Una pareja a la que se le acaba la química
Hace añares, un matrimonio iba discutiendo en el tren, indiferentes a la presencia de dos pasajeros que los miraban con curiosidad: una francesita que venía de ver a la abuela, y un norteamericano que la iba de turista intelectual. Como para entrar en conversación, ella le preguntó, palabras más, palabras menos, "¿Usted se fijó que a medida que envejecen las parejas van perdiendo la capacidad de escucharse?". La conversación siguió, y siguió, y sigue hasta nuestros días, cuando esos jóvenes ya tienen la edad de aquel matrimonio. ¿Habrán perdido la capacidad de escucharse? Porque de hablar, todavía no se les cansó la lengua.
Así es. Los veinteañeros que en "Antes del amanecer" se lo pasaron charlando un día y una noche mientras caminaban por Viena, y en "Antes del atardecer" se reencontraron ya treintañeros en Paris, con un plazo de menos de un día y salieron a caminar por los jardines públicos y la orilla del Sena, ahora en "Antes de la medianoche" ya son dos cuarentones que han formado familia y casi arruinan sus vacaciones en Mesenia, Grecia (no confundir con Mesina, Sicilia). Pasean menos, las conversaciones se hacen paulatinamente agrias, de lenguaje a veces ordinario, de humor sarcástico. Las antiguas charlas felices de la juventud van siendo desplazadas por los problemas cotidianos, el lastre de compromisos anteriores, pequeñas frustraciones y algunas concesiones que se recuerdan oportunamente para pasar factura. Sin embargo, antes que la noche se imponga enteramente, puede que uno de ellos todavía sepa cómo recuperar la fantasía y los cariños.
De eso trata esta tercera parte. Quienes crecieron, pasearon y se enamoraron con estos personajes van a disfrutarla. Los que se acerquen por primera vez, bueno, probablemente se aburran un poco con tanta charla, y con una estructura en tres partes que recuerdan los tres actos de una obra teatral. El último transcurre prácticamente entero en una habitación de hotel. De todos modos es agradable ver las actuaciones, sobre todo la de Julie Delpy, que además al fin nos ofrece, aunque sea fugazmente, un semidesnudo. Tiene un cuerpito de veras natural, como corresponde, y da ternura ver sus primeras arrugas. En Ethan Hawke apenas nos fijamos. ¿Habrá una cuarta entrega dentro de nueve años, que es la distancia entre cada una de estas películas? Quién sabe. Sería interesante, porque de a poco el director Richard Linklater se va acercando a los grandes estudiosos de la vida en pareja. Es inteligente, agudo, y los diálogos que prepara junto con sus intérpretes son interesantes. Pero no exageremos. A su edad Roberto Rossellini ya había hecho "Viaje a Italia", e Ingmar Bergman ya estaba ensayando las "Escenas de la vida conyugal".