Y comieron perdices
Entre grandes presupuestos y producciones caseras, pocos tienen la cintura de Richard Linklater. No es novedad decirlo, ni que tal versatilidad tuvo resultados desparejos; lo interesante es recordar cómo el realizador texano encontró su sello en la industria del cine. Con Slacker, seguida por la aún mejor Dazed and Confused, Linklater se identificó a inicios de los noventa como portavoz de la Generación X, pese a que sus films eran menos manifiestos que rumiaciones y monólogos introspectivos (la técnica, apoyada por animación de rotoscopia, sería amplificada en Waking Life de 2001).
Con tal background, fue la historia de Jesse y Celine, conocidos accidentalmente en el expreso Budapest-Viena, hablando de bueyes perdidos a lo largo del Donaukanal, la fórmula que permitió a Linklater insertarse en Hollywood con ideas frescas y recaudadoras. Pero había algo poético en Antes del amanecer que no podía desaprovecharse. Jesse (Hawke) escribió un best-seller sobre aquella historia y así pudo reencontrarse con Celine (Delpy), en París, nueve años más tarde. Pasaron otros nueve años y Linklater, Hawke y Delpy (por primera vez, únicos guionistas) cierran la trilogía de modo lógico, aunque, quizá por eso, escaso del glamour que mantenía en vilo a la saga. Celine y Jesse están juntos; las bromas de antes son ahora roces y unas vacaciones en Grecia no pueden resolver el conflicto. ¿O sí? La película juega con las expectativas y ofrece a cambio una variación deslucida; en la recta final, Celine y Jesse recuperan el brillo, con un remate a la altura de las circunstancias. La duda es saber si alcanza. Richard Linklater demostró que segundas partes pueden ser mejores, y las terceras, innecesarias.