Artesanos con el barro de una generación
Los últimos acordes del Vals de Celine aún resuenan en nuestros oídos y esa amenaza inminente de la pérdida del avión de Jesse parece recién anunciada, pero no es así. Han pasado casi nueve años desde la última vez que nos encontramos con esa amada pareja que conformaban Jesse (Ethan Hawke) y Celine (Julie Delpy) y para nuestra sorpresa hoy el ámbito de encuentro no es otro que Grecia.
Nada parece ser fortuito en este film, el trío formado por Richard Linklater, Delpy y Hawke como guionistas ha madurado y logrado un nivel de simbiosis que se ve reflejado en cada uno de sus parlamentos. Entonces, la elección de una de las ciudades más emblemáticas de la filosofía se nos hace no sólo lógica sino necesaria. Jesse y Celine pasean en auto, a su lado se vislumbran unas ruinas de un templo antiguo.
Sin embargo, ellos deliberadamente deciden no bajar. Pero la historia y el inexorable cuestionamiento de su realidad saldrán a su encuentro, tarde o temprano. Cabe preguntarse ¿acaso alguien puede escaparse de la historia? Jesse es ahora un consumado escritor; Celine continúa siendo una activista empedernida.
Unas vacaciones en Grecia parecen ser el disparador de cientos de reflexiones acerca de la finitud de la existencia, del verdadero significado del amor, de las relaciones y por sobre todo de los costos que se asumen al apostar por los sueños.
A diferencia de otras entregas, no estarán completamente solos en estas meditaciones sobre la vida y sus matices sino que las compartirán con sendos escritores, quienes se encuentran en una especie de retiro paradisíaco en la citada isla. Y será este intercambio dialéctico y generacional el que le brindará una riqueza que trasciende la mirada de los protagonistas. Pero como debe ser existirá lo que todos los seguidores de esta saga necesitan: un momento que sea solo de ellos dos, vagabundeando por las calles; hablando de nada y de todo a la vez.
Ese instante llega con la excusa de ir hacia un hotel donde los espera una romántica habitación, regalo de sus amigos griegos. En el camino irán repasando diversos momentos de estos años juntos, que serán oro en polvo para aquellos que por años deseamos saber qué había sido de sus vidas.
Esos años han resaltado los rasgos de carácter de ambos: ella sigue siendo una neurótica, apasionada de la vida que no conoce de tibiezas al momento de amar o de odiar. Él ha aprendido a lidiar con el carácter de Celine entendiendo que el humor en muchas ocasiones es el único camino posible para descongestionar los arranques de emotividad de su eterna adolescente.
Jesse y Celine han logrado lo que tal vez ni siquiera soñaban al verse por primera vez en aquel tren, se han consolidado como pareja. Aquel deseo que ella entonara en su vals de “tener sólo una noche más” ha sido satisfecho en demasía y a su paso se dibujan los más grandes dilemas.
¿La consecución de los anhelos los desvaloriza? ¿El recuerdo del amor que no fue lo engrandece en nuestra mente? Antes de la medianoche se erige casi como un estudio filosófico y psicológico sobre las relaciones humanas, que se cimenta con el invaluable bagaje que brindan los años. Pero por sobre todas las cosas y lo que más debe agradecérsele al guión es la no simplificación de estos conflictos, ni mucho menos aún la bajada de línea sobre cómo atravesar la vida. El poco frecuente hecho en la gran pantalla de ver el crecimiento (me resisto fervientemente a utilizar el término envejecimiento) en tiempo real de los intérpretes nos permite palpar de forma más contundente la variación de la mirada frente a la vida a través de los años.
Aquellos jóvenes de los noventa con sus rostros regordetes que caminaban por Viena en la primera entrega anhelaban el amor para toda la vida, aunque sólo lo consiguieran por una noche. Nueve años después, con rostros de rasgos duros y angulosos, el encuentro se daba en medio de la angustiante atmósfera de lo que no fue pero pudo haber sido. Hoy, ambos navegan en las turbulentas aguas de lo que se hizo con el potencial; lo que se construyó y el material usado como cimiento.
Jesse hoy es un hombre maduro, con un buen pasar económico, separado de su primer matrimonio, que debe lidiar con un régimen de visita que lo separa de un hijo adolescente para con el cual siente un tremendo deber de protección incumplido. Celine ha apostado todo al proyecto en común y tal vez en medio de la rutina diaria sienta que ese voluntario sacrificio ofrendado no hizo honor a un altar hoy algo manchado por la rutina. Así, ambos reflexionarán con el deterioro de la pasión a través de los años, con la inexorable mutación de ellos mismos por el arribo de la madurez.
Pero quizás lo más valorable de sus reflexiones sea que -al igual que sus caminatas por Viena y Paris- la ausencia de un rumbo es el deleite máximo del recorrido. Y es así como Linklater nos brinda un recorrido por las relaciones donde no hay un destino marcado ni una moralina impuesta.
En tiempos de tanto relato facilista sobre el amor y su permanencia en el tiempo Antes de la medianoche es un evento cinematográfico gourmet, donde se paladean cada uno de los sabores y eso en un mundo de fast food romanticoide es algo que muy pocas veces podemos presenciar.