Tecnología que no asusta
Aplicación siniestra (Bedeviled, 2016) intenta combinar los tópicos exitosos del cine de terror de los años ochenta con cierto mensaje conservador asociado a las nuevas tecnologías contemporáneas. Una idea interesante y atractiva desde el vamos pero que se desarrolla de la peor manera posible al caer en cuanto cliché efectista se conoce de ambas épocas.
Un grupo de amigos se reúne tras la muerte de Nikki, una adolescente ingenua que formaba parte del habitual grupo que se va desintegrando en toda película de terror: Ellos son, del lado varonil, el rubio fachero, el negro y el asiático. Por el lado de las chicas tenemos a la rubia conservadora y a su contraste, la morocha atrevida. Viendo los integrantes podemos inferir quién muere primero y quién después producto de una aplicación que los mata por…hacer un mal uso de la tecnología. La APP funciona como un amigo que te conoce de cerca, mezcla entre Siri de Iphone y la inteligencia artificial amiga de Joaquin Phoenix en la película de Spike Jonze. El problema es que no funciona como un servicio a demanda, sino que se pone violenta cuando no le prestan atención. La idea sobre las nuevas tecnologías parece divertida pero la película se torna pretenciosa con un discurso conservador al respecto y pierde su gracia.
El cine de terror es conservador y propone como miedos a cualquier situación transgresora: El asesino con argumento -propio del cine de terror de los años ochenta- es quién condena y mata uno a uno a los amigos. Dicho personaje a la antigua, debe llevar un ropaje especial, una máscara y una extraordinaria imaginación a la hora de matar. Aplicación siniestra toma estos tópicos del cine de terror de antaño aunque se muestra incapaz de mostrarse superadora de alguno, o al menos, diferente. Se limita entonces a repetirlos: La falsa seducción desde la aplicación telefónica recuerda a Scream (1996), las distintas máscaras de payaso a It (1990), y una ausencia absoluta de muertes creativas -de hecho no se muestran- para lapidar los mejores recursos con que contaba este film.
A su favor, los directores Abel Vang y su hermano Burlee Vang (The Vang Brothers), ubican la cámara en posiciones no habituales para darle un clima de enrarecimiento a la trillada trama. Buscan limitar la presencia de “los payasos” a unos breves segundos y no desperdiciar su efecto terrorífico. Pero pese a los intentos, el discurso conservador se impone llegando al máximo cuando la APP condena a muerte a una pareja porque se filma teniendo sexo. No hay vuelta atrás para un guión con huecos narrativos insalvables que termina aburriendo -el peor de los males para estos films- en una propuesta que espanta y no precisamente por el género que transita.