¿3 días alcanzan para nosotros, como espectadores, podamos conocer la vida de una pareja? Comprendo que el cine en sus formas más clásicas tiene que hacer grandes elipsis de tiempo para contar historias. Hitchcock decía que el cine es como la vida pero sin las partes aburridas. Por eso es que hay que agradecerle a Linklater que no se deje llevar por esa máxima y que nos regale (otra vez) la duración de los momentos para devolverles su intensidad, lo que en otras películas descartarían por falta de ritmo.
Entonces, Before Midnight se sitúa 9 años luego de la segunda película de la saga. Ya tienen 41 y no son esos jóvenes que se (nos) enamoraron en Viena. Lo que parece mantenerse es su relación: siguen conociendo cosas nuevas del otro. Pero luego vemos que no, y allí es donde surge el conflicto que no aparecía en las anteriores. Un conflicto que tiene que ver con lo cotidiano, con los conflictos inherentes a las responsabilidades. Pero éste, de ninguna manera es un melodrama.
Cada vez más, las películas son disueltas en pedazos narrativos más pequeños: llegamos directo al centro de la escena para así pasar más rápidamente a la siguiente. En Before Midnight y sus antecesoras, pareciera que no hay centro. Simplemente el vagar de los personajes y el fluir de las conversaciones (nos) llevan a sentir realmente la duración del momento, generando sensaciones que lógicamente serán más profundas y duraderas que las obtenidas por las escenas que vayan directo a la acción. Es más, pareciera que no hay narración. En estos films la búsqueda es otra. Si bien quizás en las primeras dos esto se note más, el argumento está reducido a su mínima expresión. Si tuviéramos que contarle de que se trata Before Sunrise a nuestras madres, ¿qué les diríamos? Dos jóvenes que se conocen y pasan un día juntos. ¿Eso alcanzaría?
Por eso el mote de minimalista a esta saga me resulta muy injusto. Las largas conversaciones de Céline y Jesse tratan de manera grandilocuente el amor, el futuro e incluso, de manera más indirecta, la política. Todo está dispuesto casi literariamente, pero esto no podría haber sido un libro. Es decir, esta narración logra cosas que sólo se logran cinematográficamente, nótese, por ejemplo, la coreografía de los protagonistas en la escena del hotel: Céline se hace un té, pero no se lo toma, luego se va, vuelve, Jesse abre una botella de vino que, lo sirve, pero no se lo llegan a tomar. Si bien en un primer plano están los diálogos, hay movimientos, hay miradas, pasos en falso, elementos que sólo llegan a apreciarse en una película. Hay una decisión estética y formal: esos travellings infinitos que siguen a los personajes no son casualidad, todo está en función de privilegiar la química entre los actores. Y ya sabemos que esta trilogía no sería nada sin las actuaciones de Ethan Hawke y Julie Delpy.
Before Midnight, y también Before Sunset, son películas honestas. Se hacen cargo de todo lo que generó la primera: la de 1994, llena de romanticismo joven e irresponsable, es una película que no se preocupa por nada más que por crear escenas en las que se pueda vislumbrar, de manera real, palpable, el amor. Es a priori inverosímil, casi empalagoso pero a su vez absolutamente creíble. Los films subsiguientes vuelven humanos a los protagonistas y los sitúan en un contexto, poniéndolos en mundos reales. Se puede ver una evolución a lo largo de la trilogía: no es casual que a partir de la segunda Hawke y Delpy sean guionistas de los films.
En este sentido se puede ver que Before Midnight es la más clásica de las tres. Si bien respeta elementos comunes, estructuralmente tiene el conflicto más definido y una organización en torno a eso. Quizás es una película más madura, menos desmesurada que la primera. Que da cuenta de que pareciera ser que lo que Jesse y Céline encontraron la primera vez que se vieron no era amor, sino que el amor aparecerá recién después del final de la última escena de la película.