Conflictos vidrios adentro
Suerte de prima hermana de cualquiera de las películas de Claude Chabrol, el viejo maestro que dedicó buena parte de su obra a criticar a la alta burguesía francesa, Antes del frío invierno de Philippe Claudel (Hace mucho tiempo que te quiero, Tous les soleils) hace lo propio desde un estilo más suave, menos feroz, y retrata –con cierta fascinación por el vacío existencial– el proceder de una clase social que lidia con sus demonios siempre puertas adentro de sus siempre confortables lugares de residencia.
La casa de Paul y Lucie (extraordinarios Daniel Auteuil y Kristin Scott Thomas) entonces está ubicada necesariamente en las afueras de la ciudad, es hermosa, vidriada, cómoda y fría, el lugar donde apenas se encuentra, se ve, ese matrimonio mayor, una pareja que construyó una vida en común aunque no demasiado cercana.
Mientras que Paul es un exitoso cirujano totalmente dedicado a su trabajo, Lucie se queda en la casa cuidando el extenso jardín y los afectos más cercanos son apenas un hijo de 30 años preocupado casi exclusivamente por su carrera en la bolsa, Mathilde, con problemas pero lúcida a la hora de evaluar la vida de Lucie –"¿cuánto hace que vivís en este ataúd de vidrio?" le pregunta a su hermana– y Gérard, amigo de ambos y vértice filoso de un triángulo amoroso que nunca llega a ser.
Ese juego de relaciones comienza a tambalear con la llegada a la vida de Paul de Lou (Leïla Bekhti), una mesera que persigue al protagonista justo cuando atraviesa una crisis y debe tomarse unas vacaciones forzadas, y explicita el malestar de todos los personajes de ese pequeño universo en aparente orden, profundamente insatisfechos con sus vidas acomodadas.
A pesar de que la historia tiene una resolución un tanto torpe, que no se corresponde con el resto del relato, Antes del frío invierno fluye sin problemas, es distante, fría y precisa en su objetivo de recorrer las miserias de sus criaturas y tiene una deliciosa cuota de maldad para ir desmontando las complicidades, silencios y conveniencias de los protagonistas, rehenes voluntarios de su propia desdicha.