Partido en dos
Drama, narrado en presentes paralelos, en el que Nahuel Viale interpreta a un joven transformado por una situación traumática.
Antes es una película dual: en su estructura, en su abordaje del protagonista y en sus resultados. La opera prima solista de Daniel Gimelberg -prestigioso director de arte y codirector de Hotel Room junto con Cesc Gay- transcurre en dos tiempos, que funcionan como dos dimensiones. En una, Nacho (Nahuel Viale) tiene 21 años y una vida razonablemente luminosa y sociable; en la otra, tiene 23 y camina por la cornisa del abandono autodestructivo. En la elipsis entre ambas etapas se esconde y agazapa el motivo de este cambio brusco y traumático.
Gimelberg evita los flashbacks clásicos: intercala los tiempos, los yuxtapone, como si fueran presentes simultáneos. Expone sus continuidades y contrastes: a través de la creación de atmósferas opuestas (algunas muy logradas); de la ductilidad de Viale para jugar una suerte de Jekyll y Hyde íntimo, peligroso para sí mismo; y del imbricado tejido de dos realidades.
El reparto es de gran nivel, pero las actuaciones, que tienden en ciertos casos a la afectación y en otros a la mixtura de registros, son desparejas. Entre los más jóvenes, Nahuel Pérez Biscayart y Martín Piroyansky interpretan a dos amigos de Nacho; Guadalupe Docampo, a su novia; Romina Richi, a una chica que él conoce en su decadencia. El mecanismo narrativo, la constante fragmentación, atenta contra la fluidez general. Basta recordar la sostenida espontaneidad de Viale y Pérez Biscayart en Glue -donde también hacían de amigos con una sexualidad ambigua- y comparar. La salvedad es que Antes tiene un tono grave: de tragedias y redenciones, que el director subraya con el uso del zoom.
Además de la excelente fotografía de Diego Poleri, y del talento de Gimelberg para transformar la casa paterna en la que vive Nacho, se destaca la música -a veces diegética, a veces no- que funciona como puente generacional y elemento emotivo. El productor musical es nada menos que Fito Páez, responsable de que Spinetta reversionara dos temas del imbatible Artaud para esta película: Bajan y Todas las hojas son del viento. Un lujo. Como Cementerio Club (también de Artaud) y Creo (de Páez), sumados a temas de la banda Él mató a un policía motorizado.
Algunas puestas en escena, sobre todo en el final, lucen erráticas. Al cabo, como el personaje protagónico.
Antes y Nacho tienen luces y sombras, y excesos y dignidad y vacíos, en este tour de force interior hacia la adultez, con el dolor natural de crecer sumado al de una desgracia imprevista.