La verdad es pensé que en el 2011 zafábamos de alguna película de éste tipo, pero no. Se vino otra de terror de “Archivos fílmicos encontrados”, cuyo guión parece cumplir con las reglas, pero ofrece un final que rompe con toda lógica.
¿Conoce el término “found footage”? Literalmente significa “película encontrada” o “recuperada”; pero en Hollywood sirve para determinar una especie de “sub-sub-género” en el que toda la estética, dirección de arte e ilusión de ficción se basa en compaginar una determinada cantidad de metraje que alguien supuestamente encontró y dio a conocer. Todo parecerá un documental (falso). Claro que funciona mucho mejor en el género del terror, ya que este material filmado fue dejado o abandonado, por alguien que desapareció o se murió, y luego revelado por algún familiar (“El proyecto Blairwitch”,1999), el departamento de policía (“Actividad paranormal”, 2009) o ente gubernamental (“Apolo 18”).
Por tratarse de una de terror en el espacio con ese estilo, “Apolo 18” necesita instalar el verosímil desde un principio. Veamos: Hubo 17 misiones del programa espacial Apolo. Las 18, 19 y 20 fueron canceladas por razones presupuestarias. Todo esto es verdad, a partir de allí comienza la ficción al proponer al espectador que en realidad luego de la 17 hubo una más, que se ocultó al público y ahora se da a conocer para que entendamos por qué el hombre dejó de viajar al satélite más romántico de la historia.
Fíjese que curioso. Este inverosímil resulta creíble más por razones coyunturales que lógicas. Vale decir, luego del asesinato de John F. Kennedy estamos mucho más dispuestos a creer que el gobierno norteamericano les oculta información a sus habitantes (sobre todo en aras de preservar la “seguridad nacional”), que en un hecho tecnológico como el de una decimoctava misión a la luna. No sé. Será que en la Argentina al final nunca vimos el aparato que “se remonta a la estratosfera y nos deja en Japón en 15 minutos”
En 1974 tres astronautas Ben Anderson (Warren Christie), Nathan Walker (Lloyd Owen) y Johnson (Ryan Robbins) son reclutados para traer más kilos de suelo lunar. Luego del despegue todo lo veremos a través de las dos cámaras instaladas en la nave, las que portan los astronautas, una quinta (detectora de movimiento) instalada en suelo lunar, y dos más que están en la nave satélite que gira alrededor de la luna esperando dar por terminada la misión. El clima de suspenso se va gestando a medida que, ya en suelo lunar, vemos como Ben y Nathan descubren una misión rusa que no terminó bien. Nathan entra en la nave abandonada y tomando un manojo de cables que cuelgan de algún lado dice que está destrozada (aunque después la veamos funcionando de mil maravillas). Por su parte Ben descubre a uno de los rusos, de la tripulación de la susodicha nave, en un oscurísimo cráter, pero no obtendrá mucha información dado el estado de putrefacción en el que se encuentra.
Además, la cámara detectora de movimiento (me permito dudar si ya se había inventado) nos va mostrando que Ben y Nathan no están solos. La obra iba bien. Se tomaba su tiempo para preparar los climas, pero…
La dirección de Gonzalo López-Gallego es correcta sólo en lo técnico. El manejo de la luz y la oscuridad ponen un buen marco de incertidumbre, mientras el sonido juega un buen papel aportando lo suyo en los momentos de silencio. Pero casi todas las decisiones tomadas, a partir de un guión deficiente, tienden a ir revelando todo lo que podría resultar sorpresivo, y para cuando el enemigo se muestra en potencia queda la sensación que con un rociador de DDT se solucionaba todo. Si el terror depende del diseño de los extraterrestres de esta película quédese tranquilo, algunos personajes de Plaza Sésamo asustan más.
Para colmo, el inaudito final de esta producción es un insulto a la inteligencia de cualquier espectador y al uso del sentido común, pues deja instalada la pregunta de cómo demonios hicieron para “recuperar” el material que acabamos de ver.
Menos mal que fue sólo una misión secreta la que ocultaron. Si es por el cine de terror, al menos puedo estar agradecido con la NASA.
