Buen relato de armonía afectiva en riesgo
Luego de «UPA!, una película argentina» y «Las hermanas L.», dos comedias alegres hechas en forma colectiva, Santiago Giralt se cortó solito con «Toda la gente sola», una comedia agridulce de aire provinciano y abundante elenco filmada en distintos lugares de Venado Tuerto, su ciudad natal. Ahora, para hablar de la soledad en compañía, redujo lo más posible elenco y locaciones: apenas tres intérpretes componiendo un matrimonio y su hija, breves y brevísimas apariciones de algunos otros, una ruta, dos caminos vecinales y su propia casa quinta en Escobar. Otra cosa, la obra dura apenas 75 minutos contando hasta los créditos finales. El resultado: la concentración le hace bien.
El tema es el mismo, la búsqueda de armonía afectiva en medio de encuentros y desencuentros cotidianos, asunto que se potencia y arriesga estallar cuando, por ejemplo, la mujer se pone ansiosa frente a un desafío y requiere contención, y el hombre tiene sus tiempos, sus límites, y también otros intereses. Para el caso, la mujer es una actriz con ínfulas en vísperas de estrenar su primer protagónico en el Teatro San Martín, y el hombre escribe guiones y algo dirige, es decir que cada uno vive en su mundo y conviven por rachas, como mucha otra gente pero con mayor capacidad para largarse a histeriquear en cualquier momento.
El extenso fondo de la casa quinta, todo verde, debería proveerles calma, y algo hace. Al menos, el espectador lo disfruta, como disfruta también el excelente despliegue de Erica Rivas, que le valió el premio a la mejor actriz en la sección nacional de Mar del Plata 2010, y la destacable composición de Nahuel Mutti. Se agradece además la presencia de Miranda de la Serna, la hija de Erica Rivas y Rodrigo de la Serna, de nueve años al momento del rodaje y mucha naturalidad, con réplicas también naturales, bien puestas, con la lógica y la fantasía de los niños. No se roba la película, porque la sacan en el segundo tercio y recién vuelve casi para el final.
Un detalle interesante: la obra entera tiene apenas 18 escenas y 21 planos, esto es, se filmó en planos secuencia siguiendo a los personajes por el extenso fondo de la quinta y aledaños, pero sin hacer ostentaciones técnicas. La cámara no nos distrae, como suele ocurrir en otros casos, y en cambio nos propicia adecuadamente la sensación de estar como invitados a uno de esos hogares donde los dueños de casa discuten sus asuntos y se calman delante de las visitas.
Otro detalle: el propio director se confesó inspirado en «Noche de estreno», de John Cassavetes. Hay algo de eso, incluso hay algunos guiños para conocedores (el pedido de autógrafo, ciertos detalles de caracterización, etc.) pero no pasa de ahí. Decir que esta película se asimila a «Noche de estreno» es como decir que «Tres hombres de río» anticipa a «Titanic». Cada una tiene su estilo, su intención y su argumento, y se da maña sola.