Largo viaje del día hacia la noche
Filmada con un equipo mínimo y confiando no sólo en la solidez de su puesta en escena, sino también en el talento de su trío protagónico, la nueva película de Giralt es de una madurez dramática y una fluidez cinematográfica infrecuentes.
El prolongado, virtuoso plano-secuencia inicial de Antes del estreno sienta las bases de todo el film, como si ya desde la primera toma el director Santiago Giralt quisiera dejar establecido no sólo el tono sino también los conflictos que van a atravesar sus personajes. Allí hay una actriz al borde de un ataque de nervios: Juana Garner (Erica Rivas) maneja, y mientras maneja fuma, y atiende el celular, y despotrica contra la peluca que le tocó en suerte en el Teatro San Martín. Es viernes, viene de un ensayo y el lunes está por estrenar una versión de Casa de muñecas de Ibsen adaptada a la Argentina de los años ’50. Y hace todo eso sin soltar el volante y atendiendo también a su pequeña hija (Miranda de la Serna), que viaja a su lado y tiene que estudiar para el colegio un texto de Lorca. “Yo hice Yerma cuando empecé a hacer teatro”, recuerda Juana muy orgullosa mientras recita un pasaje de memoria. “¡Qué grasa!”, dice Román (Nahuel Mutti), su marido, cineasta en ciernes, que acaba de subir al auto. “¡Es Lorca!”, replica furiosa Juana, después de firmar un autógrafo desde la ventanilla y antes de tomarse un trago de apuro desde su petaca, que parece su mejor amiga. Hay humor en Antes del estreno, pero es un humor ácido, vitriólico. Y hay también tensión, y angustia, y dolor.
Santiago Giralt ya había participado como director en los films colectivos Upa! Una película argentina (2006) y Las hermanas L. (2008), antes de animarse con su primer largo en solitario, Toda la gente sola (2009). Pero ninguna de estas tres películas permitían sospechar la madurez dramática y la fluidez cinematográfica que ahora asoma en Antes del estreno. Filmada en su propia casa en las afueras de la ciudad, con un equipo mínimo y confiando no sólo en la solidez de su puesta en escena sino también en el talento de su trío protagónico, la nueva película de Giralt está inspirada, como el mismo director lo ha reconocido, en Opening Night (1977), de John Cassavetes. Y el fantasma de Bergman también anda por ahí, no sólo por la cita inicial (“Cuando el cine no es documento, es sueño”), sino también por esa fragilidad que el director sueco sabía desnudar en sus personajes-artistas, ya fueran actrices o payasos de circo.
Pero esos ilustres antecedentes no asfixian la película, como si Giralt se hubiera permitido convocar sus espíritus sin necesidad de rendirles culto y pleitesía. No hay nada reverencial ni solemne en Antes del estreno. Por el contrario, se trata de una película en cierto modo juguetona, capaz de cambiar de registro en un mismo plano sin cortes, de pasar de una paleta colorida y luminosa a una súbitamente oscura, con apenas un golpe de timón en la cámara o con el sorpresivo giro de humor de un personaje.
Estructurada en tres días corridos que funcionan como capítulos y resuelta con apenas 20 planos secuencia, siempre en esa casa-refugio en medio de la naturaleza, la unidad de tiempo y espacio de Antes del estreno redunda en una concentración dramática que saca a la luz la frivolidad, el vacío y la vanidad de sus personajes. Pero también su inseguridad patológica, su indefensión y su necesidad de afecto.
Por la quinta de ese matrimonio que no pareciera poder vivir un solo día sin atravesar una crisis pasan también una periodista cholula (Mónica Villa), una actriz ansiosa por hacer cine (Mariana Marull) y un amigo que se toma demasiada confianza con la dueña de casa (Rodrigo de la Serna). Pero además de la naturalidad de Milagros de la Serna y del excelente trabajo de Nahuel Mutti como ese cineasta colgado y fumón, la estrella de la película es, sin duda, Erica Rivas.
Peinada y arreglada a la manera de Gena Rowlands, siempre con una copa en una mano y un cigarrillo en la otra, Rivas carga sobre sus hombros con la película toda. Basta con ver cómo se le desmorona la mirada cuando su hermana le dice, con una excusa cualquiera, que no va a poder asistir al estreno, para comprobar hasta qué punto Rivas es capaz de comprender (y transmitir) las debilidades de su personaje.