Burguesía desencantada
El invierno como término que juega con el título (Antes del frio invierno) de este tercer opus del francés Philippe Claudel obedece quizá al ocaso existencial del protagonista de esta historia, mezcla de policial y drama burgués, interpretado sin mayores complicaciones por el argelino Daniel Auteuil y secundado por la siempre sobria y elegante Kristin Scott Thomas, ambos en el rol de una pareja consolidada y aburrida.
Él es un cirujano y ella solamente arregla el jardín de su casa; no pasan penurias económicas, ven ópera en el teatro y viven en un círculo de confort envidiable para muchos. Entre ellos, la relación de pareja parece estancada, fiel al desgaste del matrimonio con hijos ya grandes y fuera de casa hace tiempo.
Sin embargo, las máscaras de la típica familia feliz comienzan a perder brillo cuando aparece en primer lugar el insistente envío de un ramo de flores, sin remitente, primero en el lugar de trabajo y luego en el propio hogar. Indicios del acoso de una ex paciente del cirujano, Lou (Leïla Bekhti), a quien supuestamente había operado cuando era una niña.
Los encuentros secretos entre el cirujano y ella llevan al protagonista a involucrarse en una suerte de triángulo amoroso con ribetes de crisis existencial. Basta con que algo detone para rápidamente sacar a relucir la insatisfacción y el inconformismo, así como resaltar los conflictos menos visibles en el matrimonio.
Lejos de que el invierno con la presencia de la joven Lou que implica aventura o riesgo se convierta en primavera y florezca un nuevo hombre, el film de Philippe Claudel opta por un camino sin retorno que mezcla las reflexiones y las frustraciones con la misma dosis que se apoya en la composición actoral de Auteuil y Scott Thomas, que si bien no deslumbran en sus papeles cumplen a rajatabla con sus sendos personajes.
El defecto tal vez se vea recién hacia el final con una vuelta de tuerca no moralista pero aliviadora y forzada para justificar el policial y al personaje masculino y su desvío en la toma de decisiones, tan transgresoras desde su óptica burguesa como un paseo nocturno por una zona roja en plena ciudad luz.