Del amor en la edad madura
Los personajes ya son conocidos para determinado público, que creció con ellos a través de los filmes que cuentan su historia. En esta tercera entrega, Jesse (Ethan Hawke) y Céline (Julie Delpy) ya pasaron los cuarenta años. Aquellos jóvenes que se enamoraron un día en un tren, hablando de la vida y sus cosas, ahora son padres, tienen sus carreras, y comparten una relación de varios años.
En un filme de puro diálogo -como las dos entregas anteriores-, los protagonistas se encuentran de vacaciones en Grecia. Ellos, y también algunos amigos, hablarán del sexo, el amor, la muerte, la familia, la edad, la paternidad, las culpas, los logros, las frustraciones.
Con un gran equilibrio, el guión intercala la risa, la emoción, la reflexión. El director Richard Linklater y sus coguionistas logran que las charlas se desarrollen con un excelente ritmo, que en ningún momento resulta tedioso para el espectador. Tampoco hay polaridades, no es una película “de mujeres”, o “de hombres”, sino sobre la relación de una pareja. Ninguno tiene más razón que otro en lo que dice, ambos hablarán de cosas con las cuales es posible identificarse.
Hay líneas con mucho humor, otras inteligentes, algunas simplemente brillantes. Las actuaciones son tan naturales, por momentos algunos comentarios son tan banales, que el filme es como abrir una ventana a un día en una pareja más de todas las que hay en el mundo.
La película no ofrece como estructura mucha novedad respecto a sus predecesoras, pero justamente eso la vuelve más coherente, y es en cierto modo lo que se espera de ella. Un filme íntimo, sin despliegues técnicos, que no exige conocer las dos anteriores para comprenderse, aunque la “trilogía” ya cuente con sus propios fans.