Calificación: Mala. (Iván Steinhardt).La verdad es pensé que en el 2011 zafábamos de alguna película de éste tipo, pero no. Se vino otra de terror de “Archivos fílmicos encontrados”, cuyo guión parece cumplir con las reglas, pero ofrece un final que rompe con toda lógica.
¿Conoce el término “found footage”? Literalmente significa “película encontrada” o “recuperada”; pero en Hollywood sirve para determinar una especie de “sub-sub-género” en el que toda la estética, dirección de arte e ilusión de ficción se basa en compaginar una determinada cantidad de metraje que alguien supuestamente encontró y dio a conocer. Todo parecerá un documental (falso). Claro que funciona mucho mejor en el género del terror, ya que este material filmado fue dejado o abandonado, por alguien que desapareció o se murió, y luego revelado por algún familiar (“El proyecto Blairwitch”,1999), el departamento de policía (“Actividad paranormal”, 2009) o ente gubernamental (“Apolo 18”).
Por tratarse de una de terror en el espacio con ese estilo, “Apolo 18” necesita instalar el verosímil desde un principio. Veamos: Hubo 17 misiones del programa espacial Apolo. Las 18, 19 y 20 fueron canceladas por razones presupuestarias. Todo esto es verdad, a partir de allí comienza la ficción al proponer al espectador que en realidad luego de la 17 hubo una más, que se ocultó al público y ahora se da a conocer para que entendamos por qué el hombre dejó de viajar al satélite más romántico de la historia.
Fíjese que curioso. Este inverosímil resulta creíble más por razones coyunturales que lógicas. Vale decir, luego del asesinato de John F. Kennedy estamos mucho más dispuestos a creer que el gobierno norteamericano les oculta información a sus habitantes (sobre todo en aras de preservar la “seguridad nacional”), que en un hecho tecnológico como el de una decimoctava misión a la luna. No sé. Será que en la Argentina al final nunca vimos el aparato que “se remonta a la estratosfera y nos deja en Japón en 15 minutos”
En 1974 tres astronautas Ben Anderson (Warren Christie), Nathan Walker (Lloyd Owen) y Johnson (Ryan Robbins) son reclutados para traer más kilos de suelo lunar. Luego del despegue todo lo veremos a través de las dos cámaras instaladas en la nave, las que portan los astronautas, una quinta (detectora de movimiento) instalada en suelo lunar, y dos más que están en la nave satélite que gira alrededor de la luna esperando dar por terminada la misión. El clima de suspenso se va gestando a medida que, ya en suelo lunar, vemos como Ben y Nathan descubren una misión rusa que no terminó bien. Nathan entra en la nave abandonada y tomando un manojo de cables que cuelgan de algún lado dice que está destrozada (aunque después la veamos funcionando de mil maravillas). Por su parte Ben descubre a uno de los rusos, de la tripulación de la susodicha nave, en un oscurísimo cráter, pero no obtendrá mucha información dado el estado de putrefacción en el que se encuentra.
Además, la cámara detectora de movimiento (me permito dudar si ya se había inventado) nos va mostrando que Ben y Nathan no están solos. La obra iba bien. Se tomaba su tiempo para preparar los climas, pero…
La dirección de Gonzalo López-Gallego es correcta sólo en lo técnico. El manejo de la luz y la oscuridad ponen un buen marco de incertidumbre, mientras el sonido juega un buen papel aportando lo suyo en los momentos de silencio. Pero casi todas las decisiones tomadas, a partir de un guión deficiente, tienden a ir revelando todo lo que podría resultar sorpresivo, y para cuando el enemigo se muestra en potencia queda la sensación que con un rociador de DDT se solucionaba todo. Si el terror depende del diseño de los extraterrestres de esta película quédese tranquilo, algunos personajes de Plaza Sésamo asustan más.
Para colmo, el inaudito final de esta producción es un insulto a la inteligencia de cualquier espectador y al uso del sentido común, pues deja instalada la pregunta de cómo demonios hicieron para “recuperar” el material que acabamos de ver.
Menos mal que fue sólo una misión secreta la que ocultaron. Si es por el cine de terror, al menos puedo estar agradecido con la NASA.