea.
El amor muta para mantenerse vivo. Alrededor de una historia de amor hay segundas oportunidades, arrepentimientos, revisiones, y un sinfín de anécdotas vinculadas a la percepción del otro. Antes del amanecer marcaba el grado cero de la relación entre el norteamericano Jesse y la francesa Celine. Antes del atardecer (Before sunset, 2004) nos ofrecía la posibilidad de indagar –con el discreto encanto y el ingenio verbal que caracteriza a la saga- cuánto del amor idealizado podía devenir vínculo real.
Esta tercera (¿y definitiva?) parte nos muestra a los dos protagonistas como matrimonio consumado. “Ya los conocemos”, podríamos decir. Ethan Hawke y Julie Delpy lucen, como es de esperar, mucho menos jóvenes de lo que lucían en aquel viaje a Viena que los marcó para siempre. La cámara los expone lo suficiente para que esa cualidad -elemental en un punto, pues el tiempo pasa, ¡qué novedad!- nos lleve directo al presente de la pareja. Instalados en un retiro para escritores en Grecia, Jesse y Celine replantean su relación. Ahora son padres de dos gemelas, tienen menos tiempo para pensar en ellos mismos. Por otra parte, hay incertidumbre sobre dónde vivirán, dado que el hijo que él tuvo con su ex mujer vive en Nueva York.
La segunda entrega tenía la urgencia que impone la narración en tiempo real; la limitación de un plazo que se transpone a la pantalla sin elipsis. Antes de la medianoche se cimenta sobre el reposo, sobre el “ya pasó y es tiempo de mirar atrás”. Esta característica la tiñe de una pátina melancólica, de la latencia del fin de una relación que surge casi como consecuencia inevitable (origen, desarrollo, culminación). Ella plantea que nadie cambia demasiado. Por momentos le creemos. Por momentos, parece que esa inmutabilidad es la que traiciona al amor y hace que sea más difícil seguir junto al ser amado.
Película de reflexiones y replanteos, la de Richard Linklater hace gala nuevamente de unos diálogos exquisitos. Sobrevuela el pintoresquismo y por momentos esa pátina for export de personajes extranjeros hablando en inglés. Los parlamentos ingeniosos y la materia amorosa en primer plano hacen que la película no pierda su solidez. El mismo relato hace funcional el paisaje; por ejemplo, cuando Jesse y Celine observan las ruinas mientras viajan, o cuando la idea del pasado los rodea de manera sumamente gráfica en la visita al templo. Porque la historia de ellos, enfrentada a la Historia, es igualmente mutable, delicada. El romanticismo está pero su interrupción sobrevuela al matrimonio; aún cuando sus huéspedes se ofrezcan a cuidar a las hijas para que ellos pasen un momento especial en un hotel de lujo. Nada saldrá como parece, pero como sí es esperable Linklater domina bien las secuencias en espacios reducidos, llevando la tensión hacia una zona íntima, un poco a la manera del cine de Ingmar Bergman.
Antes de la medianoche y las dos películas que la preceden tienen como destino inexorable la categoría de saga de culto. Marcan una generación que, como la misma saga, nos invitará a revisarlas y ver cuánto de nosotros es distinto, aún cuando nuestro afecto por sus personajes se mantenga intacto